Aiden
Sé que dicen nunca digas nunca.
Bueno, yo dije jamás.
Y aparte de la gran diferencia de las letras, no había nada más. Entonces, eso explicaría porque me encuentro mordiendo mi labio inferior mientras pienso en que tan serio es mi caso.
Quiero comer.
Tengo hambre.
Quiero…algo que jamás pensé probar de nuevo.
Quiero sushi.
Sí, estoy jodida.
Suelto un suspiro y con cuidado muevo a Alan, no responde, así que vuelvo a insistir, de nuevo nada, hasta que algo molesta por no tener la respuesta que quiero, me acerco y le muerdo suavemente el labio inferior haciendo que sus ojos se abran.
—Esposo… tengo hambre.
Veo como se sienta y su mano va a su boca mientras la otra va a su cabello, donde lo revuelve un poco mientras bosteza.
—Cariño…
—Tengo solo una pregunta.
—¿Cuál?
—¿Me acabas de morder? —parece todavía incrédulo.
Mis mejillas se sienten acaloradas y balbuceo.
—Era eso o una almohada, y recuerdo que solías quejarte de ellas. Pero eso no es lo importante ahora… yo tengo hambre.
—¿Antojos? —asiento y él se ríe dejándose caer de nuevo en la cama —Ahora entiendo porque me mordiste. ¿A dónde debo correr ahora?
—No te vayas a reír.
—¿Por qué iba a hacerlo?
—Porque quiero… yo quiero sushi.
—Espera… ¿sushi?
—Sí…
Sus labios se apretaron y sí, definitivamente el sujeto se ríe y levanta, se coloca las sandalias y me ayuda a colocarme las babuchas.
—No puedo creer que sean las… tres de la mañana y quieras que yo consiga sushi.
—No debe ser tan sorpresivo, he oído que a otras mujeres les da antojos más raros.
—Es divertido —sonríe de manera ladeada —porque a mi esposa no le gusta el sushi.
Bueno era un poco irónico sí, ni siquiera yo comprendía el hambre que tenía por probar ese jodido plato con cosas que no quiero saber que son, pero todo es crudo.
Mientras me coloco la bufanda, él deja un gorro sobre mi cabeza con beso incluido y cuando abre la puerta se voltea a verme.
—Por cierto, Martins.
—¿Sí cariño?
—Debemos trabajar en tu forma de despertarme.
¡Oh, vamos! ¡Había mejorado!
Me avergoncé, pero asentí aceptando su queja. Si hubiera sido al contrario estoy segura que hubiera gritado al cielo.
***
Encontrar un restaurante abierto era mucho pedir, pero encontrar un lugar donde vendieran sushi era algo imposible. Bueno, ahí agradezco la ayuda de Linda, quien media dormida me logró conseguir un lugar abierto y sushi fresco.
Ahora, sentada en el auto de camino a casa con el paquete de sushi en la mano, yo estaba muy feliz. Mi sonrisa y mis ganas solo aumentaban con llegar a casa.
Si pudiera verme en un pasado seguro me horrorizaría por pedir con tanto anhelo aquella comida cruda.
Incluso Alan no pudo evitar comentar mientras estábamos sentados los sofás con la televisión encendida.
—Creí escuchar que jamás volverías a comer sushi en tu vida.
—Yo también… pero Alan… esto sabe delicioso. ¿Quieres un poco?
Alan niega y dice que no tiene hambre, más que ello tiene sueño, así que se recuesta sobre mi pierna y cierra los ojos empezando a dormir. Sonrío por ello y acaricio su mejilla suavemente para luego continuar comiendo.
Si esto sabía así de delicioso podría comerlo toda la vida. ¿Por qué antes no me gustaba?
¡Era increíble! —pensaba mientras ingenuamente me metía otro rollito de sushi en la boca con la salsa incluida.
Al otro día cuando volví a ver sushi con solo olerlo vomité.
Sí, definitivamente mi bebé sería muy quisquilloso.
***
Y no imaginaba cuánto lo sería.
Quiero reírme de mí misma, al menos lo quería hacer hace unas horas.
Y es que estaba tan tranquila, tan… ingenua que soy.
Creí que era aburrido.
Bueno, ahora que las contracciones van subiendo, mi parte inferior empieza a dilatarse y el dolor asoma riéndose en mi cara como miles de veces mi menstruación lo había hecho.
Maldición…no, ya no estoy tranquila ni riéndome.
Si me quejaba de los cólicos las contracciones no se quedaban atrás. Ellas habían desplazado con un pequeño tingue a los cólicos en mi pirámide de dolor.
Piedad…
¡Exijo piedad!
¡¿Por qué tiene que doler de esta manera?!
Aprieto los dientes y las manos en mi cobija mientras siento el sudor deslizarse por mi espalda. De acuerdo, de acuerdo, solo respira. ¡No sé ni para qué diablos debía respirar, pero siempre me daban ese consejo!
¡Agh, pensándolo mejor estaba cansada!
¡¿En qué ayudaba respirar?!
Cierro los ojos y al mismo tiempo suelto un gemido de dolor cuando siento el punzante dolor atravesarme desde abajo hacia arriba de nuevo. Okey, sí, eso me ha dolido.
Me estremezco al sentir frío recorrerme completa y solo agradezco cuando horas después me notifican que estoy entrando en labor de parto. No, no me ayuda, el dolor aumenta y por ello no me quejo cuando me inyectan epidural.
Eso ayuda a reducir el dolor, y más cuando aspiro el aire por una mascarilla.
Estoy jadeando cuando me llevan al quirófano para atenderme por si hay complicaciones.
Oír eso me hace ponerme pálida. ¿Cómo que complicaciones? ¡¿Esto se podía complicar más?!
Bien dicen, planeas una cosa y salen con otra.
El destino a veces era una mierda que le gustaba reírse de todos.
Por suerte tenía alguien a mi lado que sostenía mi mano y evitaba que me volviera loca en un momento como este.
—Todo estará bien niña tonta…
Asiento ante sus palabras y agradezco que me pase el paño por la frente y mejillas despacio, estaba empezando a detestar mi cuerpo sudoroso. Soy colocada en una posición vergonzosa y debo admitir que eso pasa a segundo plano cuando las contracciones vuelven. Aspiro de nuevo el aire y siento lágrimas deslizarse por mis mejillas.