Casi un día después del asesinato de Edinson Matías, se habían cancelado todas las clases e instalaron a más hombres en el edificio donde convivían los experimentos. Era la primera vez en mucho tiempo que descansaban de las peleas y todo el ajetreo vivido día a día.
08 los había encontrado casi en la escena del crímen, pero les ayudó a escapar.
—"¿Qué fue lo que hicieron?" —les preguntó con el corazón en la nuca, ellos no sabían si estaba así por lo que habían hecho o si se le había juntado dos cosas al mismo tiempo. 05 se preguntó qué había visto 08 en estos días del otro lado de los edificios.
—"No teníamos de otra, nos iban a matar" —justo en ese instante, unos cinco soldados se acercaron a ellos, espantándole a 08 todo plan posado en su mente para colarlos entre los demás.
—¿Qué hacen ustedes aquí? —preguntó el hombre con traje negro que se encontraba al frente. Su casco negro impedía que se viera cualquier rastro de su cara. —Extiendan sus manos —le ordenó y comenzó a escanear sus huellas dactilares. 22 estaba concentrado utilizando sus poderes para alterar su huella. Estaba despreocupado puesto que pensaba que no le harían daño a los demás ya que él fue el que tocó al hombre.
Pero al mismo tiempo, 08 estaba preocupada por lo mismo, ya que si ellos tocaron alguna parte de aquella habitación, las huellas quedarían, e incluso las de sus zapatos. Entonces con la telekinesis alteró la visión de la cámara de escáner, impidiendo que enfocara a la perfección.
—Señor —dijo uno al instante.— Mi cámara tiene problemas para enfocar.
—La mía también —contestó otro.
—Yo igual. —agregó otro más. El jefe miró un momento su cámara láser y miró inmediatamente a 08, quién tenía su vista puesta en el vacío y la oscuridad.
—No me digas que tú... —dijo acercándose exageradamente contra su cuerpo.
—Es imposible que use mis poderes, ustedes lo notarían en sus cámaras por la radiación que emana. —El jefe no supo qué decir, era cierto. Pero lo que no sabía es que gracias al A25L, sus poderes eran imposibles de notar.
—Vámonos muchachos —le ordenó a los suyos.— Y ustedes vengan conmigo que no se han salvado del todo.
El doctor William Mattews llegó a su oficina algo traumatizado, él sabía que del otro lado del muro había un ser vivo, un experimento del que el Doctor y jefe Jefferson Pereira jamás había hablado, y en su mente se tornó confusión, ¿Por qué había un experimento a parte?, ¿Para qué lo utilizaban?, ¿A caso habían otras razones para usar aquellos tratamientos a parte de lo que había dicho Pereira en su primer discurso?
Sorprendido y curioso, el Dr Mattews encendió la computadora, y rebuscando de un lado a otro, insertó la contraseña de seguridad para acceder a las cámaras. Eran más de cincuenta las que observaban cada parte de la isla para mantener bajo control a los experimentos.
Pero no había encontrado una cámara que enfocara aquella cuarentena, y mucho menos, una que estuviera dentro de ella.
¿A caso el Doctor Pereira se lo ocultaba a todos?
En ese mismo instante, la página que mostraba las distintas instalaciones de las cámaras, fue cerrada de golpe, como si alguien lo hubiera descubierto. Mattews tragó en seco, y sabía que para descubrir aquel experimento, no podía contar con la ayuda de los demás doctores. Sólo había una alternativa. 08.
Aquel hombre con traje negro, llamado Augusto Steven, era un militar con años de experiencias que fue contratado con el propósito de poner fuerza y obedecer órdenes. Casi siempre estaba en campo abierto, vigilando todo a su alrededor. No dormía, puesto que cada vez que lo hacía, pesadillas inundaban su mente, aquellos recuerdos de los asesinatos cometidos por sus ásperas manos. Tenía una voz robótica, que molestaba al escucharla por un tiempo, sin embargo después de un rato era soportable.
Llevó a los muchachos a una de las sala de enfermería y los trataba como si fueran humanos corrientes. Le ordenó a uno de sus compañeros que fueran en busca de el Doctor Vásquez, uno de sus doctores de confianza.
En la isla habían al menos 15 doctores que habían dado todo por llevar a cabo estos experimentos, ya que le habían dicho que a través de ellos podrían encontrar una fortuna. Pero el problema es que no eran máquinas, eran humanos, alterados biológicamente pero igual de imperfectos, y la perfección es lo que ellos trataban de alcanzar. Al fin y al cabo es lo que todos buscan.
El doctor Mattews de levantó de su oficina, en busca de algo desconocido, caminó un instante por los pasillos y luego los soldados se encontraron con él.
—¿Necesitan algo? —preguntó al ver que ellos se detuvieron frente a él. Asustado, trató de ocultar su temor, ya que por un momento pensó que Pereira lo había descubierto.
—Nuestro compañero necesita un doctor, ya que sospecha de que quienes mataron a señor Matías fueron unos los muchachos que él tiene consigo en este interesante.
—¿Qué muchachos? —fue lo primero que salió de sus labios. Los militares solían llamarles así ya que eso les agradaba más.
Uno de ellos abrió la palma de su mano, en la cual apareció una pantalla azul que le mostró una lista de experimentos.
—22. 15, 10, 19, 17... —hizo una corta pausa, y Mattews se sintió aliviado al no escuchar a quien creyó, pero luego él abrió la boca para emitir otras palabras— y 08.
Caminando acelerado, el doctor Mattews se dirigió hacia el militar, rogándole a los cielos que Pereira no lo descubriera.
Los pasillos oscuros le quitaban visibilidad, pero él arrastraba sus dedos en la pared para saber cómo moverse. Ya se sabía los edificios de memoria.
Los militares tras de él, llevaban unos cascos especiales que les daban visibilidad nocturna.
Al llegar, empujó la puerta frente a él y Steven, que no tenía puesto su casco, le miró asombrado.