Testigo Criminal

CAPÍTULO 13

LILIAN KANE

—Así que estos son los sospechosos finales...—reflexiona Clift en voz alta a mi lado.

Acabamos de añadir al último a la lista; Harold Dankworth. Mi jefe fue a recoger los informes psiquiátricos de Harriet Donovan de los últimos años y al salir, lo vio.

Solo alcanzó para sacarle algunas fotografías ya que consiguió escabullirse cuando se sintió observado. Según Clift, asegura que está metido en algo turbio.

—No podemos darlo por zanjado, pero son los que tenemos identificados.—contesto hojeando dichos informes. Tarde o temprano voy a tener que echarles un vistazo. Me inquieta lo que pueda encontrar. Meterse en la mente de una niña inestable recientemente asesinada, no es algo que me apasione.

—Perfecto, podré en alerta a la policía regional para que estén al tanto.—asegura convencido, cosa que me extraña.

—¿Crees que van a conseguir algo?—mi tono burlesco no pretende pasar desapercibido y elevo una ceja en su dirección.—No sabía que confiabas tanto en ellos.—desde los inicios delos tiempos, Clift siempre ha despotricado de los polis. Así que no entiendo su repentino interés.

—Y no lo hago.—asegura certero y casi ofendido que haya insinuado lo contrario.—Si hiciéramos todo lo que dicen, aún estaríamos investigando el caso de la niña muerta hace cinco años, pero da la casualidad que tenemos a uno de esos polituchos en el caso.—se queja devolviéndome el sarcasmo y hago una mueca. 

Ese caso fue muy complicado y, en mi opinión, no logramos encontrar el asesino. Y digo, en mi opinión, porque para Clift se resolvió en el momento que encontramos a su tío con el "arma homicida".  No volvimos ha hablar de ello.

—Si no nos queda de otra...ponles al corriente.—resoplo mosqueada encogiéndome de hombros.—Ah,—hablo antes de que se vaya.—y diles de mi parte que como perdamos el caso por su incompetencia,  van a disfrutar de la acogedora celda que les tengo preparada.—termino con una linda sonrisa. 

Mi comentario le hace soltar una fuerte carcajada y algunos de los funcionaros que nos rodean se lo quedan viendo como si le hubiera salido un tercer ojo.

—Tan agradable como siempre, Lilian.—niega conteniendo la risa y palmeándome el hombro.—Estoy seguro que les va a encantar conocerte.—canta esto último dándome la espalda. No sabía que ahora era una payasa.

Ignorando ese peculiar intercambio, me vuelvo a centrar en el pizarrón y observo de hito a hito a cada uno de los potenciales sospechosos.

—Elias Dankworth, Harold Dankworth y...nuestro hombre misterio.—murmuro para mí misma deteniéndome específicamente en el tercero. No es clara.—¿Quién de vosotros será? ¿A quien de los tres me va a tocar encarcelar?—recorro con el dedo cada uno de los tres retratos, pensativa. El hijo de puta se esconde bien, pero lo voy a encontrar. Siempre lo hago.

Al percatarme que estoy hablando con una foto, descruzo los brazos y me dejo caer en la silla acolchada de mi oficina. De algo tenía que servir ser la detective jefe.

El otro día, mientras daba la vuelta rutinaria por el barrio, alcancé a ver a los hermanos Dankworth detrás de la iglesia de Bath. Me quedé un rato más, escondida detrás de las rejas, enfocando las lentes de la cámara para descubrir de qué se trata. Sin embargo, solo alcancé a ver como Harold le entregaba algo a Elias. Nada más 

Dejando a un lado esas incongruencias, me incorporo y estoy lista para meterme de lleno en la mente de esa niña. No es hasta que mi vista se topa con Morrison entrando como si fuera el dueño del lugar, que todos los esfuerzos para mentalizarme que he hecho hasta ahora, se pierden.

Para empezar, su uniforme vuelve a estar tan impecable como el primer día y sus zapatos relucen con cada paso que da. Joder, me va a dejar ciega. Su paso confiado lo hace chocarse contra una señora que estaba llevando unos libros al almacén pero, sin perder su "para nada habitual" elegancia, consigue alcanzarlos antes de que toquen el suelo y devolvérselos con una sonrisa encantadora.

Algo malo tiene que haber. No me creo que sea todo sonrisas y encanto. Entrecierro los ojos fijándome mejor en los detalles hasta que detecto algo más normal (bueno, más o menos). Las enormes ojeras que le cuelgan de los ojos parece que se las haya pintado él mismo con delineador negro.

Sonrío satisfecha.

—¿Se puede saber qué tipo de droga te has tomado antes de venir?—gruño fingiendo que no lo he estado observando desde que ha puesto un pie dentro.

—Se podría decir que he tenido una buena noche.—sonríe aún más haciéndose el interesante.

Ugg, ¿por qué la gente sonríe de esa manera? Es perturbador y antinatural.

—No pareciera. La demacración en tu rostro grita que necesitas una buena golpiza.—suelto brusca y su jovial sonrisa desaparece casi al instante.

Gracias a Dios, por fin ha dejado de aterrorizarme. Alguien tendría que decirle que sonreír tanto y por tanto rato es inquietante. 

De forma repentina, un diminuto sentimiento de culpa empieza a asomarse en mi pecho al verlo tan abatido, pero inmediatamente obligo a apagarlo. ¿Culpable de qué? ¿De no querer tener pesadillas por la noche?

—Con el jefe hemos estado ultimando los detalles de los principales sospechosos.—cambio de tema dirigiéndome al tablón y dejándolo atrás para que me siga.—¿Qué te parecen?—la verdad, su opinión no puede importarme menos, sin embargo tengo que contar con él porque sino Clift se va a cabrear. O eso es lo que me digo a mí misma.

De reojo, advierto que ya no hay rastro alguno de felicidad en su cuerpo y eso me reconforta en una retorcida forma. Su ceño está arrugado y se lleva un dedo al labio, pensativo. También me doy cuenta que, al pasar la vista por las imágenes en las que aparecen los hermanos, sus ojos cambian radicalmente. Ahora lucen alarmados.

—¿Qué significan estas fotos?—exige dos tonos más arriba de su voz habitual.




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