Sustos y cupidos
—Bien, ¿qué te parece Luis? —pregunta Sara y niego—¿Thomás? ¿Arnaldo? ¿José Luis?
Vuelvo a negar mientras dejo en el estante una ropa de bebé que he visto por su precio, no debe ser tocada por estas torpes manos, así que con expresión de horror la dejo en su sitio mientras miro hacia otro lado.
No es que tuviera pocos ingresos, pero gastar esa cantidad en algo así me parecía un poco… derrochador.
Sara a mi lado camina pensando y sigue soltando a diestra y siniestra nombres al azar de niño y niña, incluso tiene un momento en el que sugiere crear uno. Por otro lado, Ismael solo nos observa en silencio, aunque incluirme estaba demás, ya que sus ojos no estaban precisamente en mí, e iban de la ropa de bebé a Sara y continuamente.
En un momento reí levemente y Sara gritó sobresaltándome.
—¡¿Es ese?!
Le miro confundida.
—¿De qué hablas?
Su cara se vuelve decaída.
—Olvídalo, parece que no me has estado escuchando. ¿Qué tal Lucrecio?
—¿No es Lucrecia?
—Si hay Lucrecia ¿por qué no Lucrecio?
—No le pondré a mi hijo Lucrecio —río levemente —Para empezar su nombre debe empezar con A.
Su sonrisa se torna divertida.
—Ohh, hicieron esa cosa sosa de la inicial.
Me avergüenzo.
—¿Cómo que sosa?
Sara ríe.
—Es soso, tierno, pero soso. Apuesto que ambos concordaron porque tienen su misma inicial —rueda los ojos —Me dan diabetes.
—¡Sara!
—Pero ¿quién dijo que quiero una vida sana? —mueve las cejas y me abraza —¡Adelante azúcar de mi vida! Endúlcenme el corazón.
Río ante las palabras de Sara y a su vez me sonrojo haciendo que ella ría y no me pierdo su sorpresa cuando Ismael suelta una leve risa. Aguanto la sonrisa ante el sonrojo de Sara por ello y parece querer comentar algo, pero sus palabras se ven cortadas por una persona.
—¿Sara?
—¿Ge-eorge?
Puedo ver en primera plana como la expresión de Sara deja de ser sonriente y se vuelve de terror al ver a un chico con cabello teñido, que sonriente comienza a acercarse.
—¡Oh, de verdad eres tú, Sara! ¡No sabes el gusto que me da volver a verte! Yo quería hablar contigo y…
El chico alza una mano para abrazarla, pero Sara empieza a hiperventilar y de la nada se deja caer al suelo.
—¡P-por favor perdóname! ¡Ge-eorge, lo siento mucho! ¡Soy una inútil y merezco un castigo, pero por favor…ten misericordia de mí!
El chico se detiene y le mira paniqueado a Sara. Mis ojos se abren como los del resto, pero antes de pensarlo estoy de rodillas abrazando a Sara quien no deja de temblar de manera brusca y empezar a llorar. Le digo palabras suaves y dulces, pero ella solo sigue murmurando que le va a doler.
¿Doler? ¿Dolor qué?
Miles de pensamientos turbios se me acumulan y el recuerdo de ella con sus pesadillas autolíticas, sus momentos de cerrarse, todo ello me pasa por la mente y me duele. Mis propios ojos dejan caer lágrimas al verla en este estado y soy vagamente consciente de como Ismael toma el cuello de la camisa del chico.
—¿Quién eres? ¡¿Qué le hiciste?!
El chico no responde nada, tampoco evita que Ismael lo aprisione contra la pared, pero sus ojos no se despegan de Sara.
—Sara… —murmura el chico de nuevo y ella se estremece —¡Sara! ¡Reacciona de una puta vez no estás…!
—¡Duele, detente George! —llora Sara de nuevo y jadeando se tapa los oídos.
Tomo sus manos cuando veo que van a su cuello, Sara suele rasgarse la piel del cuello cuando duerme, así que trato de abrazarla, pero ella empieza a llorar más fuerte e incluso soltar gemidos de dolor.
—Todo está bien Sara, ya no es real, lo que pasó ya no está aquí. No te lastimará más —susurro rápidamente mientras trato de no me tiemble la voz por las lágrimas.
¡Maldición! Siempre supe que algo había pasado, pero no sabía la magnitud de esto.
¿Quién demonios… era ese tipo?
Mis dientes se aprietan por la rabia que estoy empezando a sentir, pero eso se desvanece cuando noto que Sara empieza a temblar.
—Duele igual que antes… —susurra y con lágrimas deslizándose por sus mejillas baja la mirada —Me duele igual que antes mamá…
Sus temblores solo hacen de crecer, sus jadeos también y finalmente suelta un grito mientras se agarra el abdomen. Sus sollozos continúan, pero poco a poco se desvanecen y pierde la consciencia.
—¿Sara? ¡Sara!
¡Maldición!
Con manos temblorosas marco el número de emergencias. No soy consciente de lo que les digo, ni cuanto tardan en llegar, solo sé que en mis brazos no dejo de susurrarle palabras a Sara sobre que estará bien, que son solo pesadillas. Al menos hasta que llegan, examinan y la suben a la ambulancia.
Descuido mi estado y paso de largo la impresión que esto me ha dejado, solo vuelvo en mí cuando ya es tarde y el dolor agudo en mi vientre me hace jadear y bajar la mirada. Es ahí, cuando veo horrorizada como un líquido carmesí empieza a deslizarse por mis piernas.
Ismael ha visto lo mismo que yo y pide ayuda de inmediato, detienen a la ambulancia que iba en camino y me ayudan a subir. Un paramédico me examina en el camino y pregunta. También insisten que no debo moverme de la posición en la que me han acomodado y que trate de despejar mi mente.
Pero no puedo, mi cabeza esta sobre pensando todo y mi ansiedad no está muy lejos de apoderarse de mi cuerpo.
¿Por qué no puedo dejar de temblar?
¿Por qué… por qué la ambulancia parece demorarse tanto?
¿Si sigue así voy a perderlo?
Puedo perder a mi bebé.
Mi labio inferior tiembla, por ello lo muerdo y me obligo a mantenerme calmada. Si me estreso más solo le haría daño, debía calmarme.
Una punzada cruza de nuevo y jadeo llamando la atención del paramédico. Él me dice que respire, que todo estará bien, pero estoy colapsando, aunque no quiera. Lágrimas empiezan a resbalar por mis mejillas mientras asiento y le sonrío asintiendo.