Terra Fai: Un Nuevo Mundo

KAPTER IV

Aquella mañana fría del 10 de diciembre, luego de un delicioso desayuno la pareja se preparó para asistir a la que posiblemente sería la mejor y más bella gala del planeta Terra. Una ceremonia que mezclaba tradición y sencillez, llena de sensaciones, rigor, organización y fórmulas sencillas. Eran muy pocos los escogidos al evento de las ciencias, la literatura y la economía mundial.

—Qué día tan frío —comentó Martinz colocándose un abrigo de cuero oscuro.

—Hoy será un gran día amor —respondió Cristal abrazando a su novio.

En ese instante recibieron una llamada a través del holoteléfono de la habitación.

—¡Jume! Doctor Martinz, —dijo la imagen de la señorita Larsson en el dispositiv— o luego del almuerzo en el hotel tendrán la oportunidad de conocer uno de los destinos turísticos predilectos del país, la Fundación Nobel les obsequia un paseo al bello Archipiélago de Estocolmo.

—¡Qué gran detalle de parte de la Fundación!, se les agradece —añadió Alonso.

—Los agradecimientos son nuestros por la loable labor que ha desempeñado en el ámbito de la ciencia, tecnología e innovación, sin excluir el antídoto para salvar tantas vidas.

—No ha sido nada, todo es en pro de la humanidad —respondió mientras Cristal le estampaba un cálido beso en la mejilla.

—A las 4:00 pm serán llevados al gran Kiuden di Kendato de Estocolmo, la puntualidad es muy importante ya que el comienzo debe ser exactamente a la hora estipulada, 4:30pm —revisó la hora en su prenda.

—Excelente, muy amable señorita Eva. Que tenga un feliz día.

—Feliz día para ambos, que disfruten. ¡Jetve maiho! —se despidió la chica mientras desaparecía el holograma.

Alonso miró jocosamente a su pareja.

—Okey, señorita Di Leone, tendremos un romántico paseo por el majestuoso Archipiélago, ¿Desea acompañarme? —le preguntó de forma juguetona a Cristal.

—Con mucho gusto acepto tu invitación, próximo Nobel de Medicina y Fisiología —respondió Di Leone con su particular sonrisa.

Tras aquella exquisita comida del mediodía fueron buscados por un aeroauto último modelo frente al gran hotel.

Un hombre de aproximadamente la misma edad del Doctor sería su anfitrión, su chofer; éste llevaba un elegante traje oscuro, propio de su profesión junto a un sombrero y lentes oscuros. Su acento era casi sueco aunque no parecía ser nativo del país por su piel trigueña.

Un arma, más pequeña de lo normal, reposaba cerca del cinturón por su costado izquierdo, aunque no era un artículo reglamentario; la seguridad al trasladar un personaje famoso del planeta junto a su pareja no estaba de más.

El atlético sujeto les abrió amablemente la puerta a los prometidos para luego encargarse de trasladarlos al destino turístico.

Un paseo a media luz por el invierno, con unos grados bajo cero, rodeados de agua y bellos edificios de aquellas antiguas épocas mezclado con las estructuras innovadoras les permitió apreciar la gran vista del paisaje y luego un recorrido por la ciudad presagiaba que la capital era la anfitriona de los Nobel.

A partir de las dos de la tarde, el centro se topó de muchedumbre por doquier.

—Que gentío hay ahora por las calles, en comparación a cuando salimos del hotel —comentó Martinz con las vista al exterior.

—Por la tarde es que se comienza a percibir el ambiente previo a los premios, durante todos los años suele suceder así, Doctor —argumentó el chofer del vehículo mientras lo observaba por el retrovisor al manejar.

El dispositivo tecnológico de la noche anterior volvió a activarse, esta vez con más énfasis, el color de aquella alerta era mucho más intenso. El Doctor sólo lo vio de reojo y lo tapo con su mano derecha antes de hacer un comentario a Di Leone.

—Querida Cristal, creo que ya se acerca la hora de ir al Palacio donde se realizará la entrega.

—Me ha encantado esta ciudad, Alonsito —añadió Di Leone recostando su cabeza al pecho de Martin— ¡Qué gran vista!, debemos volver algún día, amor.

—Te lo prometo, mi economista favorita.

Minutos antes de la hora establecida el educado chofer llevó a la pareja al Hotel Seuden para unirse al resto de los laureados que abordarían los vehículos para trasladarlo a la gala. El piloto salió del aerovehículo para proceder a abrirles la puerta. Primero la señorita Di Leone y luego Martinz.

—Muy amable señor, ha sido un excelente anfitrión —Alonso se despidió con un apretón de manos.

—Ha sido todo un placer verlo Doctor... Soy un amante de su trabajo, por eso no pierdo de vista sus apariciones —éste le respondió con el mismo gesto sólo que algo más brusco, producto de su contextura corpulenta.

Cristal, algo inquieta por aquel instante, le hizo un gesto para despedirse y acercarse a su prometido. El sujeto procedió a subirse en el asiento del piloto para luego retirarse.

—Ahora al evento principal, mi Cristal —añadió Alonso.

La señorita tomó el brazo de su pareja para acercarse a uno de los aeroautos previamente indicados por el protocolo.

Emprendieron hacia la autopista. La multitud se hizo presente a los laterales del camino, saludando a la familia monarca del territorio sueco e inmediatamente a las personalidades que hacían parte de la columna de aeroautomotores que se acercaban a su destino. Llegaron a la zona reservada para el acceso de la caravana real y de los premiados, posteriormente se adentraron en los sótanos del garaje del Kiuden di Kendato.

Desde la puerta de acceso, numerosas azafatas y azafatos, de trajes oscuros y largos, con una banda azul y amarilla permanecían atentos a la llegada de invitados dentro de un salón enorme con una bóveda que relucía pinturas propias de la cultura nacional; mientras, los encargados de la seguridad hacían la correspondiente supervisión de los humanos androides que asistirían, esto último estipulado hacía poco para mantener un control de este tipo de población y así atenderlos de la mejor manera.



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En el texto hay: tecnologia, romance, accion

Editado: 09.09.2025

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