"You say it to me like something I have any choice in
If I wasn't important, then why would you waste all your poison?"
—Tiene que ser hoy. Javier y Sandra deben morir esta noche —murmuró viendo el cielo repleto de nubes grisáceas—. Suelta el maldito jinete.
(…)
Roxana echó un vistazo al cielo, oscuro e iluminado por los rayos. Enormes gotas caían con fuerza sobre la ciudad de Londres. Pocas veces llovía en el mes de julio, pero parecía que esa noche sería la excepción.
Eran las tres y cuarto de la mañana cuando una llamada de su padre la despertó: «Ven pronto a la empresa, te necesitamos», había dicho él. Aquella no era la primera vez que Javier le llamaba a altas horas de la madrugada; pero, en esta ocasión, Roxana pudo distinguir algo en su voz: miedo. Su voz insegura pidiéndole ayuda. Eso era bastante inusual en su progenitor, tanto como una tormenta a inicios de verano.
Llevaba doce de los veinte minutos de recorrido que hacía de su casa a la empresa familiar. La tormenta no le facilitaba las cosas. Sus vidrios estaban empañados, y sus neumáticos patinaban con facilidad por la carretera. Apenas y tuvo tiempo de frenar cuando notó la camioneta polarizada volcada a mitad de la autopista. El cinturón de seguridad se ajustó a su cuerpo, evitando que se precipitara contra el parabrisas.
—Dime que ese no es… —su pregunta se desvaneció en el aire cuando vio el cuerpo arrastrándose para salir del auto.
Sandra O’donell estaba de pie al lado de la camioneta, esforzándose por socorrer a su esposo.
—Roxana, son tus padres —Una voz robótica la sacó de su trance.
Con la respiración agitada, se liberó del cinturón y tomó el maletín negro que yacía en el suelo del auto. Con prisa, corrió a sus padres. Un arma colgaba de su mano derecha.
—Amor, nuestra nena ha llegado —Sandra anunció con esperanza mientras veía a su primogénita—. Vamos a estar bien. Ella está aquí.
Antes de que pudiera reaccionar, tres balas impactaron en el cuerpo de su madre, lanzándola de espaldas contra el asfalto. Los ojos de Sandra se abrieron en sorpresa.
—¿Roxana? Sandra, ¿Qué ha sido eso? ¿Están bien?
Sin detenerse a asimilar lo que acababa de ocurrir, soltó el maletín y alzó el arma al lugar de donde provinieron las balas que atravesaron el pecho de su madre. Y disparó, deseando que el responsable estuviera ahí.
—¡Sal, maldición! —vociferó colérica.
—Nena, tienes que ayudar a tu padre. Libéralo antes de que sea demasiado tarde —pidió Sandra, con la voz rota, llamando su atención.
Roxana volvió la mirada a su madre. Rápidamente se quitó el abrigo para cubrirla de la lluvia, mientras susurraba maldiciones.
—Nena, está bien, mi amor. Solo saca a tu padre de ahí, él sabrá qué hacer.
—Mamá, déjame ayudarte —deslizó fuera de su muñeca el brazalete de diamantes, pero una mano mojada en sangre la detuvo.
—Sácalo de ahí —ordenó con frialdad.
—Puedo salvarlos —afirmó—. Solo necesito curarte para que subas al auto. No puedo dejarte aquí botada, no con él cazando sus traseros.
Sandra forjó una risa que terminó convirtiéndose en un gemido lleno de dolor. Roxana sujetó la mano de su madre con fuerza.
—No voy a dejarte aquí para morir, ¿Entiendes? Ni el peor de los monstruos es capaz de hacer eso —murmuró con una sonrisa ladina—. Nosotros no sacrificamos a la familia, ¿Recuerdas? No le damos la espalda.
Los ojos lánguidos de la joven miraron profundamente el par de iris azules de su madre, recordándole la regla principal de su familia. Sandra asintió levemente.
—Familia antes que todo, y sobre todos —admitió ella—. Llama a Zedd, dile que intervenga el sistema de seguridad del auto. Todo esto debe parecer un accidente.
—Shhh, shhh, no te agobies, mamá, tengo todo bajo control te lo prometo. —Con delicadeza, colocó el brazalete en la muñeca de Sandra—. Tengo dos dosis, una de morfina, otra de adrenalina. Se te hará un rápido chequeo, entonces se determinará cuál necesitas.
—Roxana, ve por el kit médico —Javier habló desde el auto—. No importo yo, solo salva a tu madre, ¿Me oyes? Tienes que salvarla.
Lo miró sobre el hombro, exponiendo un mínimo pero intenso destello de temor en sus facciones.
—Roxana, esto es serio. Tienes que salvar a tu madre. ¡Ve por el kit médico! —ordenó duramente.
Ella liberó la mano de Sandra para ponerse de pie e ir al maletero de la camioneta de su padre. Sus manos empezaron a temblar mientras pasaba sus dedos por el sensor de reconocimiento.
—Papá —sorbió su nariz, bastante aturdida, antes de continuar pronunciando palabras—:: Hackearon tu sistema.. ¿Cómo es posible eso, papá? ¿Peony?
—Estoy trabajando en ello, Roxana. Recomendaría que fueras a buscar al tuyo —informó la inteligencia artificial—. Javier, lamento ser yo quien te lo diga, pero alguien te traicionó.