«Hasta la próxima…Toothless…»
Desde hace días esas palabras se repetían en su mente siendo pronunciadas por dos voces diferentes, por dos personas que habían dejado una huella completamente diferente en su vida.
—Toothless—repitió en un susurro débil y apagado.
Sus manos se mantenían cruzadas sobre su abdomen, el cuerpo recto sobre la cama y la mirada fija en el techo gris de la habitación del hotel en el cual se hospedaba.
El único ruido que podía escucharse era la televisión encendida a bajo volumen montada sobre la pared frente a la cama. Las voces de los comentaristas le parecían tan distantes que ni siquiera comprendía el tema del cual hablaban.
—¿Cómo conoce ese nombre?—cuestionó a la nada cubriéndose el rostro con uno de sus brazos—. Sólo tú me llamabas así—susurró con voz rota y confundida.
Hacía tiempo que no escuchaba ese mote cariñoso, tanto que incluso lo había olvidado y ahora que regresó a su mente, el dolor de las viejas heridas incrementaba.
Por más que intentaba encontrarle una explicación no lo lograba. Era imposible que conociera el sobrenombre que su hermano le dio, eso era lo único que sabía. No existía manera por la cual Grimmel terminara conociendo tal secreto y lo usara en su contra sabiendo el efecto que tendría en él.
Pero aun así ocurrió, entonces…
—Es imposible—se repitió en voz alta negando lo evidente y frotándose el rostro con ambas manos intentando alejar la desesperación—, pero entonces ¿cómo lo hizo?—exhaló poco después.
No lograba comprenderlo, quizá nunca lo hiciera y, aunque le disgustaba la idea, el único que conocía la respuesta era el cazador.
—Es una maldita trampa suya—exclamó entonces, no se necesitaba ser un genio para entender eso.
Si Grimmel lo había llamado Toothless no había sido por error, pretendía dañarlo, hacerlo perder el juicio y el control que tanto le había costado recuperar durante los últimos años. El hombre quería verlo derrotado de nuevo y para lograrlo pretendía apuñalarlo en el lugar donde antes ya lo había hecho.
Pero él no se lo iba a permitir, no caería en su juego de nuevo pues, como se lo dijo en ese momento, ya no era el mismo de hace tres años.
—Esta vez será diferente—sentenció con seguridad renovada alzando su mano derecha frente a él y convirtiéndola en un puño que resplandeció con la luz azulada de su poder—. Esta vez ganaré, Hiccup, te lo prometo.
Volvió a su anterior posición ahora estando un poco más relajado y con su objetivo nuevamente claro en la mente. Pero esa serenidad duró poco pues el silencio recién obtenido le permitió escuchar con claridad las voces en la televisión.
«El heroísmo de Night Fury no tiene precedentes.»
Eso fue lo primero que captó su atención viéndose obligado a incorporarse sobre la cama en busca del control remoto con el cual, después de encontrarlo, subió el volumen de la televisión.
En la pantalla se podían ver a dos comentaristas vestidos de traje y sentados frente a una mesa de cristal con un llamativo mapa de la ciudad a sus espaldas. Se mantuvo en silencio y prestó atención a todo lo que estos discutían.
—Todos vimos las grabaciones de lo ocurrido en el puente Frigg—dijo el mismo hombre de antes, delgado y rubio—. Night Fury salvó a muchas personas en colaboración de las autoridades a cargo.
Por unos segundos, en pantalla se reprodujo lo que, según el hombre, era un video de lo ocurrido en el puente. En él se podía ver la silueta del héroe encapuchado corriendo entre el humo y los escombros.
¿Quién y en qué momento había grabado todo eso?
—¿Y qué hay de Light Fury?—interrumpió el segundo hombre de cabellos azabaches, su voz y expresión eran más agradables que las del primero—, según los reportes ella también estuvo ahí ayudando.
—Eso no es lo que algunas fuentes confiables han dicho—alegó el otro a la par en que en pantalla se mostraba un nuevo video, uno que él reconoció a la perfección—. Por el contrario, a ella se le vio congelada por el miedo.
Se trataba del momento justo en el que la heroína pareció dudar sobre acompañarlo hacia el peligro inminente. Esa pequeña fracción de tiempo donde su cuerpo se paralizó por la duda y la inseguridad; un sentimiento que él conocía a la perfección y que sólo aquellos arriesgaban su vida a diario podía comprender.
Así que estaba de más decir que el anterior comentario lo molestó.
—Es un completo idiota—gruñó levantándose de un salto y acercándose a la pantalla con el ceño fruncido.
—Sí, bueno…—el azabache, el único cuerdo e inteligente según su criterio, volvió a tomar el control sobre la discusión—, siguiendo con la información, el alcalde ha decidido conmemorar a las víctimas de este siniestro—anunció con un toque de pesar que incluso él sintió—, además de agradecerle tanto al par de héroes como a las autoridades por su arduo trabajo durante dicho suceso.
—¿También a Light Fury?—cuestionó irritado y sorprendido el rubio para después carraspear en busca de calma, quizá había olvidado que se encontraban en vivo.