Narrado por Holly
Sarah me mira con preocupación mientras me ubico en la silla junto a la mesa y traen un pedido que yo no hice. Su voz suena llena de genuino interés cuando me pregunta:
—¿Te sientes bien, Holly?
Sonrío, aunque el sabor amargo de las gotitas aún persiste en mi boca así que lo paso con un poco de vino que hay en mi copa. Mi respuesta es cargada de una mezcla de emoción y determinación:
—Nunca podría haber estado mejor, Sarah.
Acto seguido me vuelvo a mi plato descubriendo que todos tienen la misma comida, quizá se trate de un menú ejecutivo de parte de mi amiga que consta de una entrada de camarones apanados con una salsa agridulce y de beber vino y agua. Luego traer comida que consta de carne en trozos asada con verduras también asadas en brochetas mientras al frente, en el escenario Christine es quien aparece con un vestido pomposo y todos la aplaudimos y celebramos su aparición.
Es toda una reina Drag mi mejor amiga quien se para al frente y todo el mundo la ama, lo cual me llena también el corazón. Me encanta verla vibrar, tiene una energía maravillosa, ya entiendo por qué me cedió su vestido aunque me queda un poco suelto comparado con su porte físico que seguramente lo llena bien, yo no he sido muy agraciada que digamos con las curvas y me faltan un par de kilos para completar lo que debiera.
En fin, ella es bellísima y despampanante.
La música comienza a sonar y Christine inicia su actuación, se la ve maravillosa, excéntrica, con muchos colores que son puro destello bajo las luces de los reflectores y una sonrisa se me escapa de los labios al verla así, feliz, plena, siendo simplemente ella misma.
Un chico con saco y galera aparece para sentarse frente al piano y comienza a tocar acompañado de aplausos de todos los demás.
Las vibras hermosas del lugar me llenan el corazón.
Christine se envuelve en una boa fluorescente y se pasea por el lugar mientras canta a ritmo del piano:
La oficina es gris y la pantalla brillante,
los sueños de computadora son solo un instante,
es un reino de papeleo y monotonía,
que no podrá acallar la buena sintonía.
Christine se baja y viene hasta nosotros. Uno de los chicos es rodeado con sus uñas largas que lo enredan mientras le canta al oído con el micrófono inhalámbrico contra su boca:
Corbatas y tacones, que viva la rutina,
Hombres en sacos salidos de la tina.
Sigue andando y le toca al jefazo. Por todos los cielos. Una risa loca me da al verlo a Christine con la boa que le rodea el cuello y el monstruo de Jordan también se sonríe aunque con un pelín de incomodidad mientras nuestra compañera le canta.
Tenemos al jefazo más sexy de todos,
tiene mal humor pero si se deja me lo como.
Todos soltamos una risotada y la aplaudo. Es una genia, la amo, con su humor y su carisma me juego a que acaba de hacer lo que nadie podría que es sonrojar al mismísimo Jordan Cooper.
Es nuestra celda de nueve a cinco,
aunque mi amiga es la que entra a las cinco…
Me señala a mí y me sorprende que lo sepa. Bah, es obvio que estoy desde temprano ahí al igual que Cooper.
Christine se sube a una silla y nos sigue cantando:
Ellos dos son los primeros en llegar,
parece que se odian y que se van a matar,
pero muy en lo profundo estoy segura de que…
Ay, no. No, no, no, dime que no lo dirá que no arrojará esas absurdas teorías de Cooper y de mí delante de todos.
…estoy segura que entre los dos hay pura tensión textual.
—¡Woooow!
Todos aplauden y yo escondo mi rostro entre los dedos mientras Christine se vale de sus dotes artísticos para andar arrojando esas absurdas teorías que no hacen más que sonrojarme y hacerme sentir tan pequeña.
Me divierte, pero también me aterra lo que acaba de suceder. No sé si será producto de las gotitas que los chicos me dieron en el baño, pero me siento tan risueña que los nervios son opacados rápidamente sin que sean lo suficientemente efectiva como para plantearme de qué manera se supone que podré continuar esta noche.
Todos aplauden mientras me atrevo a darle una miradita a Cooper entre los dedos de mis manos, descubriendo que también me está mirando fijamente, divertido. Juraría que no se siente tan avergonzado como yo en este momento y sospecho que no le hará nada a Christine, pero si hubiera sido yo la que cantara esa canción ya me estaría rompiendo los huesos con un hacha, mínimo. O no lo sé, hay algo en él que no me termina de cerrar y que no le hace sentir apenado tras lo que Christine nos acaba de cantar delante de todo el mundo.
—Esto es mío, bombón—dice ella quitándole la boa del cuello a Cooper y se la lleva hasta el escenario para luego desaparecer entre aplausos agitados y un estupendo cierre que incluye un apagón.
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romance y humor, amor en la oficina, millonario con chica inocente
Editado: 22.05.2024