<<Esta oscuro, no sé si es estoy vivo o muerto…
Es el primer día de expedición, somos un grupo de cuatro personas, un camarógrafo, un guía, un biólogo especializado en animales que habitan en lugares cálidos—como lo es la selva amazónica—, y por supuesto yo, un amante coleccionista de animales exóticos, nada me detiene a la hora de conseguir lo que quiero.
Juntos partimos desde Perú, con rumbo al este, hacia Brasil, donde será nuestro final. Claro, siempre y cuando encontremos lo que estoy buscando. Hace unas semanas, me encontraba en la Sabana, lugar donde paso la mayor parte de mi vida, observando y coleccionando especies raras que, por alguna casualidad de la naturaleza, nacen.
Me llegaron unas fotos, mostrándome lo que podría ser un rastro de algo gigantesco, una serpiente con dos metros de diámetro. Eso sería suficiente como para devorar a una persona, y que aún permaneciera viva dentro de ella, hasta ser digerida.
Cada día que pasa la selva amazónica se vuelve más espesa. Ya es el cuarto día de expedición, nos encontramos en el lugar donde la foto fue tomada. Es difícil caminar, la flora es bastante grande, y nos quita bastante visión, decidimos amarrarnos una soga en nuestras cinturas para no perdernos.
—¡miren eso! —gritó el guía con emoción, quién iba delante de nosotros.
Todos giramos a observar lo que nos señalaba, y era una muda de piel enorme, nos sacamos la soga, y estiramos los restos de piel entre los cuatro, midiendo una longitud total de veintiséis metros.
Nuestra euforia se vio bloqueada por el grito del biólogo, quien se encontraba al final, detrás de nosotros. Corrimos en seguida en su auxilio, pero ya era tarde, el horror junto a la admiración nos recorrió el cuerpo. No vimos al biólogo, pero si vimos a esa majestuosa creación de la naturaleza arrastrarse, entre la fauna con dirección al río.
—¡maldita! —dijo el guía, mientras sacaba su rifle, apuntando a la bestia.
—¡idiota!, ¿Qué crees que haces? —fruncí el ceño, mientras corrí a detenerlo.
Mi reacción llegó tarde, la bala había llegado al cuerpo de la serpiente, llamando su atención—esa bala, no le causo el mínimo daño, solo atrajo su mirada hacía nosotros—, ahora nos encontrábamos siendo perseguidos por ese magnífico animal.
El guía, fue el segundo en desaparecer del plano. Solo quedábamos el fotógrafo y yo, sin embargo, poco pudimos hacer ante semejante ser, mientras nosotros corríamos un par de metros por segundo, esa cosa avanzaba el triple de rápido.
El tercero fue nuestro fotógrafo, ahora me encontraba yo en medio de la selva, esperando un milagro que no llegaría, lo sé, porque me encuentro dentro, en las entrañas de ese grandioso animal, esperando ser digerido por los gases gástricos de forma lenta.
Increíblemente, me encuentro vivo, con mis cinco sentidos aún, por suerte, traje conmigo una pequeña caja de metal, donde colocaré mi libreta donde describo todo lo ocurrido. Si encuentran esto, es porque ya estoy muerto>>.
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Un grupo de rescate, fue en busca de estas cuatro personas, luego de desaparecer por un mes. En la orilla del Río Marañón, se encontró una caja de metal, dentro se encontraba un diario, donde parte de las últimas páginas están aquí escritas. También se encontraba dentro, un rollo de fotos que, al revelarlas, se podía apreciar lo que sería el interior de un animal desconocido de gran tamaño, junto al coleccionista, aún con vida.