OPHELIA
dos semanas más tarde...
Todos en la vida llegamos a ese punto donde tocamos fondo. Un fondo tan profundo del cual no encontramos salida, nos quedamos atrapados en él sin saber qué hacer, en la soledad y obscuridad que este nos ofrece. Después de un tiempo en el frío y doloroso fondo uno pierde las esperanzas de levantarse y salir de él. Se olvida los detalles de ver la luz del sol. Se encuentra perdido y sin esperanzas, solo sufrimiento y melancolía lo acompañan.
Camino hacia la cama y me siento. Miro las pastillas de mi mano.
Algunas personas son lo suficiente fuertes para aprender a vivir en el dolor para sobrevivir. Otras lo suficiente valientes para intentar levantarse y crear una estrategia para salir a la superficie nuevamente, intentando una y otra vez hasta lograrlo.
Por otro lado están las personas que no logra ver un futuro, pierden las esperanzas y se quedan estancadas en el vacío. Hasta que se torna demasiado y deciden ponerle un fin. Porque nada puede ser peor que estar en la posición que se encuentran, porque no hay dolor más profundo, soledad más penetrable que la que viven. Y no hay aparente salida de esa situación, por lo menos no en un futuro cercano, entonces deciden ponerle fin de la única manera que ven posible. Prefiriendo no respirar antes que sentir una golpe seco cada vez que aspiran oxígeno.
Paso mis dedos sobres las pastillas en mi palma, mientras lágrimas silenciosas caen sobre mi piel pálida.
La gente depresiva define la depresión como "el sentimiento de estar ahogándose bajo el agua, mientras ves que todos a tu alrededor respiran sin dificultad".
Eso es lo que recuerdo, que respirar dolía, sofocaba, y quemaba. Que cada bocanada de aire era una tarea casi imposible que se sentía como fuego en mi garganta. Mientras que por otro lado, los latidos de mi corazón se sentían débiles provocando un dolor en el pecho que hacía difícil pensar en cualquier otra cosa.
Y cada detalle a mi alrededor solo se agregaba a este dolor emocional que yo sentía tan físico.
Tomó el vaso de agua de mi mesa de luz y la usó para tomar las pastillas de un solo trago. Con una mano apoyó el vaso nuevamente en su lugar, mientras con la otra secó mis lágrimas. Me recuesto lentamente sobre la cama y cierro los ojos. Lo último que veo en mi cabeza es la imagen de Mason y yo abrazados, ahí es a donde quiero ir, eso es lo que quiero tener. Pero eso ya no es una posibilidad. Nuestro amor ya no existe, quizá nunca lo hizo. Y ahora… Y ahora no queda nada. Solo este frío y doloroso silencio hasta que finalmente las pastillas hagan su efecto.