Las clases habían sido clausuradas ni bien iniciaron las primeras horas de la mañana. Abdón y sus amigos se alegraron de esto y pensaban en algún lugar donde pasar el rato. Primero salieron los más pequeños. Y al final saldrían los de secundaria. Abdón iba en el último año de su secundaria, pero la verdad es que era un chico algo problemático, su actitud ponía constantemente en riesgo sus notas, pero para la sorpresa de sus profesores, sus altas calificaciones los salvaban.
Los chicos de secundaria caminaron por los pasillos hacía el patio principal para recibir algunas indicaciones. Entre todos ellos estaban el grupo de amigos de Abdón, Dalton y Johan.
— ¿Qué crees que haya sucedido?— pregunta Dalton apoyándose en Abdón.
—No sé— le responde.
—Oh cómo, si tú eres el genio— habló Johan mofándose.
Abdón solo se rio y se quitó de encima a Dalton.
Cuando arribaron en el patio, se formaron en filas correspondientes a sus salones y secciones. Luego, la directora, una mujer de unos cincuenta años, se paró enfrente de todos y con una fuerte voz ordenó que guardaran silencio.
—Hemos tenido que suspender las clases de hoy por orden del ministerio esta mañana. Hay una enfermedad que se está esparciendo con mucha agresividad, por lo que es mejor que se queden en casa hasta nuevo aviso.
Los jóvenes comenzaron a susurrar entre ellos, lo cual irritó a la Directora y ordenó de nuevo que se callaran, y los chicos acataron ante la llamada de atención.
—Hemos llamado a sus padres para que sepan la hora a la que están saliendo. En estos momentos son las diez y cuarto. Esto para estar seguros de que todos lleguen a sus casas.
El trio de amigos hablaron de que no tenían mucho de qué preocuparse, para ellos era una oportunidad para disfrutar el día sin clases. Pero esta idea fue totalmente arruinada cuando la directora permitió que un hombre con uniforme militar pasara al patio.
—Aquí presente tenemos a un militar encargado por el ejército.
El militar, un hombre alto y fornido, comenzó a explicar la situación. Los militares estarían vigilando la ciudad durante el confinado. Por lo que nadie debía salir, a excepción de casos especiales o emergencias, si es así, tendrán que comunicar a alguno de los uniformados para la respectiva movilización.
Abdón y su grupo de amigos sintieron un tipo de decepción que los dejó consternados.
Luego de aquella charla, los chicos esperaron a sus padres. Y quienes no tenían quien recogerlos, los llevarían los buses de la escuela. Nadie debía ir solo a su casa, ni aquellos que no tienen quien recogerlos, que en su mayoría eran los grados superiores.
El traslado fue algo complejo. Los buses, que en total eran cinco, iban llenos.
Sin embargo Abdón fue recogido por su padre, quien regresaba de su trabajo temprano, debido a la orden del estado.
Abdón despidió de sus amigos, quienes iban a ser trasladados por los buses.
— ¡Abdón les escribo por el grupo!— gritó Johan junto a Dalton desde la fila de estudiantes formados para subir al bus.
Abdón afirmó con la cabeza y se dirigió al coche de su padre, quien estaba estacionado junto a otros coches. Abrió la puerta del copiloto y se sentó.
— Buenas tardes papá.
— Buenas tardes hijo— respondió su padre con una sonrisa.
El auto arrancó. Mientras tanto, Abdón encendió su teléfono que tenía guardado en su mochila.
—Abdón
—Dime, papá. — respondió mientras miraba la pantalla de su celular.
— ¿Cómo te fue hoy en la escuela?— preguntó su padre mirando hacia la carretera.
—Me fue bien… aunque estuvo muy aburrido.
— ¿Sí? Bueno, de todas formas es mejor que lo disfrutes. Al próximo año irás a la universidad.
—Lo sé
El teléfono de Abdón encendió, y la conversación se quedó allí. Para Abdón era muy extraño dialogar con su padre. Casi siempre estaba en silencio, era muy tranquilo, y su sonrisa siempre estaba presente en su rostro. Sonrisa que le gustaba ver en él. Chris era alguien cariñoso con su familia, y Abdón lo sabía muy bien.
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Editado: 28.04.2021