The Black Cards

Capítulo XXII

—¡Mierda! ¿Cómo pueden tocar tan mal? —Agustín hacía referencia a la banda DEMOCRACIA que se hallaba en el escenario haciendo pruebas de sonido.

—Puede ser culpa de los parlantes —Felipe trató de suavizar el ambiente. Le dio un largo sorbo a la bebida en lata, era una marca descocida para el chico; Debe ser otro invento gringo, pensó.

Se encontraban ya en el centro del evento en donde se realizaría el Rock Hands, uno de los shows de música en vivo más aclamados en el último tiempo gracias a la AZ que lo hacía con los sanos motivos de hacerse más poderosa en el país, tenía hora de apertura a comienzos de las nueve de la noche. El organizador pidió ser puntual en la llegada a los siete grupos para que tuviesen el tiempo necesario de hacer pruebas de sonido y hacerse una idea sobre el lugar. El ambiente y físico del centro era similar en casi todo al show que realizaron en Concepción el cual podía definirse como el comienzo de todo, así pensaban Mateo junto a Agustín, para Pablo todo comenzó el día en que conoció al guitarrista que pegaba carteles en pleno centro de Santiago.

Mateo estaba en la parte trasera del escenario, en un lúgubre rincón del amplio sector. Era mayor oscuridad que luz gracias a unos focos tendidos en el techo a pesar de que sólo apuntaban al escenario, fuera de ahí era difícil recibir el resplandor. Ensayaba junto a Gabriel ambos con su guitarra tocando Bombtrack, sólo Gabriel sabía tocarla, aunque no fue motivo para que Mateo lo siguiera con melódicos y pegajosos rasgueos a su Les Paul, el sonido era pesado a pesar de que el volumen del amplificador que utilizaban no llegaba a sobrepasar el cuarto de la potencia que ofrecía. Gabriel erguía su cadera al frenético ritmo de la canción, realmente la disfrutaba. La rudeza del sonido era factor de locura según él, —Solo cuando puedo toco música más Hard, le había dicho—. Mateo sintió lastima ya que lo veía y sentía tan solo por ver los oscuros ojos de su amigo para notar que su banda no le causaba el placer por el que uno quiere dedicarse a la labor. Se lo preguntó, Gabriel lo miró, se sintió como si fuese un libro y Mateo acabara de echarle unas ojeadas. Asintió con un suspiro.

—…Además, detesto la música Garden. ¡Mierda! Antes sentía… Y sabía, que sólo ella me hacía comprenderme mejor —suspiró otra vez amén de cesar su lamento.

—Bueno… Todos estamos en movimiento, al igual que nuestros ideales. No siempre le servirás a un YO. Somos pasajeros, en especial los músicos —se enredaba con lo que trataba de decirle, tanto que su frente sudó por un momento, cómo odiaba esa sensación; pero pareció que Gabriel si entendió.

Nadie que abordaba en el centro hubiera deducido que en aquel exacto momento el reloj marcaba las cinco de la tarde, y no lo sabían aun, a pesar de que el reloj eléctrico estaba en junto a las botellas del bar posicionado en la esquina derecha del centro. Tenía un aroma hogareño de esos que son hacia el sur del país. Sonaba Oh! Sweet Nuthin' por los altavoces dándole mayor valor a un lugar solemne. Los músicos vacilaron por un momento recordando los buenos momentos, reaccionaron rápido y volvieron a lo suyo. Mateo compartía un trago junto a Agustín mientras que platicaban de la noche la cual ya no quedaba nada para que se presentara. Ambos ya no sentían los nervios que antes prácticamente odiaban, esos que no los dejaba hacer el trabajo con tranquilidad y pasión, a pesar de eso lo hacían muy bien, pero no gozaban del momento, claro. Ahora sólo reían con el consentimiento en que darían un espectáculo como se merece. Pablo se unió a ellos tras estar en el bar bebiendo un tequila en soledad.

—¿Ensayaste? —le preguntó a Mateo. Algo le hacía presentir que la respuesta sería un SÍ. Aun así, tenía que decir algo, se sintió incomodo al momento de agregarse a sus dos socios.

—Por supuesto, practiqué junto a Gabriel hace un momento —desvió la mirada en busca del guitarrista con el propósito de apuntarle. No lo encontró.

—¡Genial! —le dio un golpecito en su hombro que es capaz de dar las mejores vibras incluso hacia un escéptico, así lo sintió Mateo.

—Lo mejor es que no habrá cables en el suelo —comentó Agustín se refería a los cables inalámbricos, como los que usaron en Valparaíso. Tenía el derecho de decirlo, odiaba que estuvieran dispersados por todo el terreno, pensaba que cualquiera podría resbalarse sin querer.

Las siete de la tarde marcaba el reloj. El Barman apenas había llegado, era un tipo que no aparentaba ser del país, sino más bien un cubano por a su tostada piel además de habérsele escuchado su acento en el momento en que hablaba con el dueño del local. Minutos después supieron que su nombre era Alejandro, aunque era confuso puesto que unos le cambiaban el nombre a Yanko, nunca se supo cuál era el verdadero nombre de él. El Barman se posiciono ya dentro del bar con una blanca camisa donde contrastaba con su corbatín color negro. Se le acercó un chico de pelo rubio que además lo traía bastante desordenado al estilo de John Lydon. Le pidió un ron añejo seguido de apuntárselo.



#12948 en Joven Adulto

En el texto hay: amigos, banda de musica, musica rock

Editado: 02.05.2018

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