Un cuento para dormir
Narcissa vestía una bata de color celeste, su abultado vientre apenas si la dejaba caminar y ahora en vez de ir al cuarto de su hijo de apenas tres años, era su hijo el que llegaba a su cama. Aunque no la molestaba ni a ella ni a Lucius, pero si incomodaba al pequeño.
—¿Mamá cuándo llegara Draconis a casa?—el ceño arrugado de Brax la hizo reír.
—¿Por qué, bebé?
—Ya lo quiero ver. Además después tú podrás ir a mi habitación.—Narcissa sonrió y rió con ganas su hijo era tan parecido a su esposo, todo un Malfoy consentidor y también exagerado.
—Sabes creo que bajare un cuadro mío para que este en tu cuarto, puede que aún no hable como el de tu abuela porque eso solo pasa cuando uno muere, se encantan para eso. Pero... para que me veas en las noches ¿qué te parece amor?
—Es perfecto, mamá.—la brillante sonrisa de Brax la motivo hacer más de uno, quería que sus hijo pudieran hablar con ella sintiéndose seguros, haría dos. Sí, hablaría con el pintor de la familia.
oOo
Lucius caminó por su despachó, no podía creer que su amigo Severus fuera ya el maestro de pociones que tanto anhelo y que su esposo lo apoyara tanto. Lo estaba invitando a una cena en la casa Black donde estarían todos. Todos... el no quería verlos, a nadie y menos a él.
—Severus eres un idiota.—tomó un pliego de pergamino y empezó a contestarle a su amigo, para que Severus no involucrara a su esposo porque esta diría que sí.
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Editado: 02.11.2021