Aún prevalece la sensación de sus labios sobre los míos, fue algo tan placentero, pero a la vez tan errado y confuso que no logro comprenderlo. En un momento me aborrece y al otro me desea, es grosero y luego me besa. Su sonrisa maliciosa invade mi mente, como una fiera acechando su presa, con los ojos verdes brillantes igual a un gato en la oscuridad, dispuesto a jugar con el pequeño ratón asustado. La diferencia es que yo no seré un tierno roedor cabizbajo, sino la fiera a la que tendrá que enfrentarse.
Armándome de valor tomo el pomo de la puerta para regresar a mi casa pero una voz prominente del interior del salón me detiene.
—¡Nicole! ¿A dónde vas preciosa?
Al girarme encuentro a Beatriz, muy arreglada, que camina sonriente en mi dirección.
—¡Oh, Triz! —exclamo sorprendida, puesto que por culpa de Adam no recordaba nuestros planes de ir al centro comercial —. Lo siento, no creo que pueda ir. Vine para avisarte pero como no llegabas pensaba regresar a casa —miento, aunque la expresión dolida del rostro de Triz causa que me arrepienta instantes después de que las palabras dejen mis labios.
—¿Está todo bien, cariño? —pregunta confusa.
—Creo que estoy resfriada, anoche me quedé hasta tarde en la ventana observando a un cactus florecer.
—Nicole, deberías ser más cuidadosa —me riñe.
—Tienes razón Triz, de verdad lo siento mucho.
—No cariño, no lo sientas. Estás enferma, podremos ir en otra ocasión.
—Hasta luego Triz —digo y sin esperar respuesta abandono la estancia.
El silencio me recibe nuevamente entre las paredes de mi hogar. El espacioso salón, decorado por muebles que oscilan en los colores blanco, gris y negro, nunca me había parecido tan frío como ahora y ciertamente, no tengo ánimos para lidiar con más vacíos.
Llamo a Ashley, que no demora en responder.
—¿Bueno?
—Gorda, necesito que vengas.
—¡Niki! ¿Has visto lo temprano que es?
—Si Ashley, sé que es muy temprano y probablemente anoche estuviste en alguna fiesta, pero tengo algo importante que contarte.
—Vale, pues te escucho.
—¡Genial! —exclamo —Apresurate.
—¿Es tan difícil decirme por teléfono? —cuestiona.
—Si Ashley, no hablaré asuntos serios por un estúpido aparato.
—Bueno, si no hay opción... en un rato estoy ahí —dice y finaliza la llamada.
Mientras sus manos aferran mi cintura, recorre con besos húmedos la curva de mi cuello hasta llegar a mi oído, donde susurra con voz profunda —Te quiero para mi Nicole. Vas a ser mía.
Despierto de golpe, desorientada y con los cabellos pegados a la cara por el sudor, sin comprender en que momento me quedé dormida.
Me falta el aliento y mi pecho sube y baja de forma acelerada. Soñé con él, soñé que exploraba cada centímetro de mi piel. Soñé con Adam besándome, nuestros cuerpos tan unidos que se volvían uno y lo peor, es que fue solo eso; un sueño.
—¡¡Nicole!! —escucho que gritan y salgo apresurada de mi habitación —¡Niki!
—¡Cálmate Ashley, ya estoy aquí! —exclamo abriendo la puerta para encontrar a mi amiga despeinada y con unas enormes gafas de sol —¿A ti qué te pasó? Parece que escapaste de un manicomio.
—Muy chistosa Nicole —dice mientras camina hasta la cocina y prepara dos tazas de café —. Estuve más de quince minutos tocando el timbre, incluso dejé mensajes a tu celular pero nadie abría la puerta.
—Lo siento, me quede dormida.
—Vale, ¿para qué necesitabas verme con tanta urgencia?
—No es tan simple —pronuncio en lo que me dirijo al salón para tomar asiento en el sofá —. Pasó algo muy grave.
—¿Podrías dejar ya el drama y el misterio? No es propio de ti —habla posicionándose a mi lado.
—Mariana nos mintió —digo y cierro los ojos para no ver la expresión en el rostro de Ashley.
—¿Cómo qué nos mintió? ¿En qué nos podría mentir Mariana? —pregunta confundida.
—Está saliendo con Jake.
—¿Con Jake? ¡Eso no es posible! ¡Mariana no haría algo así! ¿Estás segura de lo que dices? —interroga demasiado rápido.
—Completamente, yo tampoco creía que fuera capaz de hacer algo como eso.
—¿Y como lo supiste?
—El otro día salí con Jake —explico —, no quise pasar la noche con él, así que me fui para casa de Mariana. Mientras ella se duchaba un teléfono comenzó a sonar y yo lo tomé pensando que era el mío, pero resultó no serlo. Tenía mensajes suyos diciendo que quería verla y la llamaba preciosa, ¿necesitas más pruebas? —cuestiono.
—No me lo puedo creer. ¡Estamos hablando de Mariana! ¿Segura que no hay un malentendido?
—¡Ashley! —grito estresada —¡Abre los ojos! ¡Yo también confiaba en Mariana, era mi amiga!
—¿Tanto te importaba ese chico? —pregunta incrédula —¿Acaso el merece que pongas en duda una amistad de años?
—Esto no se trata de Jake, nunca existió nada entre nosotros que superara unas cuantas salidas. Es sobre Mariana, ella no debió involucrarse con el mismo chico que yo.
—¿Mariana sabía que ustedes aún se veían? Recuerda que hace unos meses nos contaste que habían cortado y recién volvieron a verse.
Rompo en llanto nuevamente. El dolor que oprime mi pecho es devastador. Perdí más que a una amiga, una hermana, a una chica que acompañó cada locura que pasaba por mi cabeza, alguien que se convirtió en un pilar en momentos de mi adolescencia en que me sentía totalmente sola. Todo por un idiota que no vale la pena —No estoy segura, ¿qué hago, gorda?
—Creo que deberías de llamarla y pedirle explicaciones -dice Ashley mientras me envuelve en un abrazo.
—Ayer en la mañana vino, quería que charlamos y yo la eché —sollozo —. No quise escucharla, juró que él también la había engañado, pero... —guardo silencio por un instante —¿qué pasará si a ella de verdad le gusta? Sabes que Mariana es muy cerrada, no le daría una oportunidad así de fácil a un chico cualquiera.
—Cariño, tranquila. Hablarán y van a solucionarlo —toma mi rostro entre sus manos y limpia las lágrimas que bañan mis mejillas —¿Vas a permitir que Jake estropee tu amistad con Mariana?