Thalyss; El Ojo Del Abismo

Capítulo 15: Esencia

El murmullo del viento era lo único que llenaba la enorme sala donde Lyara descansaba. Una semana había pasado desde la batalla, y ella seguía inconsciente, su respiración tranquila pero frágil. A su alrededor, Ashar y Gareth mantenían una vigilia silenciosa, turnándose para velarla día y noche.

Ashar le acomodó un mechón de cabello y suspiró, sus ojos oscuros llenos de impotencia. —Ya es suficiente… vuelve con nosotros, Lyara. —Su voz era un susurro que apenas se atrevía a romper el silencio.

Gareth estaba apoyado contra la pared, con los brazos cruzados, aunque su postura firme no lograba ocultar la ansiedad en su mirada. —Si alguien puede soportarlo, es ella. Pero… esto está tardando demasiado. —Su voz sonó más dura de lo que pretendía, pero Ashar no se ofendió; ambos estaban igual de desesperados.

En el reino de los sueños, Lyara flotaba en un mar de luz. Fragmentos de recuerdos y secretos danzaban a su alrededor, como cristales que apenas podía tocar. Una voz suave —la misma que la había guiado desde niña— habló finalmente:

“Eres la única porque tu sangre es raíz y fruto. Tu esencia fue forjada no solo para contener el poder, sino para purificarlo, darle forma. La oscuridad no puede poseer lo que nació de la luz.”

Entonces, vio imágenes: un linaje olvidado, ancestros que portaron aquella chispa, generaciones que la protegieron hasta que ella naciera. En su pecho, la marca brillaba con intensidad mientras comprendía: el poder no la eligió a ella; ella era el poder.

“Pero recuerda, Lyara… no todo poder es don. A veces también es carga. Y no todos podrán acompañarte en todo el camino.”

Sus ojos se abrieron un momento en el sueño, y pudo ver a Ashar y Gareth. A los dos. Sus manos extendidas hacia ella desde lugares distintos. Ambos esperándola. Ambos dispuestos a caer o levantarse a su lado.

—No podemos seguir así —dijo Gareth, rompiendo el silencio en la habitación mientras Lyara seguía sin moverse. —Una semana… una semana sin ella y yo ya no sé qué hacer.

Ashar, que estaba sentado junto a su cama, lo miró largamente antes de responder. —No es la primera vez que duerme… pero es la primera que duele tanto verla así.

Gareth se quedó en silencio unos segundos, antes de acercarse y sentarse a su lado. —He pensado mucho en lo que ella siente. —Dijo de pronto, mirando las manos de Lyara entre las sábanas. —Por mí… por ti. ¿Tú también lo has pensado?

Ashar asintió, con una pequeña sonrisa triste. —Sí. Y sé que ella siente algo por los dos. Pero… no importa a quién elija. O si no elige. Mientras se quede con nosotros, mientras esté bien… yo la apoyaré.

—Yo también —murmuró Gareth. Y por primera vez en días, ambos se miraron y no vieron un rival en el otro, sino un compañero.

—Aunque no lo admita —añadió Ashar con un dejo de humor amargo—… tú también la haces sonreír como yo no puedo.

Gareth le devolvió una media sonrisa. —Y tú la haces enojar como yo no puedo.

Ambos soltaron una pequeña risa, aunque la tensión no desapareció por completo. Era un acuerdo silencioso. Fuera cual fuera la decisión de Lyara… los dos estarían ahí para ella.

Esa tarde, la calma de la habitación se rompió con un sonido inesperado: el repique de las campanas del pueblo y el murmullo de multitudes más allá de las murallas. Ashar se levantó de inmediato y apartó la cortina. Afuera, en la plaza, se reunía una multitud de aldeanos y visitantes de todo el reino, portando antorchas y banderas.

—¿Qué demonios…? —murmuró Gareth, uniéndose a él.

Los ojos de Ashar se endurecieron al ver la cantidad de personas que se congregaban, alzando la vista hacia la ventana de la torre donde Lyara dormía.

—Están aquí para verla —dijo, sin apartar la mirada.

Gareth apretó los dientes. —Quieren saber si sigue viva… o si falló.

En la distancia, un rumor comenzó a crecer entre la gente, como una ola cargada de expectación. Y aunque no había peligro inmediato, la tensión en el aire era innegable.

—Esto no se ha acabado —susurró Ashar, girándose hacia Lyara—. Todo está por comenzar.

Y mientras las voces del pueblo aumentaban, Lyara en su lecho apretó débilmente la sábana, como si en algún rincón de su sueño pudiera sentir que algo más la esperaba… y estaba lista para enfrentarlo.




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