Tenebrae (segunda Parte)

Capítulo 14. Sin Títulos

Capítulo 14. Sin Títulos

 

 

 

Aura llego desde la concina y para sorpresa de Tet se lanzó sobre la mujer de Citlallan a quien abrazó con una efusividad que él no le había conocido hasta ahora. Con el hombre de Physis fue menos expresiva pero se veía igual de contenta cuando lo saludo, cosa que le provoco un sentimiento de incomodidad a Tet que muy apenas se aplaco cuando le preguntó al hombre por su esposa ―quien se enteró se llamaba Maya―.

Los adultos pasaron al interior de la casa dejando a Tet plantado en la puerta con la boca abierta.

Hacía mucho que no se sentía tan fuera de lugar, y la palmadita que le dio la mujer de deslumbrante piel morena al entrar y dejar las maletas ―unas ocho muy grandes ―, no ayudo. De no ser porque estaba enojado con Aura y a la vez no quería estarlo habría hecho algún comentario mordaz como ‹‹Si quieren me voy para que estén a gusto›› o ‹‹No se preocupen, yo cierro la puerta››, pero prefirió morderse la lengua.

Llevaban toda la tarde y lo que resto de la mañana después de la regañina de Aura sin hablarse como la gente civilizada, y ella no prestaba atención a su ‹‹enfurruñamiento›› sobre el sillón, pero en algún recóndito lugar de su conciencia Aura debió apiadarse del chico que parecía querer difuminarse en las paredes de colores tan poco llamativos como los de la ropa que el mismo usaba.

— Tet ―lo llamó Aura con una sonrisa tan sincera que el adolescente la vio con desconfianza―. Te presento a unos muy buenos amigos de tu padre: La Dra. Xochilt Kiauitl, Directora General del Hospital Nacional de Citlallan. Y el Dr. Jill Luxastrum. Investigador en Jefe del ID, Departamento de Investigación y Desarrollo de la Farmacéutica SPES de Physis.

Ya debía ser todo un logro poder identificar los escudos que ambos adultos portaban en sus maletines, por lo que le fue imposible no mostrarse incrédulo pero tuvo que conceder y dar por hecho que aquella presentación debía bastar para el resto de los chicos de 15 años, así que simplemente asintió amablemente. Intentando con todas sus fuerzas no soltar un fuerte ‹‹Dah›› como los que le había aprendido a Joma y que este soltaba cada vez que alguien decía algo absurdo. Tanto o menos como esperar que supiera quienes eran esas personas sólo con decirle que tenían altos puestos de trabajo.

Tuvo un deja vu.

— Este lugar está mucho más vacío de lo que recuerdo ―comentó la mujer de Citlallan mientras avanzaban a la aislada sala.

Tet no sabía si seguirlos o quedarse de donde estaban o retirarse a su habitación… o mejor salir de esa casa. Tenía unos sádicos deseos de hacer rabiar a la Guardia que no cambiaría hasta la siguiente semana. Era bueno aprovechar el tiempo.

Su infantil razonamiento fue interrumpido por la conversación de los adultos que tenían voces tan fuertes que Tet se preguntaba si acaso en lugar de doctores no serían más bien militares como Aura.

— Han pasado años desde que estuve aquí, así que no lo recuerdo ―decía el hombre de Physis sentándose donde Tet había estado tirado minutos atrás. Al pasear la vista por el lugar una amplia sonrisa se formó en su rostro al encontrarse con el videojuego de los Cardal―. Esto si estoy seguro de que no estaba aquí ―tomó el mando funcional―. Se nota que hay niños por aquí.

Seguramente para Tet el tener las cejas pegadas al nacimiento del cabello le ahorraría mucho estrés a sus músculos faciales, pues no dejaba de alzar una o ambas. Ahí se dio cuenta que estaba siendo grosero con personas que Aura conocía y que ya le había explicado eran amigos del General.

Intento contar un par de veces hasta tres para lazarse a ser parte de la escena donde la mujer con la que aún estaba molesto y dos personas desconocidas charlaban rememorando viajas andanzas; si sería muy ‹‹agradable››.

Se animó a sentase junto a Aura, sea como fuese, estar con Aura era lo menos incomodo en contraste con quedar entre los otros dos. O eso pensó cuando la Capitana soltó de la manera más causal que se pusiera zapatos, sin perder el hilo de la conversación, que en ese momento iba de sus días de Academia.

Bastante sorprendido entendía entre líneas ―porque nadie se dignó a sacarlo de la duda, y él no preguntó―; se había conocido en la Academia de Alfa-Delta-Omega. Y viéndolos con disimulada curiosidad se cuestionaban mentalmente qué harían un par de doctores estudiando en una Academia Militar.

— ¿Qué han sabido de Miguel? ―preguntó la doctora Xóchitl, dándole una rápida mirada a su colega―. Lo último que supimos de él fue que vendría. Pero…




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.