Te reto a que me ames

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VICTORIA
 


Miro por la ventana del auto, ahí esta la ciudad, los edificios, los coches, las personas caminando con apuró, los turistas paseando. Todo sigue siendo igual.

Nada a cambiado en esta ciudad.

Aun no me creo que estoy en la ciudad, de nuevo. En esta ciudad en la que sufrí tanto.

Se que ya no soy la misma persona, pero se siente extraño volver aquí.

Y creo que es porque... duele.

Duele saber que voy a vivir bajo el mismo techo con esas personas que me hicieron tanto daño, pero sobretodo me da rabia e impotencia tener que verlos a diario.

Tengo miedo. Esa es la verdad.

Le tengo miedo a volver verlos y que me hagan pedazos como lo hicieron una vez en el pasado. Porque se que aunque finjo ser fuerte por fuera, por dentro aun sigo siendo la misma niña débil que fui siempre. A la que rompieron en mil pedazos.

No se porque acepté el trato de mi abuelo. Se que el me extraña, pero lo mejor para mi es estar allá y no volver nunca aquí.

Aunque se que no puedo huir para siempre de mi pasado. Se que tengo que enfrentarlo y cerrar esa herida abierta que tengo por culpa de ellos.

Se que en algún momento tengo que perdonarlos, pero no creo que pueda, por lo menos, no ahora.

Se que ellos siguen siendo los mismos.
Se que cuando vuelva me van a volver a lastimar y van a tratarme de hacer pedazos.

Tengo que ser fuerte, darles batalla, no dejar que ellos ganen una vez más. Vine para enfrentarlos y para enfrentar mis miedos.

Se que si ellos gana yo caeré y yo ya no puedo volver a caer, no otra vez.

Tan fácil hubiese sido que todos mis intentos hubieran funcionado.

Yo no estaría aquí.

Yo no tendría que enfrentarlos.

Yo no tendría que sufrir de nuevo.

No por ellos.

Así que lo que debo hacer es hacerles saber que volví, pero que he cambiado y por lo menos se que no caeré muy fácil.

— Llegamos — anuncia el chófer, mientras se baja del coche.

Miro por la ventana y me doy cuenta que la casa no a cambiado nada, pero yo si he cambiado.

— Es bueno tenerla de vuelta, Señorita — me dice el chófer abriendome la puerta del coche.

Salgo del coche y veo como en la puerta me esta esperando mi nana. Inevitablemente sonrío.

Me acerco a mi nana corriendo, hace mucho tiempo que no veía a mi nana. Esa persona que me cuido por mucho tiempo.

— Nana — digo con cariño, mientras la rodeo con mis brazos.

Después de todo lo que paso en esta casa, mi abuelo le reclamó a mi papá mi tutela. Mi papá se la dió sin ningún remordimiento, como si se deshiciera de un problema.

— Mi niña, Vic — sonrío al escuchar como me dice.

Me separó de ella y ella con sus dos manos me agarra mis mejillas, sonriendo.

Amo a esta Señora, es la única persona de esta casa que me quería. No tenia que demostrarle nada. Ella de verdad me quiere.

— Es hora de entrar — me toma las manos — ¿Estas lista? — pregunta y yo asiento.

Es hora de que conozcan a la nueva Victoria y de reclamar lo que es mío.

De la mano con mi nana entramos a la casa. La casa sigue estando igual a como la deje, los cuadros, las pinturas, los muebles, las repisas, los retratos.

Desde que llegó mi madrastra a mi casa quitaron todos las fotos mías y de mi mamá. Ella nos odiaba. Odiaba que yo estuviera en la misma casa de ella y nos sigue odiando.

— Ya está aquí — dijo con desdén mi hermana.

Ella me mira de pies a cabeza con disgusto, pero sobretodo con envidia. Ella tan solo me odiaba. No sabia porque, si yo siempre la quise. Siempre quise tener una hermana y por fin que la tuve ella me odió, me trataba mal.

Yo aguantaba todos sus rechazos, cada uno de sus desprecios, cada mal mirada que me lanzaba siempre. Yo le aguantaba todo. Hasta que ocurrió el accidente.

— ¿Por que volviste? — me dijo seria.

Sus ojos marrones me miran con enojo, me doy cuenta de que a crecido, utiliza ropa elegante como si fuera una niña rica mimada.

— No tengo porque darte explicaciones a tí — miro su reacción — Vamos a mi habitación, nana — mi nana y yo caminamos hacia las escaleras pasando por su lado.

— ¿A donde crees que vas? — cuestiona mi madrastra.

— A mi cuarto

— Tu no tienes lugar en esta casa — me mira con asco.

— No usted no tiene lugar en esta casa — camino hacia ella — Por que recuerden... — las miro a las dos — Yo no soy la recogida — ellas se me quedan mirando indignadas — Y yo soy la dueña de la casa asi que si no quieren irse por donde vinieron a esta casa mejor cállense y déjenme en paz — las caras de ellas se quedan perpleja.

Eso tu eres la puta ama.



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En el texto hay: juvenil, amor

Editado: 10.07.2021

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