Capitulo IV.
La mañana resulto ser fría, no tanto como la noche anterior, pero si obligo a Thomas a usar su abrigo, eran las 7:30 debía estar en su trabajo a las ocho, poco a poco se iban retirando las densas nubes que ocultaban los rayos de sol, el clima se iba tornando un poco más agradable y su estado de animo mejoró a pesar de que sentía un poco de sueño por haberse acostado tarde.
El tranvía le dejo en la avenida Grosvenor, solo debería caminar unas calles más y estaría en la oficina postal, hoy creía, debería ser un día de mucho trabajo, pues estarían acumuladas muchas entregas, las personas se tomaban el trabajo de escribir y enviar correos en el fin de semana, esto le gustaba pues así estaría ocupado todo el día.
-Muy buenos días Thomas, ¿cómo amaneciste el día de hoy?
-Muy bien gracias, ¿y tu Elisa?
-No me puedo quejar, el fin de semana me dejo recuerdos muy buenos.
-¿Sabes que a mí también?, a pesar de todo me fue muy bien.
-Bueno, que tengas un buen día.
-Lo mismo te deseo.
Siguió hacia su pequeño escritorio, recogió su tarjeta de identificación, se dirigió a su locker y tomo su uniforme, siempre guardaba uno de reserva, pues hoy se le había olvidado el suyo en casa…
-Muy bien Thomas, tienes mucho correo que entregar hoy, así que mejor empiezas temprano.
-Esta bien Mrs. Richter, ¿ya están colocados en el orden de entrega?
-Si, así como te gusta a ti.
-Gracias, bueno adiós.
-Adiós.
Tomo su maletín cargado con mucha correspondencia y se dirigió hacia la salida de la oficina, tomo su vehículo, una motocicleta de bajo cilindraje, miro en su libreta de direcciones, la primera carta que debía entregar no quedaba muy lejos de allí, prendió la moto y se fue.
Después de algunas entregas se encontró con una carta para Mr. White, como siempre era de su hijo Wallace, éste siempre le escribía desde la universidad, el viejo White era una buena persona, aunque vivía un poco retirado de la ciudad, era agradable visitarlo, su cordialidad y amabilidad eran suficiente motivo para llevarle su correspondencia.
Ya eran las 12 del mediodía, se disponía a almorzar cuando tuvo de repente la sensación de que si llamaba a la chica del teléfono la hallaría en casa, afortunadamente cerca del sitio donde almorzaba todos los días, había una cabina telefónica; marcó el número y espero, volvió a timbrar dos veces y enseguida levantaron la bocina, sintió extrañamente como corrió un frió de nerviosismo por su espalda.
-Aló, buenas tardes.
-Aló, ¿hablo con Lauren?
-Si con ella habla... ¿no me digas que eres Thomas?
...-¿Qué?- pensó Tomas, le reconoció la voz… solo habían hablado una vez y ella le había distinguido con sólo cruzar unas palabras.
-Si con él hablas, ¿cómo sabias que era yo?
-No, solo pensé que me volverías a llamar, además, ¿cómo iba a olvidar tu acento?
-Bueno, pues no pensé que me reconocerías tan rápido.
-Ah, bien ¿y como has estado?
-Pues de maravilla, ¿y tú?
-He trabajado bastante esta mañana, tan solo descanso en la hora del almuerzo, o ya cuando llego a mi apartamento.
-Yo también he estado muy ocupado, pero quise reconfortarme un poco llamándote.
-¿Qué te hizo pensar que yo estaría en el apartamento a esta hora?
-No sé, tan solo marque tu número y ya.
-¿Sabes?, por teléfono pareces una persona muy interesante.
-¿De verdad?, tu también...
El transcurrir de la tarde fue más alegre para él, hablar con Lauren le había hecho muy bien, aunque no la conocía, sentía que era una persona en la cual podía confiar, no creía que una chica como ella tuviera que ver con un asesinato o eso parecía lo que había sucedido con el hombre del callejón; en la última entrega del día se sintió mejor aún, fue y entregó el reporte de final de jornada en la oficina de su jefe inmediato, un par de cartas que no fueron entregadas por tener la dirección errónea, guardo su tarjeta, llevó su uniforme a casa para lavarlo y se despidió de sus compañeros de trabajo.
Al llegar a su casa tomo un baño, después ceno algo liviano, y encendió el televisor; observo por un rato, pero en un inesperado movimiento que lo sorprendió a el mismo, decidió...