La cena ha sido un infierno. Mamá y Beatriz no han parado de conversar sobre los cambios que han ocurrido en el barrio y los nuevos cotilleos. Adam no ha dicho palabra alguna desde que nos sentamos a la mesa, en cambio lo he pillado dándome miradas furtivas, causando estragos en mi interior.
Me encuentro muy ansiosa, su presencia hoy en mi hogar es un golpe que no esperaba, menos que fuera ese chico que me dejó deslumbrada en la pastelería —, he de reconocer que ya no es siquiera la sombra del niño aquel que me dijo adiós hace cuatro años desde el auto de sus padres, su cabello —antes largo —, está muy corto, dándole un aspecto maduro e imponente, acompañado por fina capa de vello facial, el cual no distinguí en la visión que obtuve de su rostro en la pastelería, ya que toda mi atención estaba dirigida a sus ojos, de un precioso tono esmeralda.
Ya no es un joven flacucho, porta una camisa negra, que se pega a su cuerpo y revela a través de la poca piel visible de sus fuertes brazos el indicio de varios tatuajes. Paseo la mirada descaradamente por su trabajada figura y me permito fantasear un poco.
Siempre me he considerado un alma libre, sin ataduras o compromisos. Me gusta disfrutar de mi juventud y de los placeres de la vida. Lo más duradero que me he permitido, es esta relación que tengo con Jake, nos buscamos cuando necesitamos de el otro, ya sea un mensaje o una llamada, pero su compañía siempre me satisface y lo mejor del asunto es que no nos debemos nada.
—¿Por que Fabián no ha llegado? —pregunta papá interrumpiendo mis pensamientos.
—La verdad Richard, es que Fabián va a llegar —responde Beatriz con tono apenado, causando que Adam se remueva incómodo en su silla.
—¿Tuvo algún inconveniente? Es una lástima que se pierda la cena. Tal vez Cassandra puede guardar un poco de asado para él —insiste mi padre, tratando de ser amable. Beatriz y Adam cruzan miradas, ella asiente y éste desvía la atención, demostrando desinterés en el asunto.
—Richard, no les comenté nada porque no quería arruinar la velada, pero Fabián y yo no estamos juntos hace ya algún tiempo.
—¿Cómo es eso posible Triz? Ustedes siempre fueron muy unidos —interviene mamá, mientras yo miro atónita la escena que se desarrolla frente a mi —. Los padres de Adam eran una pareja muy sólida y educaron a su hijo rodeado por un ambiente cálido. No logro asimilar aún como un matrimonio de tantos años se derrumbó.
—Bueno...es que... —la titubeante voz de Triz se ve interrumpida por Adam, que se levanta de la mesa —Con su permiso —dice abandonando la estancia, dejando solamente un leve rastro de su perfume.
—Beatriz perdóname, no era mi intención incomodar a tu hijo, se cuán sensibles pueden volverse los muchachos ante estos temas.
—No tienes que disculparte Richard, es normal que noten su ausencia. Adam aún no se acostumbra a la idea, todo el proceso de divorcio le causó mucho daño y a pesar del tiempo la sola mención de su padre lo hace revivir esos momentos y odiarlo más. — explica Triz, demasiado calmada para tratarse de un asunto tan delicado.
Mi teléfono comienza a vibrar, sumiendo la mesa en silencio, a la espera de que responda. — Mamá voy a mi cuarto. Es un gusto tenerte de regreso Triz — digo abrazando a ambas mujeres y dandole dos besos en la mejilla a papá.
—El gusto es mío cariño, espero que pronto me acompañes a hacer unas compras para la decoración de la casa.
—Por supuesto, será un placer —me despido y subo corriendo a mi habitación mientras contesto la llamada.
—¿Bueno?
—Hola nena —el acento seductor de Jake se escucha al otro lado del móvil —Estoy cerca de tu casa, puedo pasar por ti en unos minutos ¿Te apetece?
—Vale, me vendría muy bien relajarme, ha sido una noche agitada.
—Nos vemos entonces, preciosa — se despide antes de cortar la llamada. Recojo mi bolso, donde guardo algo de maquillaje y un cambio de ropa limpia por si decido quedarme, lo cual es muy poco probable que ocurra, prefiero dormir en casa de Ashley o Mariana que pasar toda la noche con él, siento que de esa forma no me involucro más de lo debido.
—Mamá voy a salir, no me esperen.
—Vale cariño, ándate con cuidado —dice mi madre desde la sala, donde conversa animadamente con Beatriz, por lo que supongo que papá ya se fue a cumplir su jornada nocturna en el hospital.
—Hasta luego Triz —con estas palabras abandono la estancia y al abrir la puerta de la casa me recibe la imagen de Adam con un cigarrillo en la mano, el cual lleva a sus labios para darle suaves caladas e instantes después expulsar el humo de forma seductora.
—¿Qué miras?¿Nunca has visto un cigarrillo?
—He visto muchos, pero todos me causan la misma repulsión —es cierto, detesto el tabaco, tanto su olor como las consecuencias que trae para quien lo consume —. Estás inhalando lentamente tu propio veneno.
—Esto —dice señalando el cigarrillo —, no va a matarme, en cambio en esta ciudad hay peligros aún mayores —conluye mirándome con deseo, revelándome que sus fantasías no están muy lejos de ser similares a las mías.
—Cuéntame enana ¿a donde vas tan tarde en la noche?
—Adam, creo que te estás equivocando, no es tarde.
—Para una chiquilla como tú sí que lo es —afirma.
—Lamento decirte cuán equivocado estas sobre mi, no me llames enana, tampoco chiquilla, pues para mi aún es muy temprano y la noche apenas comienza —el coche de Jake se estaciona frente a la casa haciendo sonar la bocina e interrumpiendo nuestra charla —. Adiós Adam — digo dejándolo atónito con mis anteriores palabras.