Después de la profunda conversación con Jesús, Camila, valiente, decidió abrirse sobre su pasado. En su rostro se reflejaba una mezcla de alivio y vergüenza por no haberlo hecho antes. Sintió una presión en el pecho, pero, al ver la comprensión de los que la rodeaban, se sintió más ligera. Ruwi, percibiendo su vulnerabilidad, se acercó a ella con ternura y la abrazó con calidez.
— No te preocupes, siempre te amaré tal como eres —dijo Ruwi, con una suave sonrisa, mientras le daba un beso en la frente.
Camila, bajando la mirada con vergüenza a los demas
— Ustedes son mi familia ahora; debí haber hablado antes. — Contesta Camila mirando a Ruwi
La calidez de las palabras de Ruwi la consoló, pero aún cargaba con la sensación de no haber sido completamente honesta..
— Todos tenemos secretos, amiga. Es parte de ser humanos. — Comento Rosenda con una sonrisa
Mientras Rosenda y Daniel rodeaban a Camila con abrazos, el ambiente se llenaba de una sensación de aceptación incondicional. Jesús observaba la escena con una sonrisa sincera, reflejando la paz que sentía al ver a su grupo unido, y el silencio que se había instalado entre ellos parecía solo reforzar esa atmósfera de comprensión mutua.
— Además, ¡tengo una sorpresa para ustedes! —anunció Jesús, su voz iluminada por un entusiasmo renovado.
En cuanto Jesús abrió la puerta, una brisa fresca acompañó la entrada de un joven de 18 años, que irrumpió en la habitación con una energía vibrante. Su piel clara y su camiseta roja contrastaban con los pantalones azules y las zapatillas naranjas que llevaba puestas. Su gran sonrisa no tardó en contagiar al grupo.
— ¡Hola! Soy Pablo Lorenzo —se presentó con voz clara, su energía juvenil llenando el espacio.
Camila, al reconocerlo, se iluminó de inmediato. Sin pensarlo, corrió hacia él y lo abrazó con un brillo en los ojos que no había mostrado desde hacía mucho tiempo.
— ¡Cuánto tiempo sin vernos! ¿Cómo has estado? —preguntó con un entusiasmo que hizo que su rostro se volviera radiante.
— He estado bien, y te he extrañado un montón —respondió Pablo, devolviendo la sonrisa con calidez.
Ruwi, un poco sorprendido por la espontaneidad de la reacción, entrecerró los ojos con un aire de cautela, pero no pudo evitar sonreír al ver lo feliz que estaba Camila. Al final, esa felicidad era lo que más le importaba.
— Oh, Pablo Lorenzo, te presento a mi novio, Ruwi Atilano Bonillas —dijo Camila, con una mezcla de orgullo y nerviosismo, mientras los otros miembros del grupo observaban en silencio.
Ruwi levantó la mano en señal de saludo, un poco incómodo por la situación, pero lo hizo con una sonrisa forzada. Pablo, también nervioso, le estrechó la mano, ocultando el secreto amoroso que guardaba en su corazón, así como la esperanza de que Camila aún estuviera soltera.
— Maestro, fue un reencuentro muy bonito, pero ¿qué hace Pablo Lorenzo aquí? —preguntó Daniel con curiosidad, mirando a Jesús, que permanecía tranquilo en medio de la escena.
Jesús, con una sonrisa que reflejaba seguridad y calma, miró a todos con una mirada profunda.
— Él es el quinto enviado de Dios que elegí —respondió Jesús con serenidad, generando un murmullo de sorpresa entre el grupo.
La habitación quedó en silencio, la sorpresa evidente en los rostros de todos.
— ¿Qué? —preguntó Ruwi, atónito, mirando a Pablo como si no pudiera creer lo que acababa de escuchar.
Jesús, con un gesto tranquilo con sus sabiduria mirando a todos
— Mis hijos, no siempre seremos solo cuatro; voy a integrar uno más. Este es el momento en el que nuestra familia crece. — Explico Jesus con sabiduria.
Con un movimiento preciso, Jesús hizo que una espada con un mango dorado apareciera en las manos de Pablo. El joven, claramente asombrado, no dudó en colocarla sobre su pecho, mientras una armadura celeste con detalles dorados, con el símbolo del pez grabado en su torso, se materializaba a su alrededor. La luz que emitía la armadura parecía irradiar esperanza y fuerza.
— Bueno, ¡te queda genial! ¡Bienvenido al equipo, amigo! —comentó Daniel, rompiendo la tensión con una sonrisa amplia y alegre.
— Sí, ¡bienvenido! —añadió Rosenda, entusiasmada, mientras se acercaba a Pablo para darle la bienvenida con un abrazo.
Camila, con el corazón lleno de felicidad por ver a su amigo entre ellos, no pudo evitar sonreír. Su alegría era palpable, un brillo especial en sus ojos. A pesar de la sorpresa y los momentos de tensión, el ambiente había vuelto a llenarse de calor y aceptación. Aunque Ruwi Atilano Bonillas seguía con una expresión cautelosa, al ver la felicidad de Camila, no pudo evitar aceptar con una sonrisa tímida la incorporación de Pablo Lorenzo a su familia, reconociendo que, a veces, las sorpresas podían traer consigo nuevos comienzos.
Editado: 09.04.2025