Horas antes del gran banquete en el ayuntamiento de Estocolmo, los camareros ensayaban una y otra vez su trabajo, al igual que los artistas que amenizarían el festín. Los técnicos de la holotelevisión hacían sus últimas pruebas. Cinco horas de retransmisión en directo de la cena obligaban a un trabajo muy profesional.
—Alonso, ¡Felicitaciones! Has puesto muy en alto el nombre de nuestra querida Venezuela —expresó Di Leone mientras iban en la lujosa aerolimusina.
—Gracias mi vida, no ha sido nada. Solo trabajo, estudio, y muchas noches de trasnocho —comentó graciosamente mientras Cristal lo abrazaba.
—¡Brindemos! —una espumosa bebida champanizada fue servida en dos copas traslucidas que ambos sostenían en sus manos— Brindemos por tus éxitos, por el triunfo conseguido y por los que vendrán... ¡Brindemos por ti, mi querido Alonso Martinz!
El característico —clink— se hizo presente dentro del vehículo.
La frialdad del final de la tarde corría a través del rostro de Cristal quien observaba introspectiva aquella ciudad a través de la ventana; un ejemplo de esos momentos cuando las mujeres se callan ciertas cosas, cuando el pecho solo quiere dejar fluir sus inquietudes. Un pensamiento revoloteaba por su mente, una novedad recibida hace poco, la cual estaba resolviendo comunicar y hacérsela saber a Alonso.
—Amor... —interrumpió Martinz la conversación interna de la chica— estás algo distraída, ¿Te pasa algo?
—No... nada Alonsito. Solo pensaba... lo lejos que has llegado. Estoy orgullosa de ti.
—La verdad no me parece que sea eso, sabes que puedes confiar en mí.
—Lo sé. Creo que fue la belleza de esta ciudad que me distrajo por un momento —dijo volteando para verlo directamente al rostro—. ¿Recuerdas el comentario que me hiciste a mitad de año?
—Sí, claro Cristal.
—¿Seguro lo recuerdas? A ver... dime qué fue.
—Ok, me agarraste. No me acuerdo.
—Viste Alonso, ¿Cómo se te pue...
Y antes de que ella terminara, él continuó.
—Solo recuerdo haberte dicho, que finalizaríamos este año con unas interesantes vacaciones en las playas de Margarita —Di leone sonrió mientras el continuaba—. Que quería sentar cabeza contigo y comenzar una vida, solos tú y yo. Tras nuestros deberes, nada ni mucho menos nadie, absolutamente nadie, nos incomodará.
—Relacionado con eso último quiero decirte algo. Resulta que… —en ese instante fue interrumpida por el comentario del chofer.
—Disculpe, señorita. Doctor, hemos llegado al Ayuntamiento de Estocolmo donde se llevará a cabo el Banquete de los Nobel —mientras encendía los intermitentes traseros del aerovehículo.
—Excelente. Ha sido muy amable —lo observó por el retrovisor interior.
Cristal bajó la mirada.
—Luego seguimos conversando, amor. Disfrutemos esta gala, será inolvidable.
La chica demostró una incertidumbre disfrazada de sonrisa. La pareja salió de la aerolimusina y se adentraron en el lugar. Un sitio muy lujoso, acostumbrado a recibir este tipo de eventos desde su creación. Todos los elegidos para la cena querían hablar, dirigirse y hasta tomarse una foto con el científico merideño. Las congratulaciones no se hicieron esperar, Martinz y su prometida eran el centro de atracción.
A las siete en punto, todos los comensales estaban en sus asientos, a excepción de los ochenta de la mesa principal. Justo en ese momento llegó el momento de entrar.
—Damas y caballeros, tiep vufut coipwipofut al Ayuntamiento de Estocolmo. A continuación, entrarán al salón principal, allí degustarán las exquisiteces que han preparado nuestros chef calificados —comentó a los asistentes una azafata sueca—. Sean tan amables de acompañarme, por favor.
El Rey Desm XVI Hatveg rompió totalmente el protocolo en el instante previo al comienzo y se acercó al Doctor Alonso Martinz.
—Su Majestad, es un honor estar frente a usted —dijo el venezolano atónito.
—El placer es mío, Doctor. Estoy en deuda contigo, gracias a su descubrimiento, mi querida hija y Princesa heredera Odvu se salvó de esa horrible enfermedad —comentó el Monarca con una postura muy recta, propia de un Soberano.
—Me alegra que la pequeña Princesa se encuentre bien.
—Es usted bienvenido a este país cuando desee. Cualquier favor que amerite puede hacerme saber su inquietud y te la resolveré de inmediato.
—Es todo un placer recibir tal detalle de Su Majestad.
—¡Que disfrute la noche!
—Igualmente excelencia, ¡Jetve maiho!
La pareja se despide con un gesto propio de la interacción ante la realeza.
—Me parece una persona muy amable —añadió Cristal.
—Se ve que es un buen hombre —continuó el académico—. Okey, vamos. Ya empezaron a entrar las primeras autoridades, luego seguimos nosotros.
Comenzaron a descender de la escalinata principal, dando los caballeros el brazo derecho a las damas. La bella azafata abría el desfile de personalidades, el Presidente de la Fundación del brazo de la Reina, seguido del Rey con la esposa del Presidente de la Fundación. Le seguían el resto de la Familia Real, premiados y esposas, principales miembros junto a sus parejas. A ritmo musical, los protagonistas accedieron al salón principal y se dirigieron a sus asientos. Todo el mundo sabía su papel.
El Presidente de la Fundación, posterior a El Rey, hizo el brindis. Tras él comenzaron a servirse los platos, en un festín que duraría alrededor de tres horas, seguido de un baile hasta la medianoche.
—Este helado está delicioso —comentó Alonso a su compañera mientras degustaba del postre—. Tiene similitudes a los que hemos probado en la Heladería Coromoto, allá en Mérida.
Cristal reaccionó a una especie de trance.
—Sí, claro... Este Cordero es riquísimo.
—Creo que no hablaba del cordero... Dime, ¿Qué ocurre?
—Sabes, hace un tiempo he tenido diversos cambios... —añadió Cristal con el corazón acelerado, para recibir una interrupción.