Te Quiero y me Duele

6

Desperté y una sonrisa iluminó mi cara. Extrañaba esa sensación, esta felicidad. Me sentía bien.

Hoy nos íbamos de campamento, hace una semana que los profesores de Educación Física del último año estaban organizando un campamento para el equipo de Rugby y las porristas, y yo ya estaba oficialmente reincorporada. Pensé que al volver unos días antes de hacer el viaje no me iban a dejar ir pero me sorprendí cuando tuve resultados positivos.

La noche anterior ya había guardado todo lo necesario, agarré el bolso y bajé las escaleras.

Mi tía estaba durmiendo porque anoche hizo doble turno en el bar y llegó tarde, mi hermano estaba en la cocina desayunando para poder irnos. Sonreí antes de hacerle ver que estaba cerca. Me ponía contenta que él vaya, aunque sé que la tentación que lo maneja sigue presionando para que la deje salir y que tire todo por la borda, eso es obvio, pero más allá de eso estoy orgullosa de él porque estos últimos días vi su esfuerzo en el entrenamiento y las horas extras que hacía con Ryan en nuestro patio.

—Veo que estás con más hambre que de costumbre.—dije con una sonrisa antes de sentarme frente a él.

Desde que empezó a consumir no comía casi nada, solamente lo justo y necesario, pero era evidente la reducción de su apetito, solamente personas que lo conocen como Jenna y yo lo notarían.

—Es verdad. Hoy amanecí con mucha hambre.

—Eso es bueno.

Asiente con una sonrisa de alegría—. ¿Qué hay entre nuestro vecino y vos?—pregunta al terminar de masticar los cereales.

—¿Rom?—cuestioné con el ceño fruncido. Asiente—. Quiero... probar.—respondí sirviéndome un café.

—Pero... ¿Vos estás...?—parecía que el tema era más delicado para él que para mí.

—Estoy segura, Nacho.—le corté adivinando lo que quería preguntar—. Además... Romeo me hace bien, creo que... me... gusta.

No se confundan, no era duda lo que había en mis palabras, sino que me costaba expresarme y ser honesta respecto a mis sentimientos.

—Si a vos te hace bien y te hace feliz, yo también estoy feliz.—nos sonreímos y terminamos de desayunar los dos juntos y más tarde se nos unió Jenna.

Después ella nos llevó a la escuela donde iba a ser el punto de encuentro. Nos despedimos y cada cual se fue con su grupo. Mili me abrazó apenas cruzamos miradas, estuvo abrazándome como por unos largos segundos.

—Me alegra que vengas, amiga. Me ibas a hacer mucha falta.—sonreí en medio del abrazo y nos separamos.

—Me alegra haber venido.

Estuvimos hablando cinco minutos hasta que los profesores hicieron conteo de alumnos y en ese momento lo vi a Ryan saliendo de la institución.

—No sabía que él iba a ir.—comenté a mi amiga.

—Obvio que sí, amiga. Es el entrenador de los chicos.—comenta Mili de manera obvia.

Rom apareciendo frente a mí hizo que saliera de mis pensamientos. Le sonreí y él me dio un beso corto pero dulce. Lo abracé. Tenía ganas y necesidad de hacerlo, me hacía bien estar entre sus brazos.

—¿Cómo estuviste? Con todo esto del campamento estuve todo el día ocupado ayer, no pude ir a verte, me tomó mucho tiempo.—sonreímos—, y eso que solamente nos vamos un fin de semana.

—Pero igual no podemos hacer todo a las apuradas.—asiente.

—Tenés razón.

Le regalé otro beso y lo volví a abrazar.

No voy a mentir, al único que no puedo decirle la verdad es a él, pero sí tenía un poco de miedo, y estando entre sus brazos me hacía olvidarme de ese sentimiento por unos instantes. Tenía miedo de salir de mis cuatro paredes, alejarme y sentirme en peligro me da un miedo inexplicable y quizás ridículo. Pero por más que ponía de mi esfuerzo, el miedo seguía ahí, golpeando a mi puerta y yo como estúpida le permitía entrar. Lo invitaba. Lo único que me hacía sentir segura era estar en mi casa, mirar por la ventana y saber que ahí estoy segura, pero eso no es vida. Y necesito vivir, ahogar al miedo para que él no me ahogue a mí.

—Estás... tensa. ¿Segura que estás bien?—pregunta acariciando mis brazos y yo asentí de nuevo.

—Mejor si estoy con vos.—sonríe y en ese momento nos tocaba subir al micro.

Nos sentamos en el asiento del fondo. Ahí tomé asiento entre Mili y Rom. Con él entrelazamos nuestros dedos y miré a mi amiga quien estaba leyendo un libro que le había prestado.

—¿Hace cuánto te presté ese libro?—pregunté confundida ya que aquel libro lo había estado buscando por un año y medio.

—Hace dos años.—responde sin apartar su vista de la lectura.

Sonreí y negué.

Ella no es como yo. Mili se lee una hoja por mes, yo en cambio en una semana, o menos termino un libro de quinientas páginas. Lo hago en mi tiempo libre o para escapar de la cruel realidad e inyectarme con un poco de fantasía.

Cuando llegamos al camping mi amiga entrelazó su brazo con el mío y fuimos a bajar nuestras cosas junto con la carpa. Yo había traído una para compartí con mi amiga y otras chicas que se quieran sumar. Terminamos de armarla y nos quedamos dentro de ella para descansar un poco.

Habían venido dos profesores solamente, la profe de Educación Física de la segunda división, y Ryan.

—No quiero que se separen, si van a irse fuera de este círculo pídanme a mí o a la profe Megan que los acompañemos, pero no quiero que se alejen, ¿entendido?—todos asentimos a las palabras de Ryan.

Eran dos profesores para más de quince adolescentes hormonales y rebeldes, todavía no entiendo por qué no vino un adulto más al menos.

La noche cayó y ya habíamos terminado de acomodarnos, nos pusimos ropa limpia y salimos de la carpa donde todos estaban en una ronda frente a una fogata mientras nuestros profes estaban parados tomando una gaseosa ya que no podíamos llevar alcohol. Vi el disgusto en la cara de Ryan al ver el vaso que en vez de contener Whisky, traía Manaos de cola. Era divertido. Me senté en medio de Rom y Carina. Agarré un malvavisco y lo puse sobre el fuego.

—Hey, juguemos a algo.—alienta Yoni. Los demás nos dedicamos una mirada—. ¿Por qué no se unen?—le pregunta a los adultos. Ellos se miran y asienten.




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