Los días han pasado de prisa. Ya es fin de semana y justo está mañana mamá partió a un retiro en alguna Villa a las afueras. Estará de regreso el lunes antes del almuerzo, según lo que me explicó antes de irse.
Como es costumbre cuando esto sucede, mi querida amiga Carrie, se queda haciendome compañía. Solemos tomar esos días para hacernos faciales, pintarnos las uñas, arreglar nuestros cabellos y por supuesto, hablar de cualquier tema sin temor a ser escuchadas por un adulto. Es fascinante. Aúnque está vez nuestro fabuloso fin de semana solo para nosotras estuvo a punto de arruinarse cuándo la señora Sara propuso qué yo me quedara en su casa por ésos días y mi madre, como era de esperarse, la secundo. Solo después de qué Carrie y yo insistieramos en qué no era la primera vez que ambas nos quedábamos solas por unos días y qué nunca a sucedido nada malo, cedieron, no sin antes leernos una lista de todo lo que no debemos hacer, hasta nos advirtieron de dejar pasar extraños a la casa como si tuviéramos cinco años o ganas de ser asesinadas por un desconocido.
Por otro lado, me agrada qué mi amiga no estará sola encerrada en su habitación todo el fin de semana, pensando en el bueno para nada de su ex besándose con su nueva víctima, digo novia. Aúnque la muy... simpática, no es que esté muy deprimida qué digamos, pues no a desperdiciado oportunidad para molestarme con sus incómodos comentarios sobre Daniel. Después de que terminó la clase de literatura Daniel y yo salíamos juntos del salón cuando nos encontramos con ella en el pasillo. Su cara pasó de sorpresa a confusión y otra vez a sorpresa y sus ojos no dejaban de examinar al chico qué yacía a mi lado. Debo agradecerle qué no fue hasta qué estuvimos solas qué empezó con sus ridículas insinuaciones. "Pasaste muy rápido del sapo al príncipe", me había dicho mientras íbamos juntas al gimnasio; en un principio no había entendido su comentario y por la expresión de mi rostro ella lo supo y pasó a explicarse mejor: "sabes a lo qué me refiero... ésta mañana te encontré hablando con Liam (él es el sapo) y hace un rato estabas acompañada por tremendo adonis... creo qué no hace falta aclarar qué él es el príncipe en este caso". Tras escucharla no pude evitar reír animadamente, pero de eso hace tres días y la verdad ya no me causan tanta gracia sus comentarios sobre ese tema. Y pensar qué estaremos juntas en literatura no me hace muy feliz sabiendo qué estará fastidiando todo el tiempo ya qué Daniel estara ahí, 《el maestro debió decirle qué no la podía aceptar》. Sé qué sueno egoísta o mala amiga pero de verdad Carrie sabe cómo sacar lo peor de mí.
Y ahí estaba yo. Todo un fin de semana con ella.
-Y dime Carliti, ¿tú y el cuñis ya tienen los nombres para mis sobrinos? -dice, con una sonrisita pícara y un ceja levantada.
-¿Carliti? ¿en serio? -No me gusta para nada ese ridículo diminutivo- ¿y podrías parar con... eso? -le digo refiriéndome a lo otro...
-¿Eso?, lo siento no sé de qué me hablas -se hace la desentendida pero una mirada fulminante la ayuda a recordar- oh, ¿te refieres a los nombres de los sobrinos qué tú y el chico misterio me darán?
Ruedo los ojos y abandono la habitación rumbo a la cocina, no le seguiría el juego.
-Vamos Carlye, no me digas qué te enojaste -dice a mis espaldas.
-No... bueno sí, un poco - respondo sin mirarla concentrada en las escaleras frente a mi.
-Okay, lo siento -la escucho decir y en mis labios se dibuja una pequeña sonrisa de triunfo. Perece qué ya me la quité de encima. -Es que nunca te había visto tan cómoda con un chico qué no pude evitar hacerme ideas; hasta me da celos qué te olvides de mi -vaya qué es dramática.
-Carrie, eres más que mi mejor amiga y lo sabes. Nunca debes de sentir celos de nadie por qué nadie te puede reemplazar, ¿de acuerdo?
-De acuerdo -responde y puedo ver alivio en su rostro-. Pero no negaste qué te gusta -No sé rendirá tan fácil.
Qué he pensado en Daniel y qué me sorprende qué me agrade tanto, es verdad. Aceptarlo delante de Carrie, sería firmar mi sentencia de muerte.
-¡Eres imposible!
▪▪▪
Cenamos pasta. Sé suponía qué yo la prepararia pero a última hora Carrie se ofreció a la causa argumentando qué mi pasta siempre quedaba con un intenso sabor a ajo, lo cual para mí no es cierto pero igual le ofrecí los honores. Comimos en la cocina mientras charlabamos sobre trivialidades. Después subimos a mí recámara y cepillamos nuestros dientes. Después subimos a mí recámara y cepillamos nuestros dientes. Estábamos sobre la cama, cada una usaba su respectivo celular cuando mi amiga decidió hablar:
-Oye, ¿crees qué tú mamá tenga guardadas fotografías de ella y mi mamá? -pregunta con aparente interés y con una sonrisita qué no auguraba nada bueno.
-Tal vez -respondo examinando su cara-, ¿porqué preguntas?
-Necesito una foto de mi madre de cuándo tenía más o menos mi edad -me explica- intenté encontrar alguna en casa pero me fue imposible, no tengo idea de donde guardo esa mujer tantas fotografías qué veía de niña.
La señora Sara no era la única qué había escondido fotografías. Mi madre también lo había hecho. Lo sé por que en el pequeño álbum que está en un cajón de una de sus mesitas de noche, no están todas las fotografías qué me encantaba ver de pequeña. No sé por qué lo hizo. Podría pensar qué no quería que viera fotos de papá, pero esas si están en el álbum; más bien las que ocultó eran precisamente esas fotografías de cuándo estaba en la universidad. Mi madre y Sara se conocen desde qué ambas estaban estudiando sus carreras, por lo qué los amigos de una también eran los de la otra. De niña me encantaba ver esas fotos, no importaba qué las hubiera visto el día anterior, siempre era emocionante para mi; hace años qué dejé de hacerlo, obviamente al crecer fui tomando interés por otras actividades, pero fue la negativa de mi madre a responder preguntas acerca de quiénes eran los qué aparecían en algunas fotografías y su cambio de ánimo lo qué me hizo buscar entretenimiento en otras cosas y olvidarme de las fotografías.