Testigo De Un Criminal

CAPÍTULO 17 (Parte 1)

ACTUALIDAD

El teléfono sonó.

—911, ¿en qué le podemos ayudar?

—Está muerta, o va a estar si la policía no llega antes —una voz entrecortada intentó hablar.

—¿Quién está muerta? ¿Se encuentra bien, señor? ¿Hola?

—Dígale a la policía que venga pronto o la mujer estará muerta.

—¿Podría darme su dirección? ¿Bueno?

—Avenida Town Hall #244.

—¿Podría darme su nombre, por favor? ¿Hola? ¿Señor, sigue en la línea?

—Dígale al comandante Collins que ha llamado Gerson Bell —y sin más, la llamada simplemente se cortó.

A Rodrigo y compañía se le quemaba la garganta, sus frentes sudaban y sus manos temblaban. El centro de telefonía había recibido una llamada de emergencia de un hombre que aseguraba la muerte de una mujer, de la cual hasta el momento no se conocía su identidad. Lo cierto fue que cuando los agentes llegaron a la dirección indicada, todo se puso de cabeza. Las patrullas circunvalaron la zona, los policías apuntaron con sus armas y los agentes de investigación irrumpieron en la casa.

Era tarde para que Rodrigo pudiera reclamar, Elaine había tomado la delantera.

—¡Gerson Bell! ¡Te tenemos rodeado!

Pero no hubo respuesta. La casa estaba sola, o eso quería aparentar, pues un fuerte ruido les advirtió que alguien había dejado la tetera sobre la lumbre.

—¡Revisen todo!

Michelle Stefan tomó una toalla y la retiró mientras el resto del equipo investigaba las demás habitaciones y los demás policías rodeaban la cuadra esperanzados de poder detener al sospechoso.

Todo parecía estar bien, todo aparentaba estar normal, sin embargo, cuando Martha Susan echó un vistazo a la habitación principal, la cortina de una casa perfecta se desvaneció en el aire. Sin lugar a dudas era la habitación en la que Dante dormía, pero lejos de parecer un dormitorio común y corriente, este estaba ornamentado con todo tipo de instrumentos para tortura; desde alicates, guardas, grapas, pinzas y desarmadores, hasta mantas con sangre, dildos gigantes y una infinidad de material quirúrgico. Los agentes estaban totalmente sorprendidos, se quedaron impávidos y un poco confundidos, pues al centro de la habitación, se hallaba lo que parecía ser el mayor tesoro y reliquia de Dante. Era la fotografía, en tamaño muy grande, de Volker Kennedy.

—Esto tiene que ser una broma. ¿Está enamorado?

Elaine miró atenta el retrato.

—No creo. Siento que es obsesión.

—¡Oigan! —el agente Collins llamó su atención— Dante dijo que había una mujer aquí. Tenemos que encontrarla.

Todos se preparaban para marcharse, cuando sin querer, los pasos de Michelle Stefan sonaron completamente diferentes al resto.

—¡Espera! —Elaine la detuvo.

—¿Qué pasa, qué pasa? ¿Es algo malo?

Susan observó detenidamente, y fue entonces que vio una de las esquinas de los azulejos levantarse y separarse del resto.

—Michelle, hazte a un lado.

La agente obedeció, y cuando lo hizo, Rodrigo puso manos a la obra. El hombre se arrodilló, levantó con cuidado uno de los lados y el azulejo salió perfectamente. Lo que había en el interior era, literalmente, un pequeño féretro de madera. Todos supieron que ahí adentro debía haber alguien, posiblemente la víctima que tanto buscaban, sin embargo, jamás imaginaron de quien se iba a tratar.

La tarde fue remplazada por un agrio anochecer. Elaine yacía sentada en la sala del hospital, ella y el resto de los agentes esperaban tener alguna noticia de la mujer que habían trasladado a urgencias, pues después de que Rodrigo abriera el ataúd, se encontraron con el cuerpo desnudo de una mujer, el cual por cierto fue diagnosticado como sumamente grave. Las lesiones y la tortura que se habían ejercido en ella la habían colocado entre la vida y la muerte.

—No lo encontramos —Elaine se recargó sobre el hombro de su padre.

—Tal vez esto que voy a decirte no sirva de mucho, pero al menos llegamos a tiempo para salvarle la vida —entonces le besó el cabello y la abrazó—. Elaine, ¿puedo hacerte una pregunta?

—Claro papá, dime.

—¿Qué te ha dicho Volker acerca de tu madre?

Collins se enderezó:

—Él no me ha dicho nada, papá.

—Bueno, debí ser más específico. ¿Qué has leído en esas hojas?

—¿Tanto te importa?

—Mucho, Elaine.

—Lo que un psicópata narcisista y sádico puede decir, alardea y detalla sus crímenes.

»¿Sabes, papá? Son dos maneras de torturar completamente distintas. La de Volker se basa más en la limpieza, suena raro, pero a veces siento que él la disfrutó y lo hacía solo por el placer que le proporcionaba. En cambio, la de Dante se me hace sucia, arrebatada, y que solo lo hace para sacar su coraje que le guarda a Kennedy. Siento que es eso, que le tiene resentimiento a Volker. Pero ¿por qué? No lo veo como alguien que está enamorado, sino… como otro tipo de celos.




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