Está aquí, en la peluquería Hair's, donde Charles Ravenforst mantuvo prisionera a su esposa hasta el día en qué acabó con su vida, asesinándola brutalmente. ¡La hemos encontrado!.
- No me lo puedo creer. - Digo llevándome las manos a la cabeza. - Es aquí.
Sara comienza a caminar alrededor de la silla, analizándola detalladamente. Se agacha, mira de bajo de ella y estira sus manos como tratando de agarrar algo.
- ¿Qué pasa? - Le pregunto mirando lo que hace.
Sin decir nada, saca sus manos de abajo de la silla y me muestra una cantidad excesiva de cabellos.
- ¡¿Qué es eso?!
- Cabello, mucho cabello y está por todas partes.
No lo había notado, pero tiene razón. Por el suelo está esparcido una gran cantidad de cabello, aunque es difícil notarlo cuando la alfombra y este son del mismo color, un marrón claro.
- ¿Crees qué sean de... Rose?
- No lo dudo, aunque también cabe la posibilidad de que los hayan dejado aquí a propósito.
- Entiendo...
Empiezo a desplazarme por el lugar, hurgando en cada gabetero donde guardaban los utensilios. No encontré nada importante, sólo lo básico, objetos que habría en cualquier peluquería o barbería. Aunque no encontré ningún cesto de la basura, eso explica el motivo de que el cabello esté regado por todo el lugar.
- ¡Dios, que higiénico! - Digo sarcásticamente y Sara pone los ojos en blanco.
- Vayamos allá arriba. - Dice apuntando a una escalera escondida tras un muro al fondo.
- ¿Qué crees que habrá allí?
- Subamos y lo sabremos. - Con esto último, comienza a subir las escaleras, poco a poco, hasta que llega arriba.
- ¿Todo bien? - Le pregunto ya que se ha detenido en el último escalón.
- Si, está despejado. - Dice y sube del todo.
Ya arriba las dos, nos encontramos con una habitación, la cual está descomunalmente desordenada. La cama parece de princesa pero esta caída, la madera que la sostiene está completamente podrida. También hay una cómoda, la cual tiene un espejo enorme pero está astillado, como si alguien en un ataque se furia hubiera lanzado algo contra el.
A su derecha, hay una puerta. Cuando me dispongo a abrirla, Sara me detiene.
- Espera.
- ¿Qué?
- Mira!_ me dice señalando al suelo.
Debajo de la puerta hay una mancha roja, que a pesar de estar seca, parece sangre.
- Me agacho con la intención de tener una mejor vista _Me levanto nuevamente y agarro el pomo de la puerta en mis manos. Sara se coloca a mis espaldas y apoya una de sus manos en mi hombro mientras yo abro lentamente la puerta. Es el baño.
Todo está asqueroso, hay cucarachas saliendo del váter y el rastro de lo que pensamos sea sangre termina justo en la bañera, no hay nada dentro.
- Creo que ya no quiero ir al baño, lo necesitaba, pero ya no. - Con mi comentario, Sara comienza a reírse.
- Lo mismo digo. - Me responde entre risitas.
Volvemos al cuarto y empezamos a registrar cada esquina. Tratando de buscar algo más, cualquier cosa que nos sirviera de ayuda.
Me detengo frente al espejo y reviso todos los cajones, uno por uno, aunque sólo pude encontrar un cepillo lleno de cabellos y un poco de carmín.
El espejo me ha llamado mucho la atención, así que lo miro atentamente... En él, veo a una mujer, está completamente calva y lleva un vestido harapiento.
- Anna... - Me llama con una voz muy aguda - Anna...
Me quedo hipnotizada con su mirada mientras ladea su cabeza hacia un lado.
- ¡Anna! - Reacciono rápidamente y me volteo. - Anna, llevo dos horas llamándote. ¿Qué pasa? ¿Hay algo con ese espejo? - Me pregunta mi hermana.
Miro nuevamente el espejo, la chica ha desaparecido.
- No, nada. - Le respondo.
- ¡Mira lo que me he encontrado! - Me dice señalando a un collar de perlas que lleva en el cuello.
- El rojo te queda bien - Suelto una risita. - Será mejor que dejes eso ahí.
- Vale. - Se quita el collar de perlas y lo deja en el borde de la mesita de noche que está a la derecha de la cama, pero accidentalmente cae al suelo y se rompe.
- Oh-oh, no creo que a Rose le vaya a gustar eso.
- Fue un accidente. - Dice y se encoge ligeramente de hombros.
Me quedo un momento mirando las perlas esparcidas por todo el suelo... Me recuerda algo...
- Aquí no hay nada, se nos han acabado los lugares por explorar. - Dice Sara.
Me agacho rápidamente y recojo una de las perlas.
- Aún no, queda algo por hacer. - Respondo sosteniendo en lo alto aquella perla roja.
Sara frunce el ceño, no entiende que quiero decir. Así que saco de mi bolsillo las canicas que encontramos en el pasaje.
- Ah. Aquel rompecabezas!; lo había olvidado.
- Volvamos a la superficie. - Vuelvo a guardarme las canicas, incluída la perla roja, en el bolsillo. - Vayamos.
..................................
Después de atravesar el pasaje y añadir la nueva moda de telarañas a la ropa, llegamos a la cocina.
- ¿Crees que funcione?
- Hay que intentarlo.
Siento como si Sara y yo hubiésemos cambiado de cuerpo, me siento más segura de mi misma, sin embargo, Sara cada vez es más pesimista. No lo entiendo.
Suelto un suspiro y coloco las canicas faltantes en el lugar que corresponden, también la perla roja, la cual cabe perfectamente en el agujerito en el que va.
- ¿Tienes el patrón? - Pregunta Sara.
- No lo tengo, pero son sólo tres colores, ¿Qué tan difícil puede ser?
UNA HORA Y TREINTA MINUTOS DESPUÉS
- ¡He probado de diez mil maneras y aún nada! ¡Ajj!
- A ver, dame un poco de espacio. Quiero intentarlo. - Me dice Sara y me hace a un lado.
Comienza a cambiar los colores y a formar un patrón diferente.
- ¡Oh, por-fa-vor! Necesité una hora y media para hacer trece patrones distintos. No creo que tu puedas...
¡Clik! - Suena la puertecita de la encimera y ambas nos miramos, aunque yo le pongo los ojos en blanco.
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Editado: 17.05.2020