Testigo De Un Criminal

CAPÍTULO 13 (Parte 2)

Los policías de la jefatura central estaban cambiando turno, pronto el lugar quedaría vacío permitiendo que la segunda parte entrase a su horario laboral. En medio de ese recurrente silencio, Rodrigo también terminaba de guardar los documentos que llevaría a casa consigo, cuando la palidez de su compañera Gaby le anunció la presencia de una inesperada visita.

—¿Qué ocurre? ¿Por qué estás así?

—Volker está aquí. Quiere verte —y antes de que la mujer pudiera terminar, Kennedy se abrió paso por la oficina.

—Mi estimado agente Collins —alardeó solo como un maldito egocéntrico sabe hacerlo—, lamento molestarle, veo que está a punto de marcharse a casa.

Collins le fingió una sonrisa.

—Estaba a punto de hacerlo, pero no se preocupe licenciado, dígame en qué lo puedo ayudar.

—Bueno, a decir verdad también me gustaría aprovechar el momento ahora que la señorita Gabriela Stone se encuentra con nosotros. ¿Te molesta si te llamo Gaby?

—Preferiría que me llamara por mi nombre.

—No hay problema Gaby, eso haré. Les hace falta uno, ¿no es así?

—Tuvo que retirarse temprano. Al grano, doctor, ¿en qué le podemos servir?

—Primero que nada, quiero recordarles a ambos, que el que me investiguen, revisen mis pertenencias, interroguen a mis conocidos y traten de culparme por un crimen que yo no cometí, sé perfectamente que eso es un delito.

—No sé a qué se refiere.

—Sí que lo sabe. Señalé que les hace falta un tercero, puesto que eran dos agentes los que se hallaban cuidando la entrada de mi casa en los Departamentos Stan. Era el auto de mi preciosa Gaby, y el auto del policía llamado Manases. No me gusta que me vigilen o que me acosen agente Collins. Y le vuelvo a reiterar lo de la vez pasada, si usted o alguno de sus compañeros tiene alguna pregunta, ya sea de mí o de mi vida, cuestiónemela antes de poner a sus subordinados a cuidar mi casa.

—Discúlpeme doctor, al parecer se me fue la mano. Reconozco mi error y le ofrezco mis más sinceras disculpas.

—Sé que no va a preguntarme nada, pero de igual forma atenderé esas dudas. La mujer que está viviendo conmigo se llama Salina Kennedy, y es mi madre.

Rodrigo no pudo esconder su sorpresa.

De pronto…

—¡Papi! ¡Papi! —una voz infantil y desgarrada atravesaba los pasillos de la agencia al encuentro de los brazos de su padre— ¡Mira lo que encontré!

—¡Elaine! —en el estómago del agente aparecieron los peores sentimientos que un padre podría experimentar, pues al tener plena firmeza de que Volker Kennedy era el asesino que todo Luisiana buscaba, lo que menos esperaría era exponer a su joven hija frente a él.

—¡Elaine, tienes que salir de aquí!

—¡Es una carta de mamá! —le mostró el sobre mientras lloraba— ¡Es de ella, es su letra!

La nodriza que durante algunos años se estuvo haciendo cargo de la pequeña, entró corriendo y gritando desesperada.

—No pude evitar que la leyera, señor. La dejaron en el buzón de la puerta y Elaine la encontró.

Volker observaba todo atentamente, no había perdido ni un solo detalle y el corazón le palpitaba frenéticamente, pues con eso dejaba en claro que él no había sido el responsable de enviar esa carta.

—Elaine…

—¡Dijo que nos dejó! ¡Mi mami nos dejó!

—¡Basta, Elaine!

—Me voy —Volker se puso de pie, no quería seguir siendo partícipe de eso—. Buena noche, agentes.

Sin embargo la falsa sonrisa no le duraría mucho tiempo. Al llegar a la cabaña del Forestal, Kennedy se encontró con las veladoras encendidas. Sabía que Dante estaba ahí dentro; y él y Merry le debían una muy buena explicación sobre dicha carta.

La escena fue la siguiente: Cuando Volker consiguió entrar, encontró a Merry sentada sobre una pequeña caja de madera, mientras que Dante trataba de cortarle el cabello. Los dos sintieron la amenaza, Dante se alejó, y aunque a Merry también le hubiese encantado retroceder, las ataduras de sus manos y pies no se lo permitieron.

—¿Quién demonios le envió una carta a la hija de Rodrigo Collins?

—¡Dante me obligó a escribirla! Amenazó con matar a mi hija si no lo hacía —la mujer se defendió sabiendo que en ella recaería toda la culpa.

—¿¡Qué decía esa maldita carta!?

—¡Que yo había abandonado a mi familia, que yo los abandoné para rehacer mi vida y que jamás estuve feliz con ellos!

—Piénsalo Volker —Dante tomó el mando de su defensa —. Ese hombre no te ha dejado en paz porque cree que tú tienes a su mujer. Teníamos que arrebatarle esa esperanza.

—¿Específicamente qué dice esa carta, Dante?

—Qué ella nunca estuvo secuestrada, que había visto todo el circo mediático que él había levantado para poder encontrarla, pero que en realidad ella no deseaba regresar con ellos. Que estaba aburrida y deseaba rehacer su vida en otro lugar.

—Vi los ojos de Elaine; estaba destrozada.




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