Capítulo 25: Lucille
Tic toc, tic toc
Las agujas del reloj siguen moviéndose ¿Por qué estoy tan nerviosa? No debería estarlo, solo es... Un viaje.
— ¿Puedes parar? me da dolor de cabeza tan solo de verte.
— ¿Y si se arrepintió? Quizás él ya no quiere ir, puede que al final tuvo un percance o pudo...
— ¡Lucille! — gruñe Enna. — Detente, eres estresante y agobiante.
— Auch.
— Aunque odio decir esto, es cierto musaraña. El tipo va a llamarte y de no ser así ¿por qué no lo llamas tú?
— ¡No! —gritamos Enna y yo al unísono.
— ¿por qué no? — Nate frunce el ceño.
— Porque ante todo, él debe mostrar su interés, Lucille ya aceptó y él no puede saber que ella está desesperada por recibir una llamada suya.
— Mujeres...
— ¡Nate! — lo acuso. — Creen que estoy exagerando quizás puse demasiada ropa. — Señalo la maleta rebosante. — quizás se le olvidó y lo mejor que podría hacer es desempacar.
— Ay, no, me rindo, no puedo soportar a Lucille. Te la encargo Nathaniel. — Enna levanta las manos dramáticamente y sale de la habitación.
Resoplo y me siento sobre el cubrecama, Nate sonríe y se coloca a mi lado. — Creo que es la primera vez que te veo tan insegura en algo.
— Estoy aterrada. — confieso.
— lo puedo notar y también escucho todo lo que pasa en esa cabeza tuya. Todo saldrá bien Lucille y de no ser el caso pues yo me encargo.
— Crees que este mal, digo, él y yo no somos nada y sin embargo se las ha resuelto para que me escape con él y haga todo este tipo de cosas. No les había mentido a mis padres desde que tenía quince años y fue porque era algo de vida o muerte.
— Y por qué no les dijiste sobre Damien.
— Porque... — suspiro y paso una mano por mi cabello. — No lo sé, sé que siempre se los he contado todo. Pero Damien aún no sabe sobre mi familia, que son los Hunter, siento que cada vez que conocen de donde provengo me tienen miedo.
— Pues si se asusta de tu apellido quizás no sea el indicado.
— No hablo exactamente de eso Nate. Damien tiene un problema con los vampiros, no sé con exactitud cuál es, pero no los pasa y es extraño, porque con Damien todo a nuestro alrededor es tan fuera de lo sobrenatural, tan alejado de lo que conozco, es maravilloso y es distinto. Siento que si mis padres se enteran de él será como acabar con eso.
— Pues yo no lo creo pero quizás debas tomarlo con calma. — Me abraza. — Solo tú sabrás cuando estarás lista, quizás deberías empezar conociendo lo que le sucede con los vampiros, de donde salió ese odio que siente.
— Supongo que sí. — escucho el sonido de mi teléfono y la piel se me escarapela.
— Te dije que llamaría.
— ¿qué hago? — Nate pone los ojos en blanco y contesta, luego me coloca el teléfono en la oreja. — Hola. — respondo con un hilillo de voz.
— ¿nerviosa bonita?
— ¿qué? No— chillo— Quizás un poco. — su risa ronca me estremece el cuerpo, muero de ganas de volver a verlo y saber que pasaré todo un fin de semana junto a él, solo me pone más ansiosa.
— Estoy fuera de tu casa. Te espero.
— Vale, ya voy.
Volteo a ver a ver a Nate quien tiene esa sonrisita de... te lo dije. Tomo mis cosas y nos marchamos.
Me despido de todos diciendo que Nate y yo nos iremos de camping, es una mentira piadosa, o eso espero. Cuando por fin salgo de casa y me despido de Nate, noto la camioneta negra a unas cuadras de mi casa, y observo al chico apoyado sobre esta. Se me retuerce el estómago y quiero regresar por donde vine pero ya es tarde para retroceder, el perfume de Damien es tan fuerte como para sentirlo a menos de medio metro de distancia, cuando por fin llego me coloco de puntillas para besarle la mejilla pero él se adelanta y levanta mi mentón dejando un corto beso sobre mis labios.
— Hola bonita.
— Hola... — musito. — Él sonríe y abre la puerta de copiloto, coge mi maleta para llevarlo a la parte de atrás, luego rodea el auto y se sube en este. — ¿Es tuya?
Toco el tapiz oscuro y percibo el buen aroma del interior de la camioneta.
— No, un primo me la prestó. — sonríe de lado. — ¿Te gusta? — asiento.
— Es cómoda. — Señalo y mis dedos tamborilean sobre la ventana. — ¿A dónde iremos?
— Esa una sorpresa — me guiña el ojo, juego con mis manos sobre mi regazo y escucho su risa ronca envolvernos por completo — Tranquila.
— Estoy ansiosa.
— Sera un viaje largo. — toma mi mano y me besa el dorso.
(Canción Her – Neighborhood)
Sonrío mientras comenzamos nuestro viaje al ritmo de la canción Her dejo descansar mi cabeza sobre el vidrio de la ventana. El día va perdiendo su luminocidad, y la noche nos aborda de manera rápida, una ciudad iluminada solo por las luces de los faros y las estrellas en el cielo.
Damien y yo compartimos un par de anécdotas aunque las suyas solo se tratan de su hermana y lo feliz que era contando estrellas. En cambio yo relato días en que papá y mamá nos llevaban a casa de tía Lauren y lo fascinante que resultaba el continente americano.
Río cuando suelta un par de notas y canta la canción con palabras que ni siquiera yo entiendo, no lo había visto reír tanto como ahora y creo que yo no he parado de carcajearme con sus ocurrencias.
Después de unas horas en el auto empiezo a sentirme cansada. Recuesto un lado de mi rostro contra la ventana y sé que Damien me observa, podría sentir su penetrante mirada a donde fuera que vaya.
Al despertar, no sé a ciencia cierta donde nos encontramos pero cuando abro los ojos solo noto la estación de gasolina. Nos hemos detenido y Damien no está, estoy envuelta en una manta polar color azul, y mi rostro descansa sobre una almohadilla de viaje. Parpadeo y enderezo mi espalda para buscarlo, puedo oler el fuerte olor de la gasolina, decido salir de vehículo en busca de Damien y lo encuentro recostado sobre la pared de la tienda del grifo, tiene un cigarrillo en la boca y al verme se lo quita y expulsa el humo.
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Editado: 04.07.2024