Lo vi todo… vi como el lodo arrastraba piedras, árboles y casas. Vi como fueron muriendo las personas mientras intentaban huir de su cruel destino. Vi como fue borrado casi todo, poco a poco, al paso de ese desastre. Mi nombre es Manuel Ocampo Flórez y lo vi todo…
… (…) …
Era jueves 7 de noviembre de 1985 y había escuchado otra vez el rugido del volcán. Pero, para ese momento las personas ya se habían acostumbrado al sonido y vivían como si no pasara nada. La policía tenía aparatos que le ayudarían a predecir si un desastre llegaría pronto, el problema era que no sabían usarlos. También, en la estación tenían un mapa de colores que aparentemente mostraba el posible camino que los “lahares” … y si no sabes que son, yo menos… recorrerían dejando a su paso destrucción, y dónde el mayor daño se generaría aquí, en Armero. Pero, te digo aparentemente porque no era muy fácil de entender, confundía. Los periódicos como El Espectador y El Tiempo también habían publicado ese mapa, pero, estaban llenos de errores, por ejemplo, eran grises o borrosos y no se podían diferenciar las marcas.
Rugió nuevamente el volcán, pero, las personas estaban más concentradas en la voz de la radio que hablaba sobre la toma del Palacio de Justicia, en Bogotá, y del operativo que había para retomarlo, ya casi completaban las 24 horas desde que habían secuestrado aquel lugar. Las personas comentaban solo de eso, reprochaban de las acciones de aquel grupo armado y de la forma en el que el gobierno reaccionó… al parecer a las personas nunca les gusta nada… El tema duró toda esa semana, en la radio se repetía como el ejercito había retomado el control, una y otra vez, acallando el ruido del volcán.
… (…) …
El miércoles 15 de noviembre, el estruendoso rugido del volcán silencio el sonido de las radios y de los televisores. Las aves cubrían el cielo alejándose en el horizonte, los perros aullaban y los gatos chillaban. Las personas salieron a las calles, ya había oscurecido y la policía iba de un lado a otro comunicando que volvieran a las casas donde estarían seguros de la lluvia de ceniza que comenzó a caer. En el cielo aquella nube oscura se pronunciaba sobre Armero, ocultando la luz de las estrellas y la luna. Pero, las personas habían vuelto a sus casas haciendo caso al comunicado policial.
–Por favor, quédense en sus casas. –Se oía a lo largo de las calles y entre los callejones mientras que las luces rojas y azules se alternaban a su paso–. Por su seguridad manténganse bajo techo mientras que la nube de ceniza pasa.
Algunas de las personas más escépticas aún estaban en la estación de policía expresando que el último rugido del volcán no había sido como lo acostumbrado.
–¡Mire! –Dijo uno de los policías a un hombre joven–. Si usted piensa que esta en peligro puede irse.
–Pero tenemos que resguardar a los demás –le contestó otra persona al policía–. Si claro, puedo ir por mi esposa e hija y nos iríamos de inmediato. Pero, la policía debería iniciar la evacuación.
–No nos han comunicado nada desde Bogotá –contestó el policía mientras el aparato “Anti-Desastres” comenzaba a pitar con más frecuencia–. Le repetimos que las acciones a tomar es resguardarse en sus casas mientras que la lluvia pasa.
–Aquí en este mapa –dijo el primer hombre refiriéndose a la imagen que había en la pared–, aunque no es claro, se puede ver que Armero quedaría sepultada en medio del desastre.
–¡Mire! –Repitió el policía ya enojado–. Ese mapa lo hicieron extranjeros que no conocen, por lo menos, el país. Además, no es claro de lo que puede pasar –continuó con más arrogancia–, la directriz indica que se queden en casa o bajo techo. Ya si quieren irse pueden hacerlo, pero, no vamos a fomentar el pánico en la población…
Preferí no escucharlos más, la discusión no iba a llegar a nada. Caminé por las calles dirigiéndome al hospital, la ceniza que caía lentamente se desaparecía contra mi cuerpo… Ya no tenía padres ni ningún otro familiar, menos un lugar donde quedarme, pero, el hospital permaneció abierto esa noche para que se refugiaran aquellos que dormían en las calles.
… (¿La Iglesia no hizo lo mismo?) …
Lo hizo, pero, pocas personar se habían resguardado allí después de que el sacerdote desapareció. Pues, había dicho en la misa de las siete que «Dios se encargaría de lo que pasará en Armero», pero, ni las monjas lo volvieron a ver. Además, entre los ciudadanos decían que era mejor no enfurecer a Dios pisando su templo con hipocresía.
… (…) …
–¡Mamáááá! –Oí llorar a un niño en el hospital y una señora se acercaba a él.
–Ya amor –le dijo con una voz tan dulce que hasta la sentí vibrar dentro de mí–. Todo pasará, solo es una tormenta que pronto acabará. –Y el niño comenzaba a calmarse.
Había muchas personas internadas, sobre todo niños acompañados de algún familiar cuidándolos. Las enfermeras y los doctores recorrían los pasillos, de un lado a otro, con afán. Uno que otro se acercaba a las personas que ingresaban buscando protegerse de la lluvia, para observarlos y, si es el caso, atenderlos. Las personas sin hogar entraban y se acomodaban en las pocas sillas y hasta en el suelo. Yo por mi lado había decidido recorrer el lugar, observando a las personas y escuchando las conversaciones hasta llegar al tercer piso.