La sombra del pasado se cierne sobre mí mientras salgo del despacho de Jordan. La sorpresa inicial y la incredulidad persisten, pero una semilla de paranoia comienza a germinar en mi mente. ¿Es posible que haya sido contratada como parte de algún plan de venganza por lo que sucedió en la universidad? Bah, no es algo de mi mente eso, estoy completamente segura de que lo dijo en serio. ¿Tendría que demandarlo por amenazas o acoso laboral o algo así? ¿Cómo se supone que funciona eso? Por todos los cielos, esto me provoca mucho miedo e indignación, es decir, yo me maté estudiando para conseguir mi título y en estos años él hizo carrera en lo que yo estaba buscando para ahora resultar mi jefe. ¡Qué injusto todo!
Mi mente trabaja en exceso, considerando cada posibilidad, pasando por la idea de si la empresa pertenece a algún familiar o allegado de Jordan, o bien si entró sirviendo café y luego mató al CEO para ocupar su puesto. La historia pasada con Jordan, llena de tensión romántica al principio y desconfianza con jugosas traiciones más tarde, se convierte en una película mental que reproduzco una y otra vez sin más que incentivar la paranoia. La idea de que su sonrisa triunfante pueda esconder una intención oscura se arraiga en mi mente.
No puedo. No puedo, no puedo hacerlo, no puedo.
Al llegar a mi casa, lo primero que hago es marcarle a Ganesh y le cuento todo. Ella queda tan atónita como yo al saberlo.
–¡¿Estás loca?!–me dice ella al otro lado–. ¡Es el trabajo que cualquiera soñaría con tener! Además si ese estúpido es el CEO necesitará de alguien que esté ahí para salvar la empresa cuando él la lleve a la ruina.
–¡Ni siquiera tengo una oficina! Mi escritorio está en un pasillo a la salida de dos puertas que chocan entre sí al abrirse, con cajas y un computador viejo. ¡Esto me supera!
–¿Crees que él fue quien decidió tu contratación?
–No tengo idea, dice que sí, que su objetivo es vengarse de mí. Por mucho que haya ido en broma al respecto, sospecho que lo dijo en serio. Si hubieras estado ahí, habrías notado en su tono el resentimiento y el enojo con respecto a mí.
Mantengo el móvil entre mi oreja y mi hombro mientras cocino, por un momento creo que he perdido a mi amiga al otro lado de la línea hasta que me espabila con un aullido.
–¿Qué sucede?–le pregunto–. ¿Sigues ahí?
–Estaba stalkeando las redes de ese papacito. O sea, antes era muy atractivo, pero ¿ahora? Dios santo, mira lo que es ese hombre. Todo un señor Cooper. ¿Cuánto ha pasado? ¿Tres o cuatro años nada más?
Sí, está de infarto, pero eso no quita que conmigo se comporta en tanto un verdadero patán.
–No confíes en esos ojos, en verdad digo que es un hombre malvado–aseguro al otro lado.
–Escuché rumores en la universidad de que venía muy bien dotado.
–¡Amiga, por todos los cielos!
No sé si sea una imagen mental que quiera atraer ahora mismo, es decir, lo detesto y no importa que sea lindo, es un demonio.
–¿Qué? No me juzgues. Además, te estoy llevando a que lo veas de otro modo, no como a tu enemigo. Es el trabajo de tus sueños, él es un patán, no puedes ponerte a su altura sino demostrar lo de siempre: que tu estás por encima de ello.
En un momento de claridad me doy cuenta de que esta espiral de pensamientos oscuros no beneficia a mi carrera ni a mi bienestar emocional. Decido abordar la situación con profesionalismo y enfrentar mis miedos en lugar de dejar que mi miedo hacia él gobierne mis acciones.
–Cielos, Ganesh, tienes razón.
–Siempre tengo razón.
–Tengo que matarlo.
–¡¿QUÉ?!
–Es decir, con mi capacidad debo matar la de él. Si demuestro que soy buena en lo mío, no habrá manera de que pueda rebatir nada en mi contra.
–Sí, amiga, pero no te dañes, no te pongas a su altura.
–Tú lo has dicho: estoy por encima. Y es eso mismo lo que le voy a demostrar. Partiendo por el ítem de que entro a las cinco y treinta de la madrugada a trabajar, soy la única.
–Estás de broma.
–Te dije que me trae complicadas las cosas.
Termino dejando mis cosas de la cena a un lado, las guardo en la nevera y saco una sopa instantánea.
–Cenaré algo rápido y dormiré temprano. Mañana empieza algo grande e importante, claro que sí.
–¡Así se habla! ¡Tú eres la mejor!
–¡Soy la mejor!
Y en el momento que termino por colgar con ella, no puedo evitar que mis sentidos más bajos me lleven a querer revisarle las redes sociales.
Vaya.
Tiene una cantidad brutal de seguidores. Es decir, no es ningún influencer, pero está convertido en una auténtica figura empresarial de eventos prestigiosos y codeándose de grandes figuras además que unos cuántos famosos le siguen.
Le stalkeo hasta que encuentro una foto de él en una playa con un traje de baño diminuto que podría pasar por un calzoncillo fácilmente y nada más que eso. Su cuerpo está esculpido como por un artista además que llena muy bien ese pedazo de tela con un paquete que…
No. Basta.
Saco de inmediato su perfil de mi pantalla y regreso a la realidad.
¡Jordan Cooper es el demonio en persona, es el enemigo y no importa cómo haya llegado donde está! Juro por mi vida que lo voy a vencer.
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Editado: 22.05.2024