Sus ojos estaban llorosos e incluso le costaba respirar cuando lo encontró, tenía ganas de gritar pero su voz parecía haber desaparecido.
Inspeccionó el callejón con la mirada para después dejarse caer con torpeza, la parálisis a la que había sido sometida aun no terminaba de disiparse y eso sólo dificultaba más su deseo por llegar hasta él.
¿Cómo es que terminó así? ¿Cuándo fue que todo se complicó tanto? Quizá… quizá no estaba hecha para ser una heroína porque si no podía cuidar de sí misma, qué le hacía pensar que podía proteger a otros.
—No somos invencibles—se recordó con voz temblorosa mientras caminaba hacia donde Night se encontraba tendido en el suelo—, no somos dioses… tenemos límites.
Pero conforme más cerca estaba de él, esas palabras dejaron de resultar reconfortantes, en su lugar se volvieron una cruel realidad de la que no podía escapar.
—Night Fury…—lo llamó dejándose caer de rodillas a su lado.
Con manos temblosas lo sujetó dándole la vuelta para recostarlo sobre sus piernas, importándole poco que su traje se manchara de sangre.
—Night, por favor despierta—insistió llorosa sintiendo la débil respiración del azabache ahora desprovisto de su capucha.
¿Qué se suponía que debía hacer? El miedo la consumía tan rápidamente que le robaba el aliento, pero sabía que si no hacía algo él moriría en sus brazos.
«No somos invencibles»
Incluso los héroes necesitan que alguien los salve de vez en cuando, pero… ¿Podría ella salvarlo a él?
Acunó su rostro entre sus manos aterrándose cuando lo sintió demasiado frio. Un par de lágrimas rodaron por sus mejillas hasta caer en las de él, por más que lo intentó no pudo contener los sollozos que ahora hacían eco en el callejón.
—Por favor—susurró sin dejar de sujetar su rostro—, ¿qué debo hacer para salvarte?
Sus ojos estaban cerrados cuando una mano fría secó las lágrimas que escapaban de ellos y por impulso los abrió para encontrarse con los de él, que con una débil sonrisa intentaba reconfortarla.
—Light…—pronunció con dificultad, su garganta estaba seca y el cuerpo le temblaba a causa del frio que ahora sentía—… tú eres más valiente…
—¿Qué…?—musitó confundida, de todas las cosas que pensó que le diría, esa no era una de ellas—. Night Fury—volvió a llamarlo cuando la mano que había estado en su mejilla se deslizó con un último roce.
La mano del héroe bajó a su cinturón y ahí se detuvo ante la mirada desesperada de ella. Le sonrió nuevamente a pesar del cansancio y con un suspiro sus ojos verdes se cerraron otra vez.
—Llámalos…—fue lo último que alcanzó a decir—, ellos pueden…
—¿Night?
De nuevo las lágrimas comenzaron a rodar nublando su vista mientras intentaba encontrar un significado a lo que él le había dicho y fue al notar el teléfono al cual se aferraba a pesar de estar inconsciente cuando la respuesta que tanto ansiaba llegó a ella.
Inhaló en busca de autocontrol, lo que estaba por hacer era una locura pero de alguna forma Night Fury le había dado su consentimiento así que, dadas las circunstancias, no podía hacer otra cosa más que obedecer. Se limpió el rostro y tomó el teléfono encendiéndolo con la misma rapidez para después revisar los contactos de emergencia en busca de alguno al cual poder llamar como él le había indicado.
—Sólo hay uno—murmuró leyendo el nombre en la pantalla.
«CASA.»
Con un último vistazo al héroe en su regazo, presionó la opción de llamar rogándoles a todos los dioses que alguien respondiera.
Dos tonos. Tres tonos. Al cuarto el silencio fue roto por una suave voz femenina y con eso un poco de esperanza regresó a ella.
*O*O*O*
No muy lejos de lo que ocurría en el callejón, sobre la azotea de uno de los edificios más altos del área, cuatro siluetas permanecían de pie y al asecho observando cada movimiento de los héroes.
—No entiendo—habló uno de ellos, el hombre de uniforme negro y rojo cuyos ojos resplandecían de ira fijos en la figura blanca de Light Fury en la lejanía—, ¿por qué no bajamos ahí y los atacamos? ¡Están indefensos!
—Guarda silencio o nos escuchará—reprendió la joven pelirroja cruzada de brazos junto a él.
La noche había terminado por caer sumiendo en oscuridad y silencio a la ciudad, un silencio que era roto únicamente por el eco de las sirenas policiacas en la distancia.
—Pero podemos acabar con ellos o mínimo seguirlos hasta su escondite—insistió el hombre.
—Ya basta, Changewing—exclamó entre dientes fulminándolo con la mirada—. Las órdenes del jefe fueron claras, no podemos matarlos aun, ¿o es que acaso pretendes desafiarlo?—le recordó señalándolo con dedo acusador—. Sabes muy bien lo que les pasa a las personas que lo hacen.
El hombre castaño se estremeció ante tales palabras pues las acciones y el carácter de Grimmel Grisly eran de temer.
—Creo que lo que él quiere decir es que no entendemos por qué debemos dejarlos ir—habló ahora el de uniforme negro y azul salvándolo del destino fatal al que estaba cayendo—, al menos podríamos capturarlos.