LA MUJER DEL VESTIDO DE NOVIA
En un remoto pueblo situado junto a un caudaloso río, se contaba una espeluznante leyenda sobre una mujer misteriosa que aparecía en las noches de luna llena. Vestía un etéreo y tenebroso vestido de novia, empapado y desgastado por el paso del tiempo. Sus cabellos oscuros caían en desorden sobre sus hombros, y un llanto desgarrador resonaba en la penumbra, llamando la atención de aquellos borrachos que pasaban cerca del lugar.
La mujer fantasmal aparecía en la orilla del río, justo donde la oscuridad y el silencio se encontraban. Su llanto parecía el eco de un pasado trágico y oscuro, y su presencia emanaba una extraña y perturbadora energía. Los hombres que se encontraban en su camino, tentados por la curiosidad o su condición de ebriedad, se acercaban para ayudarla, creyendo que podían consolarla o entender su aflicción.
Sin embargo, al acercarse lo suficiente, aquellos que se atrevían a ayudarla se encontraban con una terrorífica verdad: la mujer no tenía rostro. Donde deberían estar sus ojos, nariz y boca, solo había una superficie lisa y blanca, como si su rostro hubiera sido arrancado de forma macabra.
Un escalofrío recorría sus espaldas y un miedo paralizante los invadía. Pero antes de que pudieran reaccionar, la mujer sin rostro extendía sus brazos y, con una fuerza sobrenatural, los arrastraba hacia el río, donde se sumergían en las aguas oscuras y desaparecían para siempre.
La leyenda advertía a los habitantes del pueblo sobre el espíritu vengativo de la mujer sin rostro, que buscaba vengar alguna tragedia pasada o un amor no correspondido. Se decía que aquellos borrachos que eran atraídos por su llanto y se acercaban a ella pagaban un alto precio por su curiosidad.
A medida que la leyenda se extendía, los aldeanos comenzaron a evitar pasar cerca del río en las noches de luna llena; los susurros sobre la mujer sin rostro se propagaron como un eco macabro, manteniendo a los borrachos lejos de la oscuridad que custodiaba el río.
Una noche, un grupo de jóvenes osados decidió poner a prueba la leyenda. Desafiando el miedo y la superstición, se acercaron sigilosamente al río durante la luna llena. Rieron nerviosamente, intentando mantener la calma, mientras esperaban el llanto aterrador.
Y entonces, ocurrió. La mujer sin rostro emergió de las sombras, su vestido de novia ondeando al viento, y sus lágrimas silenciosas parecían como perlas brillantes bajo la luz de la luna. Los jóvenes contuvieron la respiración, sintiendo el escalofrío recorriendo sus cuerpos.
Uno de ellos, valiente o insensato, se acercó lentamente hacia ella, creyendo que podía enfrentar sus miedos y descubrir la verdad detrás de la leyenda. Pero antes de que pudiera tocarla, la mujer sin rostro giró hacia él, y en su mirada sin ojos, vio reflejado su propio miedo y vulnerabilidad.
Con un grito ahogado, el joven retrocedió, pero era demasiado tarde. La mujer sin rostro extendió sus brazos y lo arrastró hacia las profundidades del río, desapareciendo con él en la oscuridad.
Los demás jóvenes huyeron despavoridos, con el terror en sus corazones. A partir de esa noche, el río se convirtió en un lugar prohibido y maldito, donde solo se escuchaban los ecos del llanto de la mujer sin rostro, una advertencia constante de que la curiosidad y la imprudencia podían llevar a un destino aterrador y desconocido. La leyenda de la mujer sin rostro continuó acechando los sueños de los aldeanos, recordándoles que, a veces, es mejor no adentrarse en los misterios oscuros que la noche oculta.
Editado: 17.06.2024