Abro los ojos de golpe y un grito ahogado escapa de mi boca como si todo este tiempo me he estado asfixiando.
Acaricio las cobijas intentando quitarme el sudor que cubre mi cuerpo y me levanto de la cama con una dolorosa dificultad.
Miro a mi alrededor sintiendo mi corazón latir a mil por minuto a causa de mi reciente pesadilla, la he tenido desde mis ocho años y cada cierto tiempo aparece, torturándome al atraparme en el cuerpo de un lobo. En cada sueño la pesadilla va avanzando, obligándome a vivir o a sentir cosas nuevas. En este caso matar a otro ser vivo.
Me paso la mano por la cara, intentando sacar las imágenes del ciervo, el bosque y el lobo que siguen frescas en mi mente como si en lugar de ser un sueño fueran un recuerdo de la noche anterior.
Aprieto las mangas de mi saco al sentir el intenso frío que inunda mi habitación. Con lentos pasos me dirijo a la ventana y observo la inmensidad infinita del bosque, todo está cubierto de nieve y de neblina como lo predije.
-¡Emma ya levántate!.- grita mi madre que de seguro ya esta en la cocina preparando el desayuno. Incluso con la puerta cerrada y varias escaleras de distancias puedo escuchar su voz a la perfección, mi padre dice que seguramente se debe a que las paredes de esta casa son muy delgadas.
El olor de las moras y de las hojas de los pinos traspasa el cristal de la ventana e invaden mi habitación dándole un aroma silvestre, como si el bosque la reclamará como suya.
Vivo en Alaska con mis padres y mis tres hermanos, en el centro de un bosque. Literalmente en el centro de la nada, rodeada de miles de hectáreas de pinos y arbustos.
Es un enorme problema cuando se trata de hacer una fiesta, pedir una pizza o simplemente salir con mis amigos ya que vivo a una hora de la ciudad más cercana . Siempre me dio miedo ese frío y silencioso bosque y a pesar de mis constantes quejas nunca nos mudamos; mis padres viven aquí mucho antes de que Thomas y yo naciéramos. Lo que más me molesta es que no hay una razón para vivir aquí ya que mis padres siempre están en la ciudad y no recuerdo haberlos visto entrar al bosque además ni mis hermanos ni yo tenemos permiso de hacerlo.
-¡¿Emma ya estas lista?!- vuelve a gritar mi mamá despertándome de mis pensamientos.
Dejo de contemplar el bosque y me meto en el baño. Me cepillo mi larga cabellera platinada y me lavo la cara intentando pegarme más a la realidad pero es imposible, las imágenes continúan vivas en mi mente haciéndome estremecer y sentir un hueco en mi estómago.
Salgo del baño y me visto con los primeros vaqueros que veo, una camisa gris sencilla y un saco de color vino. El frío es tan fuerte que no dudo en ponerme mi gorro de lana favorito y salgo de mi habitación con prisa.
Bajo las escaleras y al llegar a la cocina mis hermanos ya están sentados en la mesa cada uno concentrado en su propia mente, sin decir palabra alguna, sin sentimiento alguno en sus ojos. Repaso cada uno de sus rostros como si no los hubiera visto en años:
Thomas es mi hermano gemelo pero eso no nos hace en nada parecidos, lo único que tenemos en común son nuestros ojos verdosos y grandes. Mi cabello es rubio, el suyo es castaño rojizo, además él es mucho más alto que yo.
Amy es mi hermana menor solo por un poco más de un año. Su cabello pelirrojo y sus ojos azulados son exactamente iguales a los de mi madre. Por último viene Scott de doce años, de piel tan blanca como el marfil y cabello rubio parecido al mío, sus ojos son de un intrigante color azabache.
- Emma, ¿estás bien? - Pregunta mi madre al verme pasar silenciosamente junto a ella.-Estas pálida... ¿ De nuevo la pesadilla?
- Sí, mamá- respondo cortante esperando que no me haga un cuestionario ya que no quiero dar detalles. Hacerlo solo me haría revivirlo todo. Mi madre me mira con tristeza, como si fuera a ella a quien las pesadillas torturaran.
-¿Qué viste?.- Pregunta pasándome un delicioso plato de panqueques, los cuales con su dulce aroma hacen rugir a mi estómago.
No sé qué decirle para evitar el interrogatorio por lo que me quedo callada mientras me preparo para dar un enorme mordisco a la suave masa.- ¿ Era el mismo lobo?- pregunta sin darse por vencida, esperando que le revele mi sueño.
- Sí, el mismo que he visto desde que soy una niña - digo algo molesta ya que ahora lo único que quiero es saborear la deliciosa comida que tengo frente a mí.
-¿Qué sucedió esta vez? - pregunta ignorando mis deseos de comer.
- Asesiné un ciervo.- Respondo con simpleza, paseando el tenedor frente a mi boca .
-¿Cómo fue?-Mi madre me mira con los ojos como platos haciendo que tenga un mal presentimiento.
- Para ser honesta no quiero hablar sobre eso, lo ultimo que quiero es recordar el sabor de la sangre mientras desayuno. - Respondo con seriedad.
Mi madre se sienta a mi lado sin decir una palabra más y hace algo inesperado cuando estira su mano para tomar la mía y acariciarla con delicadeza, como si algo la apenara. La miro con asombro y le doy una sonrisa intentando calmarla pero sus ojos siguen igual de aterrados.
Una vez que ella se aleja todos comemos en el silencio que tan acostumbrados estamos de contemplar en esta casa.
***
Pasé el resto del día con la pesadilla en mi cabeza, el frío se vuelve más intenso cada hora que pasa logrando atravesar la tela de mi ropa e invadirme hasta los huesos.
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Editado: 25.03.2018