Ten Piedad De Nosotros [bl]

Capitulo 2. VOLKA

 

 

     Muchas veces nos hemos preguntado ¿Por qué la vida suele pagar las cuentas con sangre? ¿Por qué la gente recorre los caminos de la amenaza? La maldita amenaza, como una firme garantía de devolver lo que has tomado, la garantía de no ofender a nadie que se crea más poderoso que los demás, porque así se maneja este mundo, siempre prevalece el más fuerte, el que sabe defenderse y el que cree tener el poder de quitarte la vida con un simple chasquido de sus dedos. De igual forma, así se manejaba aquel mundo donde los dueños de la noche, se creían los amo, señores y deidades a quienes se les debe pleitesía por el hecho de mostrar la peor cara de su ser. ¿Pero que más se podía esperar de aquella atmosfera donde lo peor del mundo vivía? No se podía esperar un cuento de hadas o saber que no pasara nada si en algún momento osas en meterte con alguna de esas personas. Sin embargo, lo más triste y frustrante de todo, es que, en su mayoría, suelen darle la razón al hacerles sentir los amos del mundo gracias a un detalle que nunca podemos dejar pasar por alto, El miedo.

     Aquel sentimiento negativo en su mayoría, si tan solo no existiera en nuestras vidas, nadie se tomaría el valor de escalar por encima de la cadena de supervivencia y proclamarse amo y señor de intimidación, nadie tomaría como garantía tu vida a cambio de algo, nadie haría nada a las espaldas de los demás por miedo a ser descubiertos para no morir, justo como aquellos tres desdichados que yacían hincados al fondo de aquel cuarto oscuro, alumbrado solamente con dos lámparas led haciendo que la oscuridad con aquella atmosfera sombría no se fuera del todo. Era un cuarto largo, con un par de sillas, paredes húmedas y despintadas por causa de la humedad y el descuido, como el típico cuarto abandonado para torturas.

     Los tres hombres que yacían hincados temblaban, tal vez por el frio que emanaban las paredes, o por el miedo a la incertidumbre de lo que les esperaba. Tenían los ojos vendados sin saber que otros cuatro tipos vigilaban cada movimiento que intentasen hacer, ni siquiera tenían armas de fuego en sus manos, eran como simples pandilleros con armas callejeras en sus manos, entre bates de Baseball, muñequeras de un grueso metal, así como barras metálicas largas, y es que, la manera de tortura de aquel clan como se hacían llamar, era precisamente de esa forma, entre más dolorosa fuese, era más satisfactorio, como un interés a sus placeres de saldar cuentas. Y aquellos tres hombres temblorosos lo sabían, sabían cada método de los miembros del Clan Reich, por eso temblaban, sudaban a pesar del frio que envolvía el cuarto, los nervios y el maldito miedo comenzaban a traicionarlo de solo pensar que en cuanto la puerta sonara, entraría el peor de los miembros del clan.

      De pronto, el sonido del metal chirriante de la barra al rozar el piso les alteró más, uno de los sujetos con la intención de matar el aburrimiento, comenzó a caminar alrededor de ellos rozando la barra con el piso, era un absurdo juego de demostrar quien estaba del lado cazador, de quien era el Lobo feroz asechando la presa a devorar. La risa del hombre era sínica que si no tuviesen la venda en los ojos se darían cuenta de lo feroz que era, aquellos ojos verdes brillaban por causa de las lámparas, sus cejas fruncidas de rubio oscuro como su cabello, combinaban a la perfección con las facciones feroces de su sonrisa.

      —Deja de hacer tu maldito juego— espetó uno de los hombres que vigilaban el lugar.

      Pero el susodicho ni siquiera les prestó atención a las palabras tranquilas de quien le advertía, se estaba divirtiendo con las reacciones de los hombres hincados, sentir aquella satisfacción de tener el miedo en sus manos, jugar con él y mostrarles que estaban perdidos. Volvió a sonreír sintiendo superior que no dudo en levantar la barra y ponerla en la cabeza de uno de los hombres que comenzó a respirar más agitado. Desde aquel Angulo, con un solo golpe destrozaría el cráneo, posiblemente sacaría su ojo y lo más divertido, lo escucharía gritar y pedir piedad por su vida, ladeo la cabeza imaginándose los golpes en los que moriría rápido y sin agonía, pero eso no sería divertido, no para él.

      —¡Oye! No tenemos permitido hacer eso— atajó otro de los vigilantes en turno, su manera de decirlo era como el de un alumno tratando de calmar al rebelde de su compañero por miedo a que en cualquier momento llegase el maestro y ser castigados, y no era un castigo cualquiera, tal vez por esa razón la manera de decirlo. —¡Tranquilo! No es momento aun—

      —Cálmate, no le estoy haciendo nada…— Exclamó sin dejar de ver al hombre de ojos vendados, su voz era ronca y la manera de pronunciar las palabras eran únicas como si tuviese el toque propio de decirlas. —Solo me estoy quitando el aburrimiento—

      —Lo mejor que puedes hacer es bajar esa mierda, y quedarte en tu puto puesto— reprendió su compañero con el bate en sus manos.

      Pero como si le hubiesen dicho lo contrario, levantó la barra pesada de metal, como si en verdad fuera a destrozarle la cabeza, los demás se pusieron en alerta ante cualquier estupidez, hasta que un estridente sonido se escuchó golpear el suelo. Era la barra que había chochado contra él seguido del grito del pobre hombre asustado, aquel metal había pasado muy cerca de su cuerpo que pudo sentir el aire del movimiento. Las lágrimas traicionadas por los nervios comenzaron a salir y la respiración se hizo cada vez peor que trato de respirar con la boca.

      —¡¿Eres un idiota o que, Dorian?! —gritó su compañero que caminó hasta donde él estaba para contraminarlo a la pared —¿Crees que esto es un juego? Esos cabrones no pueden ser tocados hasta después que hablen, ¡Si les pasa algo, estamos muertos imbécil! —

     La risa de Dorian era ronca, mientras que un par de lágrimas comenzaban a salir de sus ojos a causa de ella misma, ver la cara de sus compañeros había sido mucho más cómico que el grito desesperado de la víctima. Dorian Carter era su nombre, un hombre de veintisiete años que siempre tomaba las cosas a la ligera, pero uno de los mejores miembros que tenía el clan, había entrado hace un año y medio al clan Reich comenzando desde abajo, como un simple mesero del bar, su ascenso había sido rápido gracias a la habilidades y la lealtad que había mostrado, no tenía miedo a nada, era el típico hombre que parecía desafiar la muerte así como también, jugar con ella, como una especie de felino feroz que suele jugar con su presa matándola a paso lento en medio del juego. Alto, con un cuerpo nada voluminoso con músculos de esteroides, pero si un cuerpo trabajado, fuerte, ágil, pero, sobre todo, un hombre al que cualquiera debía tenerle cuidado, sobre todo con su cara de pinta de hombre bueno, educado y caballeroso.



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En el texto hay: muerte odio, gay love, blasfemia a dios

Editado: 29.08.2021

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