Tenebrae (segunda Parte)

Capítulo 6. La tierra espera

Capítulo 6. La tierra espera

 

 

 

El sonido aún se mantenía en sus oídos ensordeciendo su capacidad auditiva, mentiría si al decir que no sentía el corazón en la garganta y la boca seca. Era imposible acostumbrase al eco que dejaba una detonación no sólo en los órganos auditivos, sino retumbando también en el pecho y en cada hueso del cuerpo. Lo más cercano a esa sensación solamente podía ser la que recorre a una persona cuando un trueno distante y ensordecedor se hace oír feroz en medio de una tormenta, tomándote completamente desprevenido, pero aun así la noción de ser un disparo, proveniente de un arma hecha con el único fin de matar a otro ser humano, no tenía comparación.

     La Mayor lo veía con burla en la cara, como prueba de que había disparado el arma sólo para dejarlo perplejo y de paso hacerle saber que de verdad estaba cargada, y que ella jamás jugaba. Definitivamente la mujer no dejaba de ser violenta en ningún momento, aunque ahora su expresión fuera la más apacible que le conocía en todo el tiempo ―que no era tanto― de estar con ella.

     La vio guardar su arma dentro la gabardina tras haberla disparado a la nada, aun dándole la espalda. Cuando se volteó la luz de la luna la iluminaba fuertemente dejando a la vista su sonrisa malévola y burlona.

     — Ja, ja, ja, tranquilízate, ¿quieres? ―se rio de una insana manera viendo cómo el menor temblaba por el susto―. Aunque no hubieras dicho algo inteligente, tu padre ya me había ordenado que te protegiera.

     — ¿Q-qué? ―le preguntó sintiendo que el dolor de los golpes se intensificaba con los temblores y el frío en su cuerpo. 

     — Como escuchas ―dijo cruzándose de brazos y poniendo una mueca de seriedad pero sin la agresividad de antes―. Por la madrugara cuando hable con él me encargo que si algo le llegaba a pasar me asegurara de protegerte ―suspiró llevándose una mano a las rastas acomodándolas de nuevo en el moño alto que tenía sobre la cabeza, para que quedaran en su espalda y no se le fueran a la cara con el viento―. Es un fastidio y aunque lo prefiero muerto, respeto al infeliz.

     — ¿Él…

     Lo calló viéndolo molesta y alzando bruscamente una mano, sorprendiendo a Tet por lo repentino de su acción, aunque se alivió de ver que, si bien seguía dando miedo, ahora no había vuelto a la actitud agresiva y violenta, y eso su cuerpo lo agradecía prontamente pues los golpes recibidos no dejaban de punzar.

     — No te confundas ―la escuchó decir sin varia su expresión―, no intento que tenga una buena imagen de ese idiota, sólo quiero un solución ―hizo una pausa pero antes de que Tet le preguntara de qué hablaba, ella se le adelanto―. Y para que veas que actuó de buena fe, voy a darte una opción.

     — ¿Opción?

     — Si, Aura dice que estas «confundido», ¿no? ―dijo marcando las comillas con sus manos―. Entonces, como eres un pequeño, débil y triste niño, resentido con su moribundo padre ―sonrió ante la cara de disgusto que puso el menor, volviendo a llevar sus manos a su cintura―. Te voy dar la solución a nuestros problemas.

     La cara de Tet era de desconfianza total. Hasta ahora la única solución que la mujer había presentado era una pistola apuntado a su cabeza, y pese a que al principio se podría decir que él lo había aceptado, ahora mismo no estaba dispuesto a que volviera a intentarlo. No que pudiera poner mucha resistencia ―magullado como estaba―, y teniendo en cuenta su ya de por si terrible condición física. Pese a eso, no iba a volver a lo mismo, por lo menos nos por libre voluntad.

     Pero esa no era la idea de la Mayor, y se lo dejo bien claro en cuatro palabras;

     — Unte a la Academia.

     El chico no respondió, y la militar esperaba esa reacción, después de todo bien pudo haberle entregado su arma para que se disparara él mismo en la cabeza, ya que no creía que lograra durar en la Academia de la Zona Alfa-Delta-Omega, no por nada ella era Evaluadora. Pero en su cruel mente aquella opción también le presentaba un diversión mal sana que le parecía sería entretenido intentar, después de todo la pistola que llevaba enfundada siempre podría ser una segunda opción.

     — Si entras a la Academia no tendrás que vivir en la casa del Coronel, ni tendrás que verlo nunca, y por su puesto cuando por fin se muera… ―dijo lo último en tono de anhelante frustración―… aunque seas menor de edad tu tutela sería para la Academia, mientras decidas permanecer inscrito claro. No habrá peligro de que te envíen a la Zona Ji-Psi. ¿Qué dices?




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