Capítulo 10. Luz de Luna
Cuando los chicos regresaron y repartieron las lámparas, ya todos en el festival habían empezado a armarlas; algunos cambiando los mecheros y otros arreglando pequeños desperfectos de último momento. Como en el caso de Mili y Luis que trataban de arreglar el de color rosa y azul que la chica Cardal había hecho, y que al parecer se había rasgado. Su hermano le colocaba cinta adhesiva por todas partes, pero en realidad ambos temían que este no se elevara, y eso aunado a los duros estándares de verificación por parte de los militares para soltar las lámparas planteaba un panorama poco alentador. Empero, eso no impedía que estuvieran acompañados del siempre usual espíritu optimista de Joma quien les animaba a ponerlo a volar.
Odori y Mireya no tuvieron problemas, y Troy era ayudado por sus padres. Mientras que Tet recibía ayuda de Aura, ésta tratando de hacerle sonreír con pequeños comentarios, más ninguno de los dos estaba emocionalmente tan animado como para servir de apoyo al otro. Ambos sentían todavía las palabras de Xelha calar muy profundamente en ellos. Aun así, en ese momento la Capitana tras ver el desastre que tenían los Cardal y Joma decidió ir a darles una mano, no sin antes indicarle a Tet que no soltara la lámpara, por lo que éste se quedó quieto con un brazo estirado sosteniendo con dos dedos el largo trozo de papel de azul oscuro con tonos negros que los chicos le habían hecho.
— Pensamos que nos habíamos librado de George y los bobos ―escuchó a Odori a su lado, y cuando la vio ella hacia lo mismo en dirección a sus amigos, viendo con pena el desastre que era la lámpara de Mili―. La emboscaron cuando Marian intentaba cerrar el auto de mi tía. Rompieron los repuestos que habíamos traído… pero ahí estaba su lámpara.
— Ni me acordaba de ellos ―confesó, sintiéndose mal por Mili que era una chica tierna y amable. Y más aún pues en ocasiones se sentía más en confianza con ella que con alguien más y justo por ello le molesto aún más las acciones de George y sus amigos.
— Lo sé. Ni yo, por eso la deje adelantarse ―gruñó Odori molesta consigo misma, quitándose bruscamente un negro mechón del rostro―. Ese chico debería madurar y dejar de mandarnos a su sequito de lame-botas. Ya no somos niños.
Al parecer no hubo nada que se pudiera hacer para salvar la lámpara de Mili pues Aura se levantó de donde estaba inclinada, tratando de arreglar las rasgaduras que tenía el papel, pero eran demasiadas y con tanta cita adhesiva no lograría levantarse ni un centímetro, al final la dejaron sobre la mesa en que trabajaban. Y tomando de la mano a la rubia se dirigió con ella hacia Tet y Odori.
Amabas chicas fueron donde Mireya. Y en lo que se acercaba la hora Aura revisaba una vez más que la lámpara de Tet no tuviera roturas o algo. Lo mismo que hacían los Xelha para Troy. Mientras Joma y Luis se murmuraban cosas justo donde los dejaron.
Los tambores se volvieron a escuchar y esta vez se acompañó de una cuenta regresiva en las pantallas de casi dos minutos. Aura les indico que fueran poniendo en posición las lámparas, Xelha ayudaba a Troy, y Marian se dirigió donde Odori y Mireya para ayudarles a encender la parafina.
— ¿Me ayudan? ―Joma se acercó a Tet y Aura con una sonrisa.
— ¿No ibas a ayudar tú a Luis? ―le preguntó la militar con una ceja alzada, recibiendo una sonrisa por parte del moreno.
— Por favor, ¿y los Cardal cuándo han hecho algo por separado?
Les hizo señal para que vieran en dirección a los rubios, Luis hacia algo sobre la mesa, mientras Mili saltaba a su lado, y parecía que se soltaría llorando. El reloj estaba por debajo de los 45 segundos cuando ambos hermanos alzaron la lámpara que debía ser de color blanco y que ahora de la base colgaban algunos trozos de color rosa que trataban de asemejar a una mariposa bastante mal cortada.
Tet alcanzo a ver a una pelirroja señalando a sus amigos, no sabía sus nombres pero identifico a la chica y los demás que la acompañaban como los amigos de George, aunque al rubio no lo vio por ninguna parte. Se habría molestado por las claras burlas hacia el trabajo manual de Luis, pero sólo tenía que ver lo feliz que estaba Mili para mandar muy lejos su desagradable presencia.
— ¿Va a volar, hermano? ―le preguntó Mili.
— Claro, hermana. Mira ―él señalo la doble parafina que había puesto en la parte del mechero―. Pero por si acaso soltémoslo junto a uno de esos contenedores de agua.