En ese momento Yuko y sus amigas se iban mientras se ocultaban entre las sombras. De repente uno de los hombres tomo a Emely y la tiró sobre unos cartones que se encontraban a un lado de un tipo “campamento” donde quizás un vagabundo dormía.
— Déjen-me — Pronunciaba entre jadeos.
— ¡Cállate zorra! — Dijo el que la sujetaba.
Mientras el hombre que la tiró a los cartones la sujetaba su compañero trataba de desvestirla. Los botones de la chaqueta que portaba fueron rotos de un tirón al igual que su blusa dejando al descubierto su sostén.
— ¡Vaya! Los pechos de las colegialas me gustan bastante — Dijo el hombre mientras se relamia los labios — Veamos que tienes acá abajo — Agregó sonriente.
Las manos del hombre bajaron al pantalón de Emely y trataba de desabrocharle los botones que aún la protegían, pero de la nada sonidos de pasos hicieron eco por todo el callejón.
— Dejen a esa chica — Dijo una voz medio ronca.
De las sombras apareció un hombre de al menos 40 años, cabello blanco, un semblante de hombre ya maduro, de unos 1.70 de alto y medio ancho de la espalda.
— ¿Y tú quién te crees para venirte a entrometer? — Dijo el hombre que estaba sobre Emely.
— Es mejor que te vayas idiota, no tienes nada que hacer aquí — Dijo el hombre que sujetaba los brazos de la pequeña.
— Se equivocan — Respondió con una sonrisa.
El hombre misterioso corrió rápidamente hacia el hombre que estaba sobre la pequeña, lo tomo del cuello y lo lanzó contra la pared del lado izquierdo del callejón.
— ¡Hijo de puta! — Gritó el hombre que sujetaba a Emely.
El hombre soltó a la pequeña y se levantó con una navaja que sacó de uno de sus bolsillos e intento apuñalar a aquel hombre, pero este lo esquivó y lo tomo del brazo y de lo torció hasta romperselo; después lo lanzó contra la misma pared que a su compañero. Miro a Emely y se acercó a ella.
— ¿Te encuentras bien? ¿No te hicieron nada? —Le cuestionó.
— No, por suerte que llegó usted — Dijo Emely con una sonrisa de agradecimiento.
Tras de ellos los dos hombres se iban incorporando poco a poco.
— Ma-maldito — Murmuró con dificultad uno de ellos.
Saco una pistola y con dificultad apunto al extraño hombre y disparo. El hombre recibió el impacto de la bala, pero esta sólo rebotó y cayó al suelo.
— ¡Qué mierda! — Dijo Sorprendido.
El hombre se acercó a aquel que le había disparado y le sonrió para después romperle el cuello. Su compañero intento atacarlo de nuevo, pero el intento fue en vano ya que el hombre le dió un golpe que no era tan fuerte, pero logro que su corazón se detuviera y muriera al instante. Se volvió a acercar a Emely.
— Toma que hace frío — Dijo el hombre mientras le daba su abrigo.
— Gracias — Dijo la pequeña.
— Déjame llevarte a tu casa ya que no es bueno que andes sola y más por lo que acaba de pasar — Menciono el hombre.
El hombre acompaño a Emely hasta su casa, se despidieron y la pequeña volví a subir por la barda hacia su ventana para que nadie sospechara.
El hombre se marchó pero a unos cuantos metros de la casa de la pequeña se detuvo y miro al cielo.
— Señor, su hija ya está creciendo y pronto volverá a tener sus poderes, pero mientras eso pase seguiré cumpliendo mi promesa hasta que llegue mi fin y reencontrarme con usted — Dijo para si mismo.
*Flashback*
— Ella es la única esperanza — Decía un hombre con voz grave.
— Pero señor tan sólo es una niña — Respondía uno de sus subordinados.
— Mi hija no sólo es una niña común y corriente capitán Dell — Dijo el hombre mientras veía por su ventana — Ella es la salvación, la que dará fin a esto —
— Pero... — Fue interrumpido.
— Tú bien sabes que Emely posee ambos lados, tanto el oscuro como el nuestro — Decía el hombre muy serio.
— Pero. ¿Por qué el mundo de los mortales? — Cuestionó curioso el subordinado.
— Porque —
*Fin del flashback*
Al amanecer aquel hombre misterioso se encontraba durmiendo en la banca de un parque hasta que lo despertaron.
— Señor, no se puede dormir aquí, es vía pública — Mencionó un policía que patrullaba.
— S-sí, lo siento señor — Respondió aún con sueño el hombre.
Por otro parte; la abuela de Emely la despertaba para ir a clases.
Emely en toda la noche no pudo dormir por los sucesos que vivió ayer y la verdad, no tenía ganas de ir al colegio, pero debía de ir ya había faltado mucho y pronto sus padres llegarían a visitarla.
Ya en la escuela Emely se encontró con Yuko y sus amigas, pero las ignoro por completo. Así pasaron las horas hasta la hora del descanso donde sabía que las iba a encontrar quisiera o no. Salió del salón y se dirigió con paso firme a la cafetería, pero el miedo en ella la tenía abrazada.
— ¿Vas hacía algún lado? — Dijo Yuko mientras le cerraba el paso.
— ¿Qué quieres? — Respondió molesta.
— Que me digas. ¿Qué pasó anoche? — Contesto la rubia.
— No paso nada — Respondió con molestia.
— ¿Segura? ¿No has visto las noticias? — Siguió insistiendo la rubia.
— Ya te dije que no — Contesto un poco fastidiada.
— ¿Sabes? La razón por la cuál te entregué a esos hombres fue para alejarte de Hanabi — Menciono la rubia mientras veía al suelo.
— ¿Hanabi? — Dijo con confusión.
— Él y yo somos novios y tú maldita zorra no me lo vas a quitar — Dijo la rubia con una sonrisa terrorífica.
— Hanabi nunca te quiso y jamás te querrá maldita puta — Contestó Emely.
— ¡Eres una zorra! — Grito Yuko mientras la empujaba.
— No vuelvas a empujarme — Dijo Emely molesta.
— ¿O qué? ¿Qué harás? — Dijo retadora la rubia.
Emely miro al suelo y después empujó a Yuko, pero fue con gran fuerza que salió volando y se estrelló contra unas de las mesas de la cafetería. Los que estaban ahí se quedaron atónitos.
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Editado: 25.06.2020