Gulf se resguardó en la entrada de la cueva principal de la lluvia torrencial que acababa de desatarse. Apenas podía verse con claridad más allá de un metro de distancia. Mientras respiraba agitadamente, visualizó a un costado una media docena de bicicletas apoyadas en una de las paredes de roca de la montaña.
Gulf aguzó el oído, tratando de oír algo pero el golpeteo de la lluvia y el viento repentino que soplaba desde el sur no le permitía escuchar demasiado.
Aferró su mochila a su hombro y avanzó con paso decidido a la pequeña abertura lateral que se encontraba justo frente a las bicicletas, creyendo que Mew y el resto de los jóvenes habían entrado a Tham Luang por allí y no por la gran entrada principal.
Pero apenas se adentró un par de metros, se frenó en seco. El repentino silencio lo puso en alerta. Ya no se oían ni la lluvia ni el viento del exterior. Apenas se veía algo entre aquellas paredes rugosas y estrechas y a pesar de tener la camiseta y el pantalón corto empapados, Gulf comenzó a tiritar de frío.
Se giró despacio tratando de ver algo por donde había venido. Quizás había avanzado más que un par de pasos y no se había dado cuenta.
—¡ Mew!— pronunció temblando.
El eco de su propia voz angustiada le puso la piel de gallina. Siendo consciente de que su cuerpo daba las primeras señales de pánico, volvió sobre sus pasos pegándose a la cara rocosa de la gruta. Se aferraba a aquellas paredes de piedra con tanta fuerza que sin darse cuenta acabó con todos sus dedos lastimados y sangrando.
— Mew ...— volvió a repetir Gulf y su propio eco le heló la sangre. —¡ Mew!— gritó desesperado.
Trató de avanzar más rápido pero tropezó con algo en el suelo desnivelado y cayó de bruces, sintiendo de repente que todo estaba enlodado a sus pies. Y entonces se dio cuenta de que había agua en el piso.
—¡ Mew! ¡ Auxilio!
El eco lo hizo temblar otra vez y justo cuando sentía que su rostro se llenaba de lágrimas, un sonido débil le llegó desde varios metros adelante.
Risas ... Eran risas ...
—¡ Mew!— volvió a gritar Gulf.
—¿ Quién es? ¿ Quién está ahí?— oyó Gulf.
Dio un par de pasos más y se topó con el rostro de Mew que avanzaba rápido por el estrecho pasillo. Gulf parpadeó ante la inesperada luz potente que le llegaba a los ojos. Cuando Mew bajó unos centímetros la linterna que llevaba en la mano y lo miró.
—¿ Quién eres?
— Mew ...— balbuceó temblando Gulf.
Mee parpadeó confundido.
— Gulf ... Me llamo Gulf ...— Gulf seguía balbuceando.
Mew apuntó su linterna la ropa de Gulf y sonrió.
— Claro, acabas de jugar contra nosotros ...
¿ Qué haces aquí? ¿ Me estabas ... llamando? Oí que decías mi nombre.
Gulf intentó volver a hablar pero las palabras no le salieron. Mew se acercó unos pasos hacia él. Volvió a alumbrarlo con su linterna mientras lo tomaba de un brazo.
—¿ Estás bien? ¿ Estás herido?
Tenerlo allí, tan cerca suyo, tanto que sus alientos agitados se mezclaban, hizo que Gulf pronunciara con voz agónica lo único que fue capaz de decir :
— Mew ...
— Aquí estoy ... Tranquilo ... Te sacaré de aquí ... Ven ...
Mew lo tomó de la mano pero Gulf no logró moverse.
— Tranquilo ...— volví a decir Mew, justo cuando unas voces les llegaron desde varios metros más adelante.
—¡ Mew, tienes que salir de allí! ¡ Ahora! Está lloviendo y el agua está entrando.
– Estoy con...Gulf ...¡ Ahora vamos!
—¡¿ Gulf?!— primero llegó la luz de una linterna y luego aparecieron un par de rostros.
El mismo jovencito al que Gulf le había escuchado decirle marica lo miraba ahora desde varios metros con expresión sorprendida.
—¡ Tienen que salir ya!— gritó el joven.
Pero apenas acabó de pronunciar aquellas palabras, el suelo de la cueva empezó a temblar al igual que las paredes. Las luces de tres linternas corrieron hacia Mew y Gulf mientras estos se sujetaban como podían de las paredes rocosas. Pero justo cuando los tres pares de ojos observaron a Mew en la semipenumbra y vieron a un muy tembloroso Gulf a su lado, las vibraciones se hicieron más fuertes y persistentes y todo comenzó a derrumbarse.
Mew avanzó hacia sus compañeros que le hacían señas y les gritaban con desesperación. Pero al ver que Gulf no lo seguía se frenó en seco.
Un nuevo temblor, diez veces más potente que el anterior, lo puso en alerta. Mew apuntó con su linterna hacia arriba justo para ver cómo un gran pedazo de roca afilada se desprendía del techo y caí adelante suyo. Sintió un fuerte dolor en la pierna y en la cabeza y retrocedió unos pasos. Y mientras sentía las manos fuertes de sus compañeros aferrándolo, apuntó otra vez con su linterna hacia Gulf, quien seguía en el mismo lugar, con el rostro pálido y paralizado por el miedo.
Mew llevó su luz hacia arriba otra vez. Un nuevo temblor le avisó que todo iba a desmoronarse pronto. Llamó a Gulf con un grito pero Gulf sólo lo miraba aterrado. Y sintiendo cómo el techo se agrietaba con un ruido agudo, Mew se soltó de sus compañeros y saltando sobre una gran roca del suelo llegó hasta Gulf, justo cuando el techo se derrumbaba por completo ante un nuevo temblor. Sintiendo a Gulf aferrándose a él, Mew apuntó su linterna hacia donde había estado parado antes, hacía sólo un segundo.
Una inmensa pared de piedra sellada, del piso al techo se alzaba frente a ellos. Un silencio repentino inundó todo.
—¿ Estás bien?— Gulf ayudó a Mew a levantarse.
Mew había caído con el último temblor y con el gran salto. Sentía que le dolía todo el cuerpo especialmente la cabeza. Pero sólo sonrío mientras veía su propia sangre caer desde su rostro.
Gulf lo miró fijamente.
—¿ Por qué ... sonríes? ¿No te das cuenta? Estamos atrapados. ¡ No tendrías que haber saltado hacia mí !... Saltaste hacia el lado equivocado. ¡ Tendrías que estar del otro lado ... a salvo ... con tus amigos!
—¿ Y dejarte solo ...?— susurró Mew— Vamos ... exploremos un poco, ... seguro hay varias salidas más por allí ... Saldremos de aquí.
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Editado: 15.11.2023