Testigo De Un Criminal

CAPÍTULO 16 (Parte 3)

Sobre la puerta de entrada, la marquesina del lugar resaltaba con rosa y verde neón el nombre del establecimiento: Queen Hard, y justo después estaba la silueta desnuda de una mujer.

—¿Señor Downey? Somos el FBI. Venimos a hacerle un par de preguntas —Rodrigo mostró su placa.

—¿La policía otra vez? Ya les dije todo lo que sé.

—Tranquilo señor, estamos aquí para ayudarlo sobre la desaparición de Rocío Rayan y tratar de limpiar el nombre de su negocio.

—Ya les dije que no vi nada. Solo recuerdo haber visto a la chica bailando en medio de la gente y luego nada, ya no estaba. Tal vez se fue con uno de sus clientes.

—¿Clientes? —Gaby preguntó— ¿Rocío era prostituta?

—Ajá. Algo así. Yo creo que estaba loca. Había venido un par de veces aquí, solía sentarse en la barra y pedir un par de tragos. Según ella solo se dedicaba a venderle servicios sexuales a hombres que pudieran pagar sus, y cito sus propias palabras, venerados atributos. De atributos no tenía nada, estaba más plana que un mondadientes.

Manases se acercó a Gaby, y cuidando de que el hombre no pudiera oírlo, le susurró a su compañera:

—Él no está tan guapo que digamos. Al menos yo no me acostaría con él ni por todo el dinero del mundo.

Gabriela se sonrió.

—Escuche —Rodrigo continuó con el relato—. Para poder ayudarlo necesitamos que recuerde más que eso. Dice que la señora Rayan ya había visitado antes este local. ¿Alguna vez la vio acompañada?

—No. Ese era el asunto, cobraba mucho y tenía muy poco qué ofrecer. Al menos su cara era bonita.

De pronto, un hombre de traje oscuro se acercó a ellos.

—¿Quién de ustedes dos es el agente Rodrigo Collins? —preguntó viendo a Manases y al verdadero Rodrigo.

—Soy yo, ¿puedo ayudarle en algo?

El sujeto le entregó una hoja de papel.

—La Unidad de Análisis de Conducta y Perfilación Criminal ha enviado un documento con la petición de que usted se encuentre bajo estricta vigilancia mientras esté presente en el abordaje de dicho caso.

—¿Vigilancia? ¿Para qué voy a querer vigilancia? ¿Qué me voy a robar?

—¿No cree que es demasiado precipitado poner un agente de su índole, que ha conllevado una pérdida tan grande en este proceso de intervención investigativa?

Manases y Gabriela se miraron. Ambos sabían que aquel pobre hombre pronto estaría en problemas.

—¿Qué me está queriendo decir?

—Me presento, soy el detective Anthony Coleman, y formo parte de la UACPC —Rodrigo lo observó detenidamente—. En cuanto se nos indicó que usted participaría como miembro activo del caso: El Artífice de Muñecas, pusieron a nuestra disposición toda la información necesaria para conocerlo. Sabemos lo que ocurrió con su esposa y las graves consecuencias que podría tener si usted participa de primera mano en él.

—Es extraño, ya que muchos allá dentro me llamaron loco por asegurar que a mi esposa la había asesinado ese mismo hombre.

—Tenía el vestido puesto, ¿no es así?

—Sí, es verdad. No me molesta estar en este caso, y sobre la estabilidad, que según ustedes podría perder, no tienen de qué preocuparse. Me siento perfectamente tranquilo como para seguir con lo que dejé a la mitad.

—Ese es el problema, agente, no queremos que sus sentimientos se vean involucrados con los nuevos sospechosos. En varios años no logró hacer nada, ¿qué hará la diferencia esta vez?

—Ustedes tampoco avanzaron mucho. Yo veo el caso exactamente igual a como lo dejé hace cuatro años. ¿Pensaron que porque los asesinatos se habían detenido, el Artífice había desaparecido?

—Era inevitable que el caso no se congelara.

—Está bien, pasaré por alto esa absurda excusa. Ahora le pediré de la manera más atenta que me resuma lo que realmente me quiere decir.

—Yo estaré trabajando con usted, y a la primera infracción que cometa, tendrá que despedirse de la investigación.

—Oigan — Downey intervino—. ¿Ya terminaron de discutir quién corre a quién? Mis mujeres necesitan arreglarse y no se sienten cómodas teniendo a la policía aquí.

Rodrigo regresó al centro policiaco. Daniel’s tenía problemas, muy serios problemas.

—¡Me quieren fuera del caso! Tienes que hacer algo.

—¿Qué quieres que haga? No te consideran apto para seguir en la investigación por lo que sucedió con Merry. Imagínate los problemas que tendríamos en este preciso momento si el doctor Kennedy nos hubiera puesto una demanda por acoso, por tu acoso.

—Ese es mi punto, Cole, y lo sabes.

—Rodrigo —el comandante suspiró—, el doctor Kennedy ni siquiera está en Luisiana.

—Y qué extraño que los asesinatos se detuvieran solo cuando él se fue. Escúchame, Cole, si los cuerpos volvieron a aparecer, eso solo significa que Volker Kennedy regresó.

—¿Qué te confirma que el doctor Kennedy está en Luisiana?




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