—Estas demente ? susurro una voz haras que nos maten.
Era unos de los desérticos quien había arrastrado a atelis fuera del área visual donde se encontraba gritando. Atelis sorprendida empuñaba ya su espada pero contuvo y preguntó a su captor.
—¿Quién eres ? —
—Soy un vermisero del desierto debía de atacarte, estabas haciendo demasiado ruido, si los vermis se despiertan por la noche son terribles y feroces. —
Atelis observó a su alrededor las colinas de rocas erosionadas por el viento seco y caluroso sobre estas unos seres encapuchados los vigilaban desde las alturas.
—¿Son desérticos ellos también, los de las colinas? —
—Si viene conmigo siganme y los dirigiré hacia nuestros líderes. —
Los demás aliados de Atelis se procuraron que ella estuviera bien y siguieron sus pasos Tarmad aún dudaba de su elección y su destino para con estos revolucionarios pero seguía y atento a la arena pues es de donde salían estos monstruos llamadas vermis, paso tras paso el desierto se estinguia y se convertía en rocas enormes, acantilados y precipicios secos, de escasa vegetación y de agua, líquido que ya hacía falta para los cuerpos de los aliados habían recorrido toda la noche por estos parajes color marrón las huellas que dejaban a su paso era borrada por el viento sofocante y las molestias hablaban el lenguaje de los guerreros, frustración, enojo e impaciencia, hasta que los pasos se detuvieron, para luego dirigirse lo que parece ser una cueva en medio de estas rocas de tamaño colosal, todos entraron dejando vigilantes de lado de Atelis y de los desérticos, custodiaban la entrada, no cualquier entrada no cualquier cueva, era la entrada a la ciudadela subterránea de los vermiseros, los desérticos y onixenses en generala que huían del régimen de Maquiavelo.
Allí bebieron hasta hartarse y comieron un festín de bienvenida vigilados eternamente por guardias que apuntaban armas desde lo alto de estalagmitas, los aliados de Atelis estaban satisfechos mientras la líder conversaba sobre sus planes con los líderes de los desiertos.
Heme aquí señores del desierto —dijo Atelis — acompañada con el arma que acabará con el régimen de Maquiavelo.
—Explica tu plan joven líder —exclamó uno de los líderes con una voz grave y tremebunda.
—Que alguien me ataque con una lanza yo sobreviviré pues el arma que poseo tiene poderes similares a los mismos primordiales que un día fueron llamados dioses. —
Entonces Atelis tendió su mano y esta fue atravesada por una lanza de hoja afilada, todos quedaron perplejos cuando la piel de la líder de los rebeldes se restauraba por sí sola, la habitación quedó en silencio hasta que unos de los vermis se acercó para revisar minuciosamente la extremidad de la fémina, diez segunda después dio su aprobación al resto de los presentes.
—¿Sabes lo que significa esto muchacha ? El régimen de Maquiavelo acabará, juntos podremos vencer al tirano y el desierto no será más nuestro escondite, el mundo será nuestro hogar de nuevo y Onix será libre. —
—Entonces somos aliados? pregunto Atelis.
—Por supuesto— dijo unos de los líderes y siguieron festejando, comiendo y bebiendo.
Tarmad y el grupo liderado por atelis se mezclan en la ciudad desde donde da órdenes Maquiavelo ahora está rodeado por estos rebelde no tarda la noticia en llegar pues oficiales ya han puesto en duda la cantidad de gente movilizada en las calles, al parecer los lacayos del régimen creen que es una manifestación más de las que ocurren siempre, en contra de las leyes y la mala administración del gobierno. Atelis ha hecho acuerdos con los desérticos y ha puesto como apuesta única la espada es decir los vermis y los deserticos tendrán la espada después de que juntos liberen a Onix del régimen, pero ella tiene un haz bajo la manga puesto que no ha advertido de que sólo quien posea el anillo puede empuñar la espada y si vencen a Maquiavelo y ella debe entregar la espada lo hará sin reproche alguno, pero no otorgara el anillo por que no es parte del acuerdo y ella cumpliria con el pacto principal y único sin traición
—Eres más inteligente de lo que creí— soltó Tarmad.
Que creías que entregaría la espada a otro que posiblemente sería un siguiente tirano, después de vencer al gobierno la destruiré luego de que se den cuenta que solo yo puedo empuñarla, la ignorarán, entonces lo haré.
Las naves exploradoras de Maquiavelo empezaban a amedrentar a la falsa muchedumbre sin saber que todos estaban armados hasta los dientes. Los edificios de la ciudad parecían derramar cierta incertidumbre parecía que todos sus ocupantes estaban en las calles y no dentro. Las naves exploradoras empezaban la represión de las masas pero esto solo era la punta del iceberg pues Atelis tenía gente dentro y cerca del palacio de Maquiavelo, gente que podría arruinarlo todo. pues no se resistieron tenerlo cerca cuando él dijo:
—Mira esos pequeños creen que manifestándose cambiarán a quien da las órdenes, ignoran completamente mis órdenes, quieren un gobierno que cumplan sus sueños sin dar nada a cambio, sin orden, sin ley.
—Mi señor Maquiavelo que hacemos con ellos parecen rodearnos esta vez son demasiados—
Reprimelos fuertemente y si los de atrás se resisten y siguen, mata a los heridos, muestrales poder ellos verán terror y sentirán miedo.
—Pero señor—
Sin miedo no hay respeto, necesitamos respeto, el miedo es el que paga tu uniforme soldado, el miedo es la única arma más letal, y es la ley de la naturaleza. ¿Entiendes ?
—Entiendo señor daré la orden—
El soldado salió de la habitación, fuera de esta un segundo oficial lo reemplazó y entrando murmuró:
— ¡Por Onix! —
Sacó un arma cortopunzante y se lanzó sobre Maquiavelo pero el joven anterior volvió al escuchar gritos y el lamento de su líder, al regresar a la habitación vio como un onixense estaba sobre Maquiavelo pretendiendo arrancar el corazón de este, en un instante sacó su arma y apuntó amenazante exclamó.
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Editado: 12.10.2024