"It's just you and I, ooh yeah
Just a phase in our little lie, yeah
We can sex all night, ooh-ah
I see the want to in your eyes"
Frente a Jordan se proyectaba la imagen de un hombre alto de tez blanca que vestía un costoso traje azul marino. Su rostro estaba contraído en una mueca de sorpresa, con la mandíbula apretada, que lo hacía ver bastante atractivo. Sus ojos verdes —bañados en cólera del otro lado de la pantalla— se dirigieron a Roxana, que en ese momento salía del elevador.
—¿Dónde mierda has estado? —reclamó furioso—. ¿Por qué Jordan me ha llamado y no tú?
—Supuse que querrías saberlo antes que todos los demás, y yo estaba muy ocupada —Roxana respondió tranquilamente.
—¿Quién es el responsable? —preguntó el hombre, asumiendo que ya lo habían encontrado.
Jordan guardaba silencio, observando la batalla de miradas que su hermana y Jones interpretaban.
—¿Crees que si lo supiera estaría hablando contigo? —escupió la pelinegra, amargamente.
—Imagino que ya estás cerca de dar con él.
Roxana rodó sus ojos, lo que causó un gruñido de molestia en el rubio.
—Esto no es asunto tuyo.
Jones estaba por interrumpirla cuando ella continúo:
—Yo me haré cargo de esto. Yo castigaré al responsable —enfatizó en el “yo”, demandante.
—Si la agencia lo encuentra primero estará bajo nuestra custodia. Haré lo que sea mi voluntad, y no podrás intervenir —advirtió Jones.
Aquello la enfureció, pero controló sus emociones antes de preguntar:
—¿Qué te hace creer que lo encontrarás antes que nosotros? —desafió, acompañando el gesto con su mirada—. Si te interpones en mi camino al asesino de mis padres me desharé de ti, tenlo por seguro —Amenazó soezmente antes de cortar la videollamada con brusquedad. Entonces, tomando asiento frente a la computadora, anunció—: Ya tengo un plan: necesitamos de Pirla y Carmella, necesitamos a dos de sus agentes.
Jordan la miró, bastante molesto y ofendido.
—Los harás pasar por nuestros padres —afirmó rabioso—. ¿Ese es tu gran plan, Roxana?
Ella no respondió al momento, dedicando su atención a sus dedos, moviéndose ágilmente sobre el teclado virtual. Una vez que hubo terminado su propio asunto, giró a ver a su hermano.
—Haremos una fiesta de despedida en honor a nuestros padres.
El rostro de Jordan se redujo a una mueca llena de confusión; sin embargo, no pronunció palabra alguna. Dio media vuelta y se marchó del lugar, dejando a su hermana en soledad.
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Una semana había transcurrido desde el fallecimiento de Javier y Sandra. Sus hijos no habían salido de casa y se habían encargado de la empresa desde la comodidad de su hogar.
Roxana decidió que la fiesta en honor a sus padres serviría como una recaudación de fondos para una fundación que ayudaba a las personas que no contaban con una atención de salud de calidad, y que se les dificulta conseguir los medicamentos necesarios. Sabía que su padre habría aprobado aquella fiesta pues era una cortina de humo perfecta. Debido a que era una despedida, la invitación anunciaba que todos debían ir de negro para guardar luto; aunque daba anuncio, de igual manera, el trasfondo caritativo de la reunión.
Trajes negros de tres piezas era lo que vestían los tres principales hombres de la noche, bastante simples, pero muy costosos. Mientras que los vestidos de las chicas tenían demasiados detalles, con corte de cintura alta. Gaby portaba elegantemente un vestido de manga larga, de una tela cristalina, con miles de piedrecillas tejidas a él que formaban distintas figuras. Roxana lucía uno con escote ilusión, adornado con hermosas flores negras tejidas desde los hombros hasta la caída de la falda larga, donde la tela comenzaba a hacerse más clara y finalizaba con un estampado elegante.
La recepción les quitó un suspiro apenas arribaron al lugar: estaba decorada en tonos blancos y azules marinos, y un par de ayudantes se encargaban de las donaciones. En las paredes se encontraba una línea del tiempo de la vida de sus padres, desde su nacimiento hasta el momento en que ambos realizaron la promesa que los unió hasta la muerte en matrimonio. Sus logros más grandes habían sido inmortalizados en pinturas. Los invitados estaban asombrados.
El salón estaba repleto de ramos de azucenas blancas. El grupo instrumental tocaba una canción serena, a un lado de la pista de baile y, sobre ella, un enorme y brillante candelabro a mitad de la habitación. Un antiguo —pero bien cuidado— piano negro se hallaba cerca, al lado de una majestuosa escultura de la difunta pareja. Las mesas estaban ordenadas estratégicamente para que hubiera espacio para ciento cincuenta personas. Los meseros iban de un lado a otro sirviendo y repartiendo bebidas.
Al ser los últimos en llegar, todo estaba listo y preparado para empezar. Algunos de los invitados se acercaban a saludarlos y darles el pésame, con el característico atavío elegante de la alta sociedad.