— ¿Qué hacen aquí? — Dijo con temor y enojo.
— Tranquila pequeña. Sólo queríamos invitarte a salir para que conozcas un poco de la cultura ya que... como eres nueva — Respondió la líder.
— No es necesario gracias. Además debo estudiar para la clase de mañana — Respondió como intento de persuadir a las chicas.
— Porque no vas — Dijo la anciana — Además siempre te la pasas encerrada en tu habitación —
Emely miro al suelo y con un suspiro acepto. Después de ir por una chaqueta bajo las escaleras con temor aunque con la esperanza de que su abuela cambiará de parecer más no fue así.
— Bien, vamos — Dijo desanimada.
Al cruzar la puerta quedó detenida por un momento y volteo a ver por última vez a su abuela esperando aquella negativa, pero simplemente se despidió.
El trayecto era completamente en silencio.Emely se encontraba con nervios que la hacían sudar frío. Llegaron a la estación Shibuya, descendieron y salieron a la superficie.
A pesar de ser 8:40 de la noche el centro del distrito se encontraba lleno de gente. Caminarán entre calles para confundir así a la pequeña y que no pudiera escapar. Llegaron a una calle que sólo era transitada por personas y ahí se detuvieron.
— ¿Estás lista? — Cuestionó la líder.
— Lista... ¿Para qué? — Respondió confundida.
— Para que nos consigas dinero — Le respondió la rubia.
— ¿P-ara qué? — Cuestionó con temor.
— Eso no te incumbe Sakurai — Contesto de mala manera.
— ¿Cómo haré eso? — Pregunto nerviosa.
— Te daré dos opciones. La primera es que robes el dinero de algún incautó o la segunda es... que uses tu cuerpo para conseguirlo — Respondió sonriente.
— ¡Qué! — Exclamó.
— Por cierto... queremos 500 yen como mínimo — Dijo la líder mirándola a los ojos.
Se alejo de ellas y se perdió entre la multitud. Emely no sabía que hacer, sus nervios estaban al máximo, pero la presión la hizo hacer lo que aquella chica rubia le ordenó.
Eligió robar el dinero así que se colocó en una pared mientras esperaba a la persona indicada. Hombres y mujeres pasaban y pasaban frente a ella hasta que por fin encontré a su víctima perfecta. Era un hombre de unos 45 años, alto, algo robusto que caminaba despistado; Emely se le acercó lentamente y sin hacer nada de ruido y/o movimientos bruscos logro sacar la billetera del saco de aquel hombre. Por fin tenía el botín y nadie se había dado cuenta, pero el sentimiento de culpa la lleno así que fue corriendo hacía aquel hombre y lo detuvo.
— Señor, se le cayó su billetera — Dijo con voz de niña buena y tierna.
El hombre tomo su billetera y le sonrió amigablemente. Emely salió corriendo y se escondió en un callejón donde se sentó a lado de un contenedor de basura y soltó en llanto.
— ¿Por qué? ¿Por qué me hacen esto? — Decía entre lamentos.
De pronto sintió un frío que helaba sus huesos así que se limpio los ojos y se empezó a frotar las manos. Miro a su alrededor y no había nadie, ninguna persona lo cual le sorprendió ya que hace unos momentos toda Shibuya se encontraba llena de gente.
Se levantó de su escondite y salió de aquel callejón. El frío era más potente que sentía que en cualquier momento iba a quedar como estatua de hielo.
— ¿Qué ha pasado con todos? — Se dijo así misma mientras avanzaba con temor.
Un fuerte ruido hizo eco por todas las calles asustando a la pequeña que volteo a todos lados, pero no encontró a alguien o algo que pudiera hacer ese ruido como de un rugido. Sigo caminando y de nuevo aquel ruido se hizo presente, pero esta vez algo hizo que vira al cielo. Entre las nubes oscuras sentía que había algo, pero no podía verlo hasta que con ayuda de algunos relámpagos que alumbraron aquel cielo oscuro pudo verlo. Era un dragón o eso pensó ya que tenía unas enormes alas y el cuerpo como aquellas criaturas mitológicas, era de color negro o eso parecía. De pronto abrió los ojos y se encontraba de nuevo en su escondite.
— ¿Estás bien? — Preguntaba una voz masculina mientras que la pequeña seguía confundida.
Emely levanto la mirada y lo vió parado frente a ella. Era el chico del metro que la estaba mirando con confusión.
— Sí, estoy bien — Respondió tratando de calmar sus nervios.
— ¿Qué haces aquí a esta hora? — Cuestionó el jóven.
— Vine con tres chicas — Respondió en voz baja.
— ¿Tres chicas? — Pregunto algo intrigado ya que no había nadie cerca.
— Sí, una es rubia — Alcanzó a decir antes de ser interrumpida.
— ¿Una rubia? — Dijo sorprendido.
— Sí. ¿La conoces? — Dijo intrigada.
— Sí, se llama Yuko y es algo agresiva — Respondió el chico.
— Yo diría muy agresiva — Dijo Emely en tono de ironía.
Ambos rieron. Él la ayudo a levantarse y ella sentía una seguridad al estar con él, una profunda paz.
— Por cierto me llamo Hanabi — Dijo sonriente.
— E-Emely — Respondió tímida.
— Ven, te acompaño hasta tu casa — Dijo el chico.
La luna avanzaba y Hanabi acompaño hasta su casa a la pequeña Emely que aún no podía creer lo que estaba pasando.
— Hasta aquí — Dijo Emely deteniendo al muchacho — Gracias por acompañarme — Agregó.
— No tienes que agradecer, no te iba a dejar ahí sola — Le respondió.
Ambos se miraron y se sonrieron por última vez. Emely trepó por una barda y salto hacía su ventana para después meterse en ella. El chico se aleja lentamente con la sonrisa de aquella chica en su mente, pero en las sombras un hombre los vigilaba discretamente.
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Editado: 25.06.2020