LILIAN KANE
—Eh, ¡Lilian!—vocifera Clift chasqueando los dedos en mi cara.—Te he estado hablando por cinco minutos y tú ni siquiera aparentas escuchar.—se queja cruzándose de brazos y analizándome con desaprobación.
—Lo siento, estaba pensando en...
—Tu hija. Lo sé.—suelta sin más, lo que provoca que abra los ojos como platos y me atragante con mi propia saliva al intentar reprimir la impresión.
Sí, mi mente estaba puesta en mi hija y en que hoy es su cumpleaños. Este año, a diferencia de otros, no insisto en cocinar su pastel horneado favorito.
«Al fin y al cabo, ¿quien se la va a comer? ¿Los pájaros?» Pienso cínica
—Lo lamento, jefe.—jadeo sin aliento como si hubiera estado corriendo una maratón.—Pero no se preocupe, he estado investigando más acerca de las causas de la muerte de Harriet Donovan y tal vez hayamos descubierto algo nuevo. No es seguro, pero es un comienzo.
Empiezo a parlotear sin descanso, algo para nada común en mí. Hecho que consterna a Clift, pero me hago la desentendida. Si cree que no he visto su expresión apenada puede que entienda que no la quiero ver.
Quiero que me trate como al resto de las personas. Sin pena ni compasión. Que sea el mismo jefe rabiosos que todos conocen y temen. Me enrabia que, a pesar de saber por todo lo que he pasado y lo mucho que me he abierto con él del tema, me siga creyendo débil e incompetente.
—Lilian,—hable determinante agarrándome el brazo para que pare de mostrarle hojas con muchos garabatos.—en serio, entendería que necesitarás un descanso para...
—Lo que necesito es trabajar y resolver quién mató a una pobre niña.—lo detengo, apartando el brazo brusca.—¿Soy yo o me da la impresión que quieres retrasar la investigación tanto como puedas?—lo provoco entrecerrando los ojos en su dirección y ahora es su turno de abrir los ojos horrorizado.
Prácticamente lo he acusado de estar compinchado con el asesino, así que no me sorprendería que me abofeteara o me despidiera. De echo, espero cualquiera de las dos.
—¡¿Como te atreves a insinuar algo así?!—el tono bajo que se ha cuidado de mantener en todo momento, desaparece en este mismísimo instante y toda la comisaría, hasta ahora bulliciosa, hace silencio. Todos pendientes y a la vez miedosos por la reacción de su jefe.
Soy la única que se mantiene firme en su postura. Clift puede tener fama de ser un insensible, pero yo lo he visto llorar cuando cree que nadie lo ve cada vez que le llega un caso de maltrato.
—Con la experiencia de sus muchos casos y todo el peso que carga en sus espaldas, detective Kane,—su voz sale tensa, hasta el punto de hacerse monótona y a penas audible, incluso para mí. No me pasa por alto como ha pronunciado mi apellido. Frío y amenazador. Nosotros nunca nos tratamos de usted si no es extremadamente necesario.—me esperaba un poco de racionalidad y humanidad por su parte.
—Bueno, sabes que humanidad me queda poca.—respondo mordaz. Indiferente a su cabreo. Es mejor ignorarlo y eventualmente se le pasará.—Y en cuanto a la racionalidad, no se puede resolver un asesinato de ese calibre usando solo la cabeza. Se necesita pasión y determinación.
—La pregunta es, ¿lo tienes?—me quedo pasmada. Nunca había sido tan insensible como para insinuar que hacía mi trabajo desganada. Eso ha sido demasiado cruel, incluso para él.
—Se lo aseguro. Me aseguraré que cada uno de los responsables pague por lo que ha hecho.—sentencio fijando mi mirada en sus ojos y lo pronuncio con un odio que sorprende inclusive a Clift.
Justo antes de tener que enfrentarme a su contestación, para nada buena, descubro a Morrison acercarse desentendido de todo y, por una vez en mi vida, me alegro de verlo y sonrío ante su inocencia.
Sin embargo, cuando ve a Clift parado frente a mí con cara de pocos amigos, frena en seco y su rostro pierde todo rastro de color que le quedaba. Percibo movimiento de sus brazos a sus espaldas e inmediatamente sé de qué se trata. Clift tiene que irse cuanto antes.
—Si me disculpas, debo seguir investigando el caso que estamos tratando de resolver.—me dirijo a Clift satírica, en una clara indirecta para que se vaya.
El hombre se da por aludido y asiente lentamente entrecerrando los ojos en nuestra dirección. A su derecha, Morrison ha pasado del blanco lavanda al blanco nuclear en cuestión de segundos.
—E-eh...s-señor...—empieza sin saber dónde meterse y removiendo frenéticamente los pies.
—No te preocupes, Lilian. Yo ya me voy.—suelta ignorándolo y ofreciéndome la sonrisa más falsa que puede.
Me quedo unos segundos esperando a que Clift se aleje lo suficiente para que no logre escucharnos. Lo conozco lo suficiente como para saber que pese que finja no prestar atención, tiene la oreja puesta en nuestra conversación.
Le hago un gesto a Morrison para que guarde silencio hasta que se ha alejado lo suficiente y me vuelvo hacia él. Aliviada por fin.
—Han llegado los resultados a primera hora de la mañana.—dice algo coherente muy atolondrado y metiendo la mano en el sobre marrón que ha estado escondiendo de Clift.
Con las manos algo temblorosas, me muestra los papeles que indican que se trata de una sustancia altamente tóxica. Aplicada en mayor medida, causa una muerte casi instantánea en la víctima.
NOMBRE CIENTÍFICO: Acontium Napellus
TIPO: Planta de tonalidades azuladas. Coloquialmente llamada "Tora Azul"
TOXICIDAD: Muy alta. Sobretodo en sus hojas y la raíz. Capaz de matar a niños y adultos en estado débil.
METODOLOGÍA DE INGESTA: Letal con solo 5/8 miligramos. Puede prepararse como ungüento a modo medicinal (con mucho control médico). La muerte se produce una o dos horas después de la ingesta a consecuencias de arritmias y parálisis respiratoria.