Terrible Obsesión.

7. CAPITULO❄

Maddison's POV.

¿Qué acaba de suceder?

¿Acaso Axel Miller trató de consolarme?

No lo puedo creer.
El tan imbécil después de ignorarme por dos semanas viene, me abraza y me dice que estará para mi.

Pff... ¿Quién se cree que es?

Igual. Al fin y al cabo la estúpida soy yo. Siempre lo soy. No tengo ni la mínima puta idea por la cual estaba llorando.
Sólo recordé una parte de mi pasado y mis lágrimas no tardaron en venir. Sigo siendo una débil.

Estúpida y débil.

Si tan sólo pudiera olvidar todo lo ocurrido y comenzar una vida de nuevo.

Si tan solo los recuerdos no fueran tan malos...

Si tan sólo mi vida no fuera una mierda...

Si tan sólo no existiera...

Eso sería la gloria.

Un peso menos en esta ciudad...

Una carga menos para mi tía...

Un ser menos en este planeta...

Una alma menos en esta vida...

❄❄❄

De camino a casa, con mis auriculares puestos y la música a todo volumen paso por un kiosco donde hay un cartel con la marca Bon o bon. Yo no soy una persona de comer golosinas pero creo que necesito algo dulce para sacar un poco de la amargura que tengo y llevo en mi absurda vida.

—¿Qué se le ofrece?— pregunta el anciano detrás del mostrador.

—Quiero dos chocolates de estos—digo apuntando los dos últimos bombones que quedan en el frasco.

El hombre canoso asiente y toma el frasco entre sus manos tratando de abrirlo sin conseguir éxito alguno.

—Déjeme.— musito quitándole de sus arrugadas manos de anciano y tratando de abrirlo hasta que consigo hacerlo.—Aquí tiene.

—Muchas gracias jovencita,—dice él con una amable sonrisa en su rostro.—la edad ya me está llevando por delante, y las fuerzas ya no son las mismas que hace tiempo atrás.

Le dedico una de mis sonrisas más complacientes y mascullo— ¿Qué dice hombre?, ni que fuera tan viejo.

El pobre señor comienza a reírse por mi comentario y pregunta—¿algo más niña?

Por un momento dudo en decírselo o no, después de todo no era uno de los vicios más fuertes que he tenido, pero supongo que necesito uno ahora mismo...

—Un cigarrillo, por favor.

—Tan joven y ya fuma. Déjame decirte que arruinaras tu salud con esa porquería—Opina éste.

Últimamente la gente está empezando a entrometerse y a agarrar confianza conmigo.
Primero Erick, luego Axel, después Nina -aunque la diferencia es que a ella si la dejo que se entrometa-, y ahora este anciano que ni siquiera conozco.
¿Por qué no me dejan en paz? Supongo que era mucho mejor cuando nadie me notaba. Cuando era "la chica invisible"

—Ese no es su problema, disculpe.—contesto al hombre tomando mis bombones y cigarro marchándome de allí.

Llego al departamento y como siempre no hay nadie. Mi tía trabaja de corrido en ese bar para poder pagar las cuentas y demás, ya que el dinero que nos envía mis abuelos cubren algunos gastos de mi universidad que no es demasiado por la beca que obtuve.

Entro a mi habitación y tiro mi bolsa a un lado, luego me quito la sudadera dejándome con una musculosa de tirantes finas. Para sentirme más cómoda me quito el brasier y los jeans cambiandolo por un short deportivo. 
En casa suelo andar descalza. Sólo uso zapatillas para ir a la universidad o a comprar en el supermercado de la esquina.

Voy a la cocina a buscar un mechero y luego me dirijo a la pequeña terraza del departamento de mi tía.

Prendo el cigarrillo para luego llevarlo a mis labios y darle una calada.

Ay ay ay.

Ya han pasado ocho meses desde la última vez que fumé un puto pucho, y aún se siente como si fuera el único maldito remedio que calma y tranquiliza mi temperamento.

Inhalo el humo con nicotina y exhalo hacia el lado donde se dirige el viento y pienso en cuanto desearía poder desaparecer días como el humo del cigarrillo.

Ya sólo me está quedando el filtro pero cuando le estoy por dar la última calada el timbre del departamento suena logrando que me sobresalte y que lo que me quedaba de cigarro caiga al piso de la planta de abajo.

—Demonios.

Entro nuevamente a la pequeña sala para dirigirme a la puerta y abrirla.

Cuando lo hago quedo cayada sin articular una sola palabra. El rostro de la persona que menos me esperaba se encuentra frente a mi con la cabeza gacha y manos dentro de los bolsillos delanteros de su pantalón.

¿Qué hace él aquí? O mejor dicho, ¿Qué es lo que busca?

—Axel.

—Maddison.

—¿A qué viniste?—pregunto apoyándome contra el marco de la puerta.

—¿Puedo pasar?—dice sacando una de sus manos dentro de su bolsillo y pasándola por su cabello oscuro.

Mi mirada no se aparta de la suya. Sigue cada movimiento de sus manos, de sus gruesos labios y de esos ojos color avellana.

Puedo notar que se encuentra nervioso. Él está nervioso.

Enarca sus cejas y vuelve a decir— ¿Maddison?, ¿Me dejas pasar?—asiento dándole lugar para que pueda entrar su gran trasero de nuevo a mi casa.




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