"Hell I'll do 25 to life
If it makes me a king"
—¡Las manos en alto, donde pueda verlas! —gritó irascible el agente—. ¡No hagas ningún movimiento brusco!
Roxana alzó las manos temblorosas, manchadas con la sangre de su padre fallecido. Seis faroles fueron apuntados a su persona, para alumbrar la escena.
—¿Tienes algún arma en posesión? —un agente de rango menor preguntó mientras caminaba lentamente a ella, quien negó—. Quiero que te levantes lentamente, y no intentes nada.
La joven bajó las manos para colocar la cabeza de su padre en el concreto con cuidado, pero se detuvo al sentir la boca del arma contra su nuca; entonces, alzó sus brazos y se levantó.
—Vas a girar lenta y cuidadosamente, ¿entiendes? —empujó el arma contra su espalda para dejar en claro lo que decía.
Roxana asintió levemente antes de girar sobre sus pies. El arma fue retirada apenas unos centímetros de su cuerpo, pero las manos que la sostenían seguían firmes. El rostro consternado del rubio fue lo primero que vio. La sorpresa era clara en sus orbes miel.
—¿Roxana O’donell? —preguntó en un susurro, afligido por lo que veía.
Un rostro femenino empapado por la lluvia, con una hilera de sangre que se abría paso sobre su ceja izquierda, donde había una herida fea. Sus ojos grises envueltos en un rojo deslavado debido al llanto. La mirada del agente no pudo evitar bajar hasta el sujetador negro de la mujer, que se encontraba húmedo y sucio.
—Maldición, alguien traiga una manta, ¡Ya! —el agente a sus espaldas exigió antes de cortar la distancia. Luego, con suma preocupación, le preguntó—: Roxana, ¿estás herida? ¿Qué ocurrió?
—Ellos… alguien… los mató —Su mirada estaba perdida en el cuerpo inerte de su madre—. Quiero ir a casa… John, por favor.
—Primero debemos llevarte a testificar, necesitamos saber con precisión cómo ocurrieron las cosas, ¿lo entiendes? —John Tavárez sujetó el rostro de Roxana y rebusco la verdad en sus ojos—. Me haré cargo de todo, si hay algo que deba saber para que pueda ayudarte este es el momento de la verdad, Rox.
Un puchero se apoderó de sus labios antes de negarlo suavemente.
—Tu equipo puede proceder. Encuentra al responsable de esto —pidió con la voz ahogada.
—Acordonen el lugar. ¡Alguien intervenga en las cintas de seguridad! —ordenó a la vez que guiaba a la joven mujer hasta su auto.
Tan solo minutos más tarde, Tavárez conducía hasta la estación central de Londres, que se encontraba atestada de reporteros hambrientos por una foto de la heredera, quien lucía realmente horrible. Su cuerpo fue rodeado por los flashes cegadores, y sus oídos invadidos con preguntas indiscretas acerca de su familia.
—Tavárez, la interpol acaba de llegar y tomará el control sobre el caso de los O’donell —Su jefe le informó cuando lo vio salir de la sala de interrogación—. Harris y Lamar deben estar estacionadas en estos momentos. Tan pronto se liberen de los periodistas van a devorar a la chica.
El puertorriqueño asintió antes de volver a la habitación con Roxana. Su rostro aún seguía salpicado en sangre, pero la herida ya le había sido atendida y su cuerpo cubierto por una pesada bata negra.
—Necesitarás un abogado, ¿Quieres que llame a Buziak o tienes a alguien más en mente? —preguntó intrigado.
—Yo no lo hice, John, te juro que yo no los asesiné.
—La interpol ha tomado control sobre el caso, no tengo jurisdicción sobre las cintas de seguridad, Rox —La miró con profundidad.
—Agente Tavárez, es nuestro momento de realizar las preguntas. Le pido que se retire —Ordenó fríamente una rubia de cuerpo ancho y baja estatura; su cabeza mostraba una ligera capa de cabellos morados—. Soy la agente Lamar, ella es la agente Harris y estamos a cargo del caso.
—¿Puedes asegurarte de que mis hermanos estén bien? —pidió antes de que Tavárez saliera de la habitación.
—Lamentamos mucho tu pérdida, Roxana, no debe ser nada fácil perder a ambos padres en una sola noche, y presenciarlo —Harris le regaló una sonrisa tranquilizadora, mostrando su dentadura perfecta. Su pelo estaba recogido en una coleta alta, y el traje blanco hacía que su piel color ébano resaltará impresionantemente—. ¿Por dónde te gustaría empezar?
—Si soy honesta, solo quiero terminar con esto para poder ir a casa.
Lamar la miró curiosa por su actitud; había oído hablar de la chica, era la favorita de los programas de chismes. Pero tenerla frente a ella era algo totalmente distinto y nuevo.
—Tu historial de llamadas está siendo analizado a profundidad… Pero pudimos ver que después de la llamada de tu padre, contactaste a tu hermano Zedd, y al finalizar al 911. ¿Por qué no llamaste a emergencias primero?
Roxana dudó antes de responder con tranquilidad:
—Porque mis padres ya habían muerto. No había nada que hacer por ellos. Y creí que mis hermanos debían enterarse por mí y no por los reporteros. ¿Usted qué hubiera hecho en mi lugar?
—¿Puedes decirnos hace cuánto te graduaste de la universidad de medicina?