Testigo Criminal

CAPÍTULO 7

LILIAN KANE

Que mierda, son las diez de la noche y no para de diluviar. Me he pasado el día encerrada en comisaría tratando de establecer las conexiones adecuadas para con Harriet y sus padres han estado presionando.

Entiendo su postura, pero no por desgracia no soy super woman y aún no puedo hacerlo todo. Este caso es más complejo de lo que un principio parecía, pero voy a sacar la verdad como me llamo Lilian Kane.

Dejo los informes de nuevo en su sitio y empiezo a cerrar las luces para irme a casa. No es buena semana. Dentro de poco se cumplirán cinco años desde la muerte de mi hija y parece como si fuera ayer.

Ese es uno de los motivos por los que quería llevar el cabo de Harriet Donovan. Era una niña de la edad de mi hija a la cual se le fue arrebatada la posibilidad de vivir. Una hermosa flor arrancada antes de tiempo. Por eso voy a hacerle pagar duro al asesino capaz de cometer semejante acto.

Estoy poniéndome tranquilamente la chaqueta cuando ruidos estruendosos llegan desde la otra sala. ¿Hay alguien? Que yo sepa, era la única que quedaba. Incluso Clift me ha dejado a cargo de la comisaría.

Me llevo una mano al cinturón donde descansa mi arma lista para ser usada y me dirijo, silenciosamente y con los seis sentidos alerta, hacia la sala de donde provienen esos ruidos. Alguien está rebuscando entre los papeles de mi oficina.

—¿Que coño haces?—bramo abriendo la luz y descubriendo a un Morrison empapado, atolondrado y nervioso.

Al darse cuenta que ha sido descubierto, pega un gran bote hacia atrás y se le caen los papeles que sujetaba y las llaves del coche.

—Eh...y-yo...—balbucea alternando su mirada entre la mesa y mi arma en mano.—¿Y que haces tú ha estas horas? Pensé que ni había nadie.—me rebate sin opciones, pronunciando lo último en un mero susurro apenas audible. Echo que me crispa más.

—¿Por eso has venido? ¿Porqué pensabas que no había nadie?—lo ataco levantando una ceja para nada contento y lo veo tragar saliva. No lo voy a dejar correr.—He preguntado primero. Que narices estabas haciendo.—le exijo dando un paso intimidante hacia él y Morrison da uno disimulado atrás.

—S-solo quería comprobar algo.—tartamudea negando férvidamente con la cabeza y, me doy cuenta que, entre sus manos arruga unos cuantos papeles que no llego a leer porque tiembla demasiado.  

—Claro, a estas horas.—asiento irónica contendiendo un risa seca para no espantarlo más.—Cuando te pones nervioso y mientes, te pones tan nervioso que empiezas a mover los pies frenéticamente. También te pasas la mano por el pelo una y otra vez. Justo como ahora.—puntualizo señalando lo evidente, tomando asiento despreocupadamente en una silla frente suyo y dejo la pistola lentamente sobre la mesa. 

Mi intención es intimidarlo para que explote y, por la mirada aterrada que le dirige a mi revólver, diría que lo he logrado.

—CreoqueyaséquiénmatóaHarrietDonovan.—estalla cayendo en la otra silla y tapándose los ojos con las manos.

—Respira y repítelo, pero esta vez trata de ir más despacio.—tengo que hacer de tripas corazón para no perder la paciencia. 

Vamos, Lilian. En diez minutos estarás en tu casa con el pijama y una copa de vino. Puedes aguantarlo.

Sigue mis indicaciones y, llenándose los pulmones de aire, dice lo que desde hace semanas llevamos buscando.

—Creo que ya sé quién mató a Harriet Donovan.—como si le hubieran presionado el botón de salida, me yergo rápidamente de la silla y mi expresión despreocupada desaparece para ser sustituida por una expresión dura y seria.

—Quién.—no es pregunta. Es una exigencia y espero una respuesta.

***
Todavía después de haber detenido a Elias Dankworth, el principal sospechoso, aún no logro salir de mi sorpresa. En parte porque desde hace días que hablo con su hermana, Isabella Dankworth. No me imaginaba que estuviera relacionado con su familia, pero ella no tiene la culpa de los traumas de su hermano.

—Morrison,—lo llamo haciéndome oír por sobre de barullo sacudiendo esos malos pensamientos y aclarándome la voz para que no se note mi ronquera.—¿Como has sabido que era él el responsable de su muerte?—desde que me lo ha confesado me ha dado curiosidad, pero no era el momento.

—Solo era una hipótesis, no es nada seguro.—murmura compungido y cabizbajo.

Esa es otra actitud que no logro comprender. Acabamos de arrestar al posible asesino y lo tenemos listo para interrogar, pero Morrison no luce contento. Al contrario, parece que le hayan dado una paliza.

—No entiendo tu estado de ánimo. Deberías estar contento que hemos detenido al culpable.—lo miro de reojo tratando de descifrar el misterio, pero se cierra en banda y, por primera vez, deja mostrar nada.

—No cantes victoria, puedo estar equivocado.—termina bufando dirigiéndome una mirada de advertencia sin una pizca de temor y se va con las carpetas que le he encargado. ¿Qué agente en su sano juicio no se alegra, aunque sea un poco, de haber logrado dar un paso adelante?

Es medianoche y la comisaría se ha llenado de un momento a otro. Mi voz de alarma ha despertado de su sueño más profundo incluso al portero. Es una imagen es casi graciosa. Todos los médicos y detectives implicados en el caso, se encuentran en la misma sala corriendo de un lado a otro con ojos soñolientos y fotografías en mano.

Algunos no les ha dado tiempo a pegarse una ducha refrescante, otros se han vestido con la luz de gas apagada. Otros como nuestro jefe Clift, se ha aparecido con los pantalones del pijama y un tazón de café en mano. Suerte que es el jefe porque sino ya estaría despedido.

He estado discutiendo con él porque no me gusta la idea de dejar al potencial culpable encerrado en una celda durante toda la noche sin ser interrogado. Contra más tiempo pasemos sin saber los verdaderos hechos y motivos que lo incitaron a cometer tal acto, más tiempo tiene de planear una mejor coartada. Sin embargo, Clift me ha recalcado que hoy no se hará nada más.




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