Octubre, 1980.
Los periódicos se vendían como pan caliente. Todos los días, la cadena del “You got Louisiana history” sobrepasaba sus ganancias a una rapidez impresionante. El asesino ya tenía un sobrenombre, pues con tres cuerpos en su lista y la espantosa forma en la que eran hallados, este sujeto pasaría a convertirse en toda una moderna celebridad del crimen. Fue bautizado bajo el seudónimo del Artífice de Muñecas, sin embargo, hasta ahí llegaría lo que las personas sabrían de él, pues continuaba siendo un fantasma sin una verdadera identidad.
El cinco de octubre del año de 1980, la policía reveló que un cuarto cuerpo había sido encontrado en condiciones demasiado similares a las de Fernanda, David y Eleonora. Esta vez había sido el turno de una mujer llamada Helen MacGregor.
Desde que Merry Crosport desapareció, y cada vez que el agente Collins llegaba a una nueva escena del crimen, tenía presente que en algún momento se encontraría con la espantosa imagen de ver a su esposa colgando inerte de un árbol. Las manos le temblaban, la frente le sudaba y un brumoso escalofrío le recorría la espalda cuando bajaba de la camioneta y se adentraba al interior de los árboles, pero cuando llegaba y corroboraba el rostro de aquella desafortunada mujer, podía recuperar el aliento al darse cuenta de que no, no era ella.
—Agente Collins —Mitsi se acercó a él—, ya pude darle los primeros vistazos al cuerpo, y te asombrará saber cuánto daño le causó.
—¿La torturó?
—Algo así. La golpeó muchas veces y la apuñaló, y aunque todavía no lo puedo comprobar, estoy segura de que le fracturó varios huesos.
»Rodrigo.
—¿Sí?
—Solo le sacó el corazón. La violencia en ella fue excesiva.
El agente se acercó al cadáver, pidió a los forenses que la descubrieran, y entonces pudo ver a lo que su compañera se refería. Incluso la firma del papel se hallaba arrugada y rota por la presión del lápiz ejercida en ella.
¿Que si había motivos para que Volker casi le desfigurara el rostro a Helen? Por supuesto que los había, pues desafortunadamente la cuarta víctima era la madre de Rory MacGregor.
El encuentro sucedió el día que Volker manejaba la grúa de vuelta a Terry’s. Rory y su madre se hallaban saliendo de un café-restaurante cerca del centro, y en cuanto Volker presenció aquel acto, simplemente su instinto homicida afloró a la superficie indicándole que debía matarla, no solo para calmarse o porque Helen fuera una mujer castaña y blanca, sino también para vengarse de la gran humillación que Rory le había hecho pasar.
Hasta algunos meses atrás, no había sucedido nada que pusiera en juego la reputación estrella que el muchacho mantenía dentro de la facultad de medicina, pero luego de sus últimos incidentes y tropiezos con el capitán del equipo de futbol, nada iba a ser lo mismo. MacGregor representaba una potencial amenaza para él, y por ende debía ser destruida.
Volker investigó todo lo que pudo sobre aquella mujer, reparando así en que solo se hallaba de paso por Luisiana mientras visitaba a su alimaña de hijo, y que después regresaría al estado de Alabama. Debía ser rápido, debía secuestrarla antes de que esta decidiera marcharse; por lo que la noche del tres de octubre, puso en marcha su furgoneta y decidió salir a cazarla. Hacerlo no le resultó difícil, Helen frecuentaba bastante los bares cercanos de la ciudad y le gustaba fumar y beber en grandes cantidades. Volker se acercó a ella, la cortejó, le invitó un trago, y con la promesa de llevársela a la cama, la subió a la furgoneta en donde la golpeó hasta dejarla inconsciente.
Gritando, llorando e intentando liberar sus manos y pies de la cinta industrial que la sometía, Helen pedía con ruego de súplica que la dejara ir, que no le hiciera daño y a cambio ella no le contaría nada a la policía. Sin embargo, Volker tenía otros planes. El hombre la llevó a la cabaña, pero antes de bajarla de la furgoneta, procedió a romperle toda la ropa; le rompió desde el pantalón hasta la blusa y la diadema de su cabello. La dejó casi desnuda, y después la obligó a entrar.
Merry escuchó los gritos, pero como se hallaba en un cuarto totalmente distinto, no pudo advertir de lo que en realidad se trataba, hasta que la mujer comenzó a pedir piedad por su vida. Aquella noche, Volker torturó a Helen, la azotó con los cinturones que utilizaba para sujetar a sus víctimas a la bañera, la golpeó, ahorcó y arrastró. Quizá en ese momento jamás tuvo un atisbo de lo que realmente estaba sintiendo, quizá la descarga de odio que Volker estaba dejando fluir en aquel momento, solamente había sido desplazada por el odio tan grande que en algún momento le guardó a su madre.
—¡Dile que pare! —Merry gritaba con la esperanza de que Dante pudiera intervenir.
Más de quince minutos fue lo que duró la tortura física que casi termina por arrancarle la vida a Helen, y en su último momento consciente, cuando ella ya no podía respirar porque el exceso de sangre y su garganta rota le estaban cortando la respiración, Volker arremetió contra ella una vez más y le asestó docenas de apuñaladas que fue lo que en realidad la mató.
Solo se atrevió a sacarle el corazón, simbolismo de la mujer que años antes lo había abandonado. Los demás órganos nunca los tocó, pero sí confeccionó el vestido, tela tras tela que solamente se encimaban sin nada de estética o imaginación, la firma en la hoja de papel y los listones que sostendrían su cuerpo en la rama de los árboles.
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Editado: 07.05.2024