La semana pasada había cumplido 21 años por lo que había hecho una fiesta y había disfrutado muchísimo. Me había emborrachado con mis amigos y había bailado.
Cumplir 21, era algo que había anhelado desde los quince años, por fin podía poner en practica todos los años de entrenamiento. Me había dedicado a las artes marciales, había aprendido a disparar armas y usar un arco, al cual le tenía mucho cariño, ya que había sido de mi madre.
Solo estaba esperando que me mandaran la ubicación de algún animal que cazar y junto con Henry, iniciar con algo que la mayoría de los miembros de nuestra familia se dedicaban.
Esa noche había decidido tener una cita con mi novia, Lea Aldridge. La había conocido desde inicios de la universidad, y me había enamorado de ella desde el momento en el que la mire entrando a la biblioteca. Con sus libros y un café a la mano. Era un poco más baja que yo, cabello largo, brilloso y negro. De piel morena y unos ojos miel que me encantaban. Desde ese día me había dedicado a conquistarla, me tomo un año para que me aceptara una cita.
Fuimos al cine a ver una película famosa sobre lobos, donde los protagonistas se enamoraban pero su familia se odiaba a muerte, un romeo y Julieta en versión lobuna.
-Me gusto la película.-Lea me comento mientras le tomaba la mano.
-No soy fan de los lobos.-Le dije secamente. Los lobos era un tema sensible para mí.
-Bueno, a mí la historia me pareció bastante bonita.
-Sí, esta entretenida. Aún no sé porque a la gente le gusta ver ese tipo de…animales.- le respondí.
-Vaya, no sabía que no te agradaban ese tipo de historias… ¿No quieres un café?- Me dijo jalándome para entrar a un café, sin esperar mi respuesta.
Lea se sentó en uno de los sillones, mientras yo hacía fila para pedir. Ya sabía el tipo de café que le encantaba. Un moca blanco.
-¿Por qué no te gustan?-Lea insistió cuando me senté a su lado.
-No me gustan y ya. Además no existen.-Le respondí cortante.
-Si, en eso tienes razón. Igual me parecen unos animales fascinantes.-Hablo ilusionada, por lo que hice una mueca de disgusto.
-Mañana tengo una presentación muy importante.-Cambie de tema inmediatamente.
A parte de mis entrenamientos para mater a licántropos, también me dedicaba a practicar. Era pianista, y estudiaba en la universidad de Hochschule für musik karlsruhe en karlsruhe, Alemania. Desde pequeña sentía pasión hacia la música y descubrí que tenía un talento para tocar el piano. También tocaba la guitarra, pero el piano era lo que más amaba.
El arte era algo que tenía en común con Lea, a ella le encantaban las pinturas, los libros y la música. Ella asistía a la universidad de Karlsruhe University of Arts and Design, donde estudiaba artes.
-Estoy segura que te irá de maravilla, tienes un talento para tocar el piano.-Me dijo con esa sonrisa que me encantaba y dándome un beso en la mejilla. Realmente parecía magia, pero cada día amaba más a esa mujer, era muy feliz a su lado.
-Y para disparar también.-Le dije empezando a reírme, haciendo que su cara de confusión me causara más gracia.
Ese secreto era lo que más me costaba de mi relación, tener que mentirle en mis momentos de entrenamientos o no poder contarle la verdad sobre mi familia y la muerte de mis padres.
-Solo estoy bromeando, cariño.-Le aclaré.
-Lo supuse, no podrías matar ni a una mosca.-Lea siguió riendo.-No tienes reflejos, para nada.
-Sigue burlándote. Que soy una excelente pianista, mis manos hacen cosas maravillosas. Bien podría disparar una flecha. Ya sabes, ser el Robín Hood versión femenina.-Puse mis brazos en posición como si tuviera un arco imaginario, lista para lanzar una flecha.
-Claro, Robín. Pero sí estoy de acuerdo en algo que dijiste.-Sentí como se acercaba a mi oído y me susurraba.-Sin duda tienes unas manos maravillosas.
-Mis padres están en una reunión muy importante y no llegaran temprano.-Me hablo sugerentemente.
Estaba a punto de responder, cuando sentí como el bolsillo de mi pantalón comenzaba a vibrar insistentemente. Lo saque y mire un mensaje de Henry. Por fin había llegado la noche que más había esperado.
-Lea…-Hable mientras buscaba una excusa que fuera creíble para no rechazar esa oferta.-Necesito regresar a mi casa para poder practicar para la presentación de mañana.