Moví mi pie izquierdo de arriba a bajo una y otra vez. Miraba a Corky sentando frente a mi en el pasillo donde quedaba la oficina del Decano.
Para nuestra mala suerte, el hombre seguía en el campus ya que había tenido una reunión con el consejo de profesores de la universidad. Por lo que, atendería nuestra fechoría más rápido de lo previsto. Yo solo podía pensar, que era la primera vez que venía a las oficinas de la facultad por el incumplimiento de una regla. Cuidaba mucho el no ser descubierta en ciertas circunstancias. Dependía de media beca; tenía que mantenerla con buen promedio en notas y comportamiento.
—Nunca fui a dirección en la secundaria.
—Pero razones no faltaron —comentó con sátira y yo lo atravesé con la mirada—. ¿Qué? Es verdad.
—Es que… —mire a los lados—. Simplemente pudieron verse en otro lado.
—Eh no, recuerda lo que pasó hace unos días. Evie no podía salir de la residencia tan tarde. Luego no la dejarían entrar.
—Que se quedará en tu residencia. —rodé mis ojos.
—No admiten chicas.
—¿Desde cuándo? Has llevado a cientos, Cork —pase mis manos por mi cara—. No debí ayudarte está vez.
—Y yo no debí volver a ver a la hija del decano.
Iba a decir algo más, pero me quedé callada al oír lo último. Corky pudo ver perfectamente como mi gesto cambio de frustrado a molesto en segundos. Quería matarlo.
—¡Corky! ¡Estás demente! ¡¿Cómo se ocurre hacer eso?! ¡Y no decirme absolutamente nada! —salte furiosa sobre mi asiento.
—No me habías a ayudar, Layla. —usó un tono obvio. Quise lanzarle mi celular.
—¡Por supuesto que no! Es la hija del decano —señale a la nada—. ¡Del decano!
—¡Ya oí!
—¡Agh!
Lleve mis manos a mi cabeza y me puse casi en posición fetal. Estábamos acabados. Íbamos a ser expulsados y todo por la idiotez de Corky. Y claro que también fue mi idiotez, por ayudarlo con tal tontería.
Nada podía ser peor.
Me reincorpore y apoye mi cabeza de la pared. Unos pasos se oyeron subir las escaleras amplias del edificio, y enseguida volteé con un poco de temor para ver al decano. Pero no se trataba de él. Sino de la persona que sin duda, podía hacer está situación aún peor.
Rodé mis ojos con enorme fastidio y miré a Corky, quien enseguida me dio una sonrisa angelical llena de culpabilidad.
—¿Qué hace él aquí? —dije directamente. Estaba tan molesta.
—Lo llamé.
—¿Por-que? —remarque con rabia.
—Es parte del comité estudiantil. Puede abogar por nosotros.
—No necesito su ayuda.
—No vine a ayudarte.
El recién llegado habló por primera vez sacando a relucir su petulancia. Lo miré y él caminó hasta Corky, para sentarse a su lado.
—Estoy aquí solo por mi hermano.
Sus ojos negros se fijaron en los míos con afán, y luego un aire de superioridad destiló de él. Se puso cómodo en la silla, subiendo un pie en su rodilla.
Raymond Brett, era el hermano perfecto de Corky. Y mi ex mejor amigo.
Y ex compañero de banda.
Era una larga historia. Pero podía resumirla en que lo odiaba. Y lamentablemente, debía verlo casi todos los días en las clases que compartíamos ya que estudiábamos la misma carrera: Composición, canto y dirección bocal. Lo satisfactorio era el hecho de que más de una vez podía superarlo en cada prueba que teníamos pero, había algo que no podía negar es que era uno de los mejores alumnos de nuestro curso. Bueno, los dos teníamos el mejor promedio y solía haber una rivalidad constante. De ambas partes.
Raymond, con su cara angelical, cabello marrón con ondas, sonrisa perfecta y unas gafas que en ocasiones usaba, como por ejemplo ahora, daba la clara impresión de ser el mejor de los chicos. Y ni hablar de su vestimenta. Siempre usaba camisas sin abotonar hasta arriba, pantalones de vestir y cuando estaba en su faceta de cantante de una banda, vestía una chaqueta de cuero.
Si, era el vocalista de una banda que tenía con Corky y… otro chico.
Pero, la realidad aquí es que él era un verdadero imbécil.
—Oh, aquí están —los tres volteamos a las escaleras—. ¿Corky estás bien?
Raymond miró a la chica con un gesto muy perdido y luego miro a su hermano. Yo también lo hice, pero con la intención de atravesarlo con mis ojos. Quería matarlo.
—Lo estoy, Evie… —una sonrisa coqueta tambaleaba en sus labios, teniendo la presión de las miradas de Raymond y mía—. Ahm, bueno estamos esperando a…
—Señorita LeBlanc. Señores Brett.
Él decano hizo acto de presencia saliendo de su oficina y a todos nos tomó por sorpresa. Los tres nos levantamos automáticamente y lo vimos en silencio.
—Buenas noches, decano Smith. —dijimos al mismo tiempo Raymond y yo. Lo vi de reojo y él hizo lo mismo.
En silencio, el decano se hizo a un lado pero luego vio a Evie. Su hija.
—Supongo que también nos acompañara. —él hombre la miró crudamente. No fui capaz de voltear a ver su expresión pero en segundos, estuvo a mi lado.
Él decano nos indico que pasáramos. Nos sentamos al frente de un enorme escritorio de madera oscura, Evie se sentó a mi lado y al otro Corky, quedando así en el medio de su hermano y yo.
—No es mi pasatiempo favorito que los viernes en la noche me llaman para decirme que tres estudiantes no cumplen las reglas claras de las residencias.
Él hombre se sentó desabrochando su blazer gris, atravesándonos con su mirada esmeralda. Yo me removí en mi asiento en el momento en que solo me miró a mi.
—Señorita LeBlanc, puede ser una de las mejores alumnas de la facultad pero creo que se le ha olvidado que usted es becada. —pasó sus manos al frente y las enlazo. Inhale profundamente—. Meter a un muchacho a su habitación cuando claramente está prohibido, es una falta grave a nuestros códigos.
—Decano, mi hermano no quiso causar problemas. —oí hablar a Raymond del otro lado. Casi quise rodar los ojos.
—Ah claro, vino a defenderlo —asintió con la cabeza—. Pero dígame, usted cómo parte del comité de alumnos ¿Piensa que entrar a las residencias de las chicas a escondidas es no querer causar problemas?
—Layla es solo su amiga, el error fue incumplir tal vez con el horario. —dijo indiferente.
Por lo visto, alguien no estaba al tanto de la verdad. Junte mis manos en regazo y vi el suelo.
—Señor Brett, creo que sí va a defender a alguien debe estar al tanto de los hechos en concreto —mordí mi labio oyendo al decano, sin querer mirarlo—. Su hermano no solo entró a la habitación de la señorita LeBlanc está noche, sino también fue encontrado a hace unos días en la de la señorita Evie Smith. Mi hija.
Todos nos quedamos en silencio. Busqué la expresión de ambos hermanos; el mayor parecía confundido y a la vez , con ganas de asesinar al rubio. Corky punteo sus dedos entre sí y yo llevé mi mano a la frente. Apenas mire a Evie, y se veía claramente presa del pánico.
Bien, era hora de salir de esto con mentiras.
—En realidad, decano… —los cuatro me observaron. Yo seguía pensando—. Ese día Corky no estaba con Evie…
—Señorita LeBlanc, la encargada de la residencia lo sacó de la habitación de Evie, semidesnudo.
—Por amor a Dios. —murmuro Raymond. Suspiré y vi como la chica pelinegra se sonrojaba avergonzada.
—Lo sé, estuve ahí decano además que su habitación está al frente de la mía… pero en realidad él estaba era en mi habitación —seguí—. Evie... —la miré y ella tenía sus ojos muy abiertos—. Ella me cubrió… porque sabe sobre mi beca y eso.
Dije rápidamente. Él decano me observó confundido, Raymond también y Corky solo trataba de adivinar por dónde iba lo que estaba diciendo. Evie en cambio, solo levantaba una ceja.
—¿Evie? —el decano le habló y ella espabilo. Estaba muy nerviosa tanto que no sabía que decir, por lo que opté por darle un golpe con mi pie en su rodilla.
Claramente no supo disimular el quejido pero funcionó para que hablara.
—Es cierto, yo… solo los ayude.
—Metieron a un muchacho a sus habitaciones, que luego salió semidesnudo. —dijo y al instante arrugue mi rostro.
—Bien, pero no es eso… no fue por eso —me incline hacia adelante aún con evidente asco hacia lo que insinuaba—. Corky estaba en mi habitación porque…
—No he pagado mi residencia.
Miré a mi amigo tan rápido dijo eso. Su hermano lo observó con el mismo rostro de asombro de hace un rato, pero con un poco más de preocupación. Junté mis cejas.
Pase a ver a Evie, y ella tenía una expresión muy distinta a la de todos. Se veía como si lamentara que hubiera dicho eso.
—Si. Eso —retomé la mentira rápidamente—. Cómo sabrá, ellos no viven en el campus… —fui quitando mi atención de ellos, para ver al decano—. Y Corky no ha pagado su residencia y le he estado dando alojamiento a mi habitación…Aquel día, fue para que se duchara y durmiera mientras mi compañera y yo no estábamos. Pero Alba llegó temprano ese día…
—Y para que su compañera no supiera, se fue a mi habitación —Evie agregó de inmediato. Me sorprendió pero cruzamos miradas, y le sonreí—. Pero alguien dijo que Corky estaba ahí…
—Y hoy no tenía dónde ir. —Corky habló viendo al suelo.
—¿No sé podía ir con su hermano? —contesto severamente el decano.
—Yo no sabía nada. —dijo Raymond enojado.
Él decano con gesto cansado, tiro su espalda al respaldo de su silla y pareció meditar todo lo que había contado. Nos miro a los cuatro uno por uno, y al final dio un suspiro.
—Setenta y dos horas de servicio comunitario en las instalaciones de la universidad. —los señaló a cada uno.
—¿Y por qué me señala, decano? —Raymond dijo indignado.
—Es usted alguien muy correcto por lo que veo. Así que eso les enseñará a ser a ellos, mientras los supervisa en todas esas horas —sonrío. Se puso de pie y abrochó su blazer—. Un incumplimiento más, y a usted se le retirará la media beca —me señaló— y usted será suspendido por dos semestres. Con mancha en el expediente.
Asentimos. A los segundos todos salimos y caminamos hasta el pasillo, Evie se quedó con él decano allí y nosotros continuamos. Permanecimos en silencio hasta llegar a las afueras del edificio. Fue ahí cuando oí como Raymond le daba un empujón a Corky. Me giré inmediatamente ya que iban detrás de mi y alcé mis cejas.
—¿En qué demonios gastaste el dinero de la residencia? —le reclamó enfurecido.
—En unas… cosas.
—¿Qué cosas? —vi como su vena de la frente brotaba—. Colin, ¿Qué cosas?
Uy, le dijo Colin.
—¡No es tu problema, Ray!
—¡Te acabas de quedar casi que en la calle! ¡Y casi te expulsan de la universidad! —y entonces me vio. Cruce mis brazos—. ¿Y tú por qué no me dijiste nada de eso? ¿cómo te pareció mejor idea cubrirlo?
Tense mi mandíbula y puse la misma actitud que cuando lo vi llegar.
—No me grites —exigí—. Yo no tengo porque estar diciéndote nada, Raymond.
—Créeme, no es de mi agrado tenerte que escucharte, pero se trata de mi hermano, Layla. —movió su cabeza mientras rechisto.
—No tenía nada que decirte.
—¿Debo creerte? Tu expediente está lleno de perfectas mentiras. Siempre haces lo mismo, lo cubres, dejas que se meta en problemas…
—¡Habló “el chico perfecto”! Yo no soy su niñera, imbécil.
—¡Basta! —gritó Corky y se pudo en medio—. Ella no sabía nada ¿Bien? Layla no tenía idea de que no había pagado el mes de la residencia. Todo lo inventó, yo si estuve con Evie en las dos ocasiones. Y solamente hoy me cubrió. Pero no sabía nada más.
Le di una mirada a Raymond, en un gesto de decirle: te lo dije.
—Lo que dijo la chica. —señaló al edificio..
—Lo que dijo ella, y lo que dije yo funcionó para sacarnos de este problema. Más de lo que tú pudiste hacer.
—Hiciste que salieran de esto con mentiras. —llevo sus manos a las caderas.
—Pero salimos. —cruce mis brazos y me incliné hacia delante.
—Ray, déjala —Corky resopló—. Ya está todo solucionado.
—¿Por qué no me dijiste nada? —hablé está vez para Corky. Mi tono había sido más de preocupación e indignación, que rabia.
—No quería que te vieras obligada a mentirle a Aleck.
—¿Qué hiciste con el dinero que no quieres que papá y mamá se enteren? —refunfuño Raymond. Intercale mi vista entre ellos.
—Digamos que… —movió su cuerpo de un lado a otro—. Lo aposté. Borracho.
Tanto el chico con gafas y yo, nos llevamos las manos a la cara.
—¿Cómo se ocurre semejante tontería, Corky? ¿Por qué hiciste eso?
—Creo que ya lo dijo, estaba borracho. —me dirigí a Raymond. Él me dio la peor de las miradas, yo sonreí.
—Excelente respuesta, Layla. Excelente.
—Ya dejen de discutir, parecen un matrimonio de viejos —se quejó Corky—. Peor, me hacen sentir como si tuviera que presenciar la discusión de unos padres tratando de reprender a su hijo.
—Pues eso pareces, un crío. —de nuevo Raymond ataco.
—No vuelvas a hacer una comparación que involucre a Raymond y a mi juntos. —hice una arcada.
Ambos hermanos me observaron, y luego pasaron a verse. Después de un silencio incomprendido, Raymond sacudió su cabeza y agarró del brazo a Corky.
—Nos vamos.
Lo empujó y Corky solo se despidió agitando su mano. Suspiré agotada, di un paso para irme pero Evie apareció corriendo saliendo del edificio. Me alcanzó y pareció buscar a Corky con la mirada.
—Se fue con su hermano. —dije desganada.
—Oh, bueno eso significa que tendrá dónde ir —habló aliviada y yo la miré con un poco más de atención—. Estaba preocupada por eso…
—Gracias —aclaré mi garganta y vi hacia el edificio—. Gracias por seguirme con la mentira allá dentro.
—Era lo mínimo ¿no? Después de todo estabas metida en un lío que no te merecías. —se encogió de hombros.
—Acepté en un principio —dije abatida—. Le mentiste a tu padre no solo por ti, sino también por Corky y eso te lo agradezco enormemente.
—Pue si… aunque lo que dijimos no fue del todo mentira.
Presionó sus labios y yo le vi con él ceño fruncido. Cruce mis brazos y di un paso al frente.
—¿Cómo?
—Él ha estado quedándose en mi habitación cuando mi compañera no está —hizo una mueca y balanceo sobre sus pies—. Ella siempre duerme en pisos de otros chicos…
—¿Desde cuándo está haciendo eso? —mi tono fue más severo.
—Tres semanas —cerré mis ojos y ella siguió—. La mayoría de las veces también se ha quedado en casas de amigos, y en el piso de su hermano después de una presentación que ha terminado muy tarde...
Dejé de oírla y solo pensaba en que él no había dicho nada. No confío en mi para ayudarlo. Ahora mis ganas de estrangularlo eran más grandes; estuvo todo este tiempo divagando por ahí en vez de pedirme que lo ayudara.
—¿Por qué hoy me pidió que lo dejara entrar por mi ventana? —Evie parpadeo al sentir la tensión en mi hablar.
—Cornelia por órdenes del decano… ahora me vigila con más frecuencia y Corky ya no podía entrar por mi ventana, así que optó por esta vez decirte a ti.
Ah, vale. El plan de reserva.
—No pensamos que las cosas terminarían así.
—En cierto modo, fue lo mejor. No podía seguir sin un lugar donde dormir.
—Él me dijo que no quería preocuparlos —miró sus uñas pintadas de lila—. Y también me dijo algo de que no quería decirle a sus padres…
—Lo sé —negué con la cabeza—. Corky es así.
No seguimos hablando más del tema, por lo que terminamos caminando juntas en silencio hasta la residencia. Cornelia casi nos gruñó al vernos, yo le di una sonrisa sarcástica pero Evie se encogió en miedo. Eso me hizo gracia.
Al llegar a nuestro pasillo, nos dimos una mirada en despedida y cada quién entro a su habitación. Al cruzar la puerta, Alba me esperaba cruzada de brazos en la esquina de su cama.
—Dime que te expulsaron y vienes a recoger tus cosas.
Terminó de hablar en el momento en que cerré la puerta. La miré y rodé mis ojos con afán.
—Hoy no es ese día. —contesté antipática y ella bufo para luego irse a dormir.
Yo hice lo mismo. Apague todas las luces y al meterme en la cama, vi que tenía un mensaje nuevo en mi celular y lo abrí.
Extrañaba que me escribieras. Espero que no sea nada grave por lo que cubres a tu amigo. Yo estoy bien, pero estaría mejor si me escribieras más a menudo. Te amo.
Sonreí en la oscuridad y guarde mi celular bajo la almohada.
Mi fin de semana siempre consistía en quedarme en mi habitación haciendo mis deberes, e ir a hacer yoga con un grupo que se reunía en las áreas verdes del campus. En ocasiones, me daba por ir a un lago cerca de la universidad a darle comida a los peces o simplemente sentarme en un a tratar de componer. Bueno, a terminar de escribir las letras incompletas en mi libreta.
Siempre tenía ideas, pero nunca las lograba completar. No al menos desde un par de años.
Pero este fin de semana, contó con la particularidad de empezar con el servicio comunitario. Hice todo lo dicho anteriormente en la mañana del sábado; al salir de la clase de yoga me fui directo al complejo deportivo del ala Este de la universidad. En el camino, me conseguí con Corky quien venía de hacer ejercicio.
—Es detestable. Amo a mi hermano, pero realmente él solo puede vivir con Travis. Son igual de meticulosos con el orden.
Corky comenzó a quejarse en el trayecto sobre su primera noche viviendo con su hermano, y su otro compañero de banda. Travis.
—¿Hablaste ya con Nova y Wallace? —pregunté para desviar el tema.
—Prefiero conseguir el dinero a decirles —lo vi directamente. Él se encogió de hombros—. Si les digo eso, me sacarán de la universidad. Creerán que no merezco estar aquí…
—¿Y si se enteran por alguien más? Será peor, Corky. Vamos, ellos no son tan estrictos.
—Layla, querida —dio una carcajada—. Solo conoces a Nova y Wallace, no a los señores Brett. —rodo sus ojos.
Llegamos al complejo y fuimos hasta la cancha de básquet, dónde nos tocaría limpiar. En la puerta estaban Raymond apoyado de la pared y Evie, sentada en un banco.
—Diez minutos tarde. —murmuró el castaño con la vista en su celular.
Corky y yo compartimos la misma mirada de fastidio. Miré a Evie y le sonreí en saludo, ella me devolvió el gesto. Entré a la cancha, mientras Corky saludaba cariñosamente a Evie.
El lugar estaba sumamente sucio. Había mucha basura entre las gradas y los bancos de los jugadores, también nos tocaba asear el área de vestidores que sin duda, era la peor parte. Corky se encargo de recoger toda la basura, Evie trapeo cada rincón y yo ordene los vestidores.
Al volver a la cancha, para sacar los contenedores con ropa sucia, miré a Raymond sentado en una de las gradas viendo todavía su celular.
—¡Hermano! ¿con quién hablas tanto? —Corky le gritó desde el otro lado de la cancha.
—Con nadie. —dijo con voz neutra.
—¿Es con la rubia de anoche, no? —rio y Raymond permaneció sereno, pero en algún punto subió su comisura—. ¡Lo sabía! ¿Oíste Evie? Tú amiga Megan atrapó a mi hermano.
Evie miró a Raymond sonriendo con simpatía, y este solo la vio para negar como su cabeza mientras apenas reía.
Basta de relajos.
Tomé un trapeador y una cubeta, caminé hasta donde estaba él y los tiré al suelo justo en frente. El sonido se extendió por todo el lugar, debido al eco y no solo Raymond me dio su atención, sino también Corky y Evie.
—¿Qué tal si nos ayudas? —inquirí con tono áspero.
—No. Solo estoy aquí para supervisarlos. —me dio una mirada soslayada.
—Si ayudas, terminamos más rápido.
—El servicio comunitario se mide por horas. —elevó una ceja.
—Y tú dirás que las cumplimos.
—No funciono así —se inclinó y acercó su cara a la mía. Sostuvimos la mirada—. Y menos con la hija del decano aquí.
Mi humor empeoró. No quité mi vista de él.
—El decano dijo que nos enseñarías de tu rectitud, y que mejor manera de hacerlo que dando el ejemplo de tomar el estúpido trapeador y ponerte a limpiar —gruñí molesta—. Así no iremos todos más rápido de aquí, y no tendré que seguir oyendo sobre tus ligues.
Di un paso atrás con brusquedad y Raymond no se movió. Un rastro de confusión paso por su cara, pero luego identifique cierta petulancia; no debí decir lo último pero no lo aguante. Ya no quería oír mas.
Me giré y volví a los vestidores, dando pasos grandes.
Las horas pasaron, y Raymond al final si decidió ayudar. Con malas ganas, pero lo hizo. Terminamos tres horas después y salimos los cuatro juntos del complejo, Evie al principio estaba conversando con Corky pero luego paso a estar a mi lado.
—Vi que llevas una colchoneta de yoga. —miró al bolso que llevaba colgando en el hombro.
—Si. ¿Tu haces yoga?
—No… pero quisiera —sonrió—. He visto que hay un grupo en el parque.
—Voy a ese.
Ella me dio una mirada interesada y vi que entre abrió su boca para decir algo, pero luego se cohibió.
—¿Y si te inscribes? Podemos ir juntas. —la inste ya que no dijo nada.
—¿En serio? Oh, bueno… sería genial. Si, si.
Su emoción me causo ternura, y sonreí. Llegamos al estacionamiento del complejo y Raymond siguió hasta su camioneta, Corky lo iba a seguir pero se volvió hasta Evie. Quien aún iba a mi par.
—¿Podrás venir a nuestra presentación de hoy en Hermes? —Corky le dijo a la pelinegra.
Evie pareció verse en una disyuntiva, y luego me observó a mi.
—¿Tu irás?
Me pasme y miré a Corky en busca de ayuda. Raymond no tenía su camioneta muy lejos, por lo que escuchó y al abrir la puerta, se apoyo de ella para después intervenir.
—Layla jamás va los sábados al bar.
Desvíe mi atención hacia otro lado. Raymond era insufrible.
—Ah… no sabía. Lo siento.
—No lo sientas, Raymond es idiota por naturaleza —murmure y Corky me dio mala cara—. Yo no voy, como ya “chico entrometido” dijo.
—Bueno, veré si puedo. Si quiero ir, pero no se si pueda.
—De acuerdo, me escribes. Adiós. —Corky le dio un beso en la mejilla a Evie y se fue con su hermano.
Tomé la delantera y volví a andar, pero claramente Evie me siguió el paso ya que íbamos al mismo lugar.
—Eso fue extraño. —comentó.
—Siempre lo es.