The Black Cards

Capítulo XIX

Eran las diez de la mañana y los muchachos lo sabían perfectamente, tenían sueño como nunca. Mateo se preparaba un café mientras que los demás ya estaban sentados en la mesa, todos desayunando. ¿Estaban nerviosos? Sí. ¿E inquietos? También.

Era el día en que Maite los recogería —entre las doce y una de la mañana especificó ella— para llevarlos a uno de los estudios de grabación IMS. Demoraban en comer, le daban pequeñas mascadas al pan tostado, Agustín lo preparó, no sabía muy bien. Más bien, estaba quemado. Se les unió Mateo entre otro que otro bostezo. Contagió con uno a Pablo y todo en la mesa rieron, es bueno reír, ayuda a los nervios. El guitarrista se sentó y seguido tomó de la canasta de mimbre un trozo de pan que rellenó de mermelada de durazno. Veían un programa de cable que trataba sobre los accidentes más estúpidos, esta vez venía con la edición de animales.

—La verdad es que ya perdí los nervios —dijo Agustín, nadie pareció darle importancia, miraban concentrados el televisor.

—La idea es ir sin ellos, Agus —agregó Mateo y le dio una mascada al pan.

—A mí me da igual, después de los conciertos no podemos temerle a un estudio de grabación —miraron a Pablo, tenía razón el chico. ¿Temerles a unos micrófonos? ¿O al estudio? Ninguno de los cuatro tiene claustrofobia, a qué le temen entonces.

Al futuro.

Porque el futuro es incierto.

La nueva hora demoraba en cumplirse. El día poco a poco se despejaba y la tarde llegaba. Agustín veía televisión con Felipe ambos sentados en el sofá. Pablo estaba en el baño rasurándose la barbilla con una navaja que le regaló su padre semanas atrás, la deslizaba lento por su piel, veía por el espejo como se sacaba la espuma, su cuello quedaba con una especie de tinte color blanco. Mateo en su cuarto llamó a Camila, pero esta no contestaba, dejó el celular en la cómoda y salió de su cuarto hacia el cuarto de estar, se sentó en el sofá junto a los demás. Ahora veían ya un canal de música quien transmitía The Song Remains The Same de Led Zeppelin, lo miraban atentamente dejándose seducir por los movimientos de Jimmy Page al igual que los de Robert Plant, y los fuertes golpeos que daba John Bonham a su batería. Tocaban The Ocean la puerta sonó con tres golpeteos. Mateo se levantó rápido y mientras se acercaba se escuchó la voz de Pablo decir «la puerta», el chico vaciló y abrió la puerta sin esperar más. Vio a Maite con la misma chaqueta de la vez que lo visitó, tenía una sonrisa plasmada en su rostro, notó el maquillaje, la primera vez le vio las arrugas que se le formaban en las comisuras y bordes de sus labios.

—¿De nuevo voy a tener que pedirte que me dejes pasar? —dijo, la sonrisa de transformó a una rápida desilusión.

—Lo siento. Ven, pasa —y se corrió para dejarle entrar —se dio una vuelta en círculo y observó nuevamente todo lo que podía ver, estaba igual que la vez anterior. Sólo que con luces y dos chicos en el sofá.

—Veo que son muy ordenados para ser jóvenes —los miraba fija a ambos. Estos se pararon y acercaron.

—Hola. Soy Agustín —vaciló—… Agustín Gallardo —la besó en la mejilla.

—Felipe Tapia. Un gusto —dijo tembloroso y repitió los mismos pasos que su amigo.

—El gusto es mío, muchachos —miró detalladamente más hacia los lados—. Pero falta uno, dónde está el otro diamante —miraba en los recovecos, pero no. No hallaba a cuarto integrante.

—Aquí estoy —se escuchó un eco provenir de las escaleras, finalmente apareció el vocalista que bajaba por ellas.

—Tú debes ser el vocalista, sí. Pablo si no me equivoco.

—Y no se equivoca, señorita García —se le acercó más hasta quedar frente a ella. Le besó la mano—. Pablo Sepúlveda, un placer.

—Bueno, es la hora. Mi marido espera en la Van. ¿Tienen los instrumentos listos? —Mateo junto a Agustín exclamaron una mueca de asombro. Subieron rápidamente hacia el segundo piso, cada uno se dirigió a sus cuartos. Tomaron sus instrumentos, ambos guardados en sus respectivas fundas. Se toparon al llegar a las escaleras y bajaron hasta quedar quietos en los mismos lugares donde estaban antes.

—Estamos listos —concluyó Mateo.

Salieron todos de la casa. Agustín esta vez le tocó cerrar la puerta principal y la de la reja. Subieron a la Van que estaba estacionada en la casa frente a la suya.



#12951 en Joven Adulto

En el texto hay: amigos, banda de musica, musica rock

Editado: 02.05.2018

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.