The intruder

1. Planes

La idea de venir a celebrar un picnic en mitad del bosque, había sido de Noah. 

Si, del mismísimo Noah Bellows, que nunca sabía quedarse quieto cuando una idea se instalaba en su mente por más descabellada que ésta fuese, siempre se salía con la suya. Todo debía ser como él lo deseaba. Detestaba que alguien se opusiera a sus planes e ideas. 

—Pobre culo el suyo, jamás lo deja quieto —era la expresión que usaba Gael, el muchachito de cabellos ensortijados, para referirse a la hiperactividad de Noah. Y confieso que yo también lo pensaba.

Noah, fiel a su estilo, siempre respondía en tono burlón. 

—pero qué jodido que sos rulitos.

Yo me partía de risa al oír sus patéticas discusiones.

Gael, obviamente se enojaba, todos conocíamos su temperamento. Además, odiaba que lo llamaran "rulitos", yo lo entendía, ya que Noah conmigo también lo hacía, sólo que mi sobrenombre era "chinito", o simplemente "el chino" a causa de mis orígenes. Mi padre es oriundo de Corea, y yo, además del apellido, heredé sus ojos rasgados, pero ahí terminaba el parecido, porque yo no sabía ni una sola palabra del idioma. 

Cuando propuso la idea, yo no lo tomé en cuenta. Noah tenía la maldita costumbre de prometer cosas pero raramente las cumplía, principalmente por vago, pero ese día vino más excitado de lo normal, y se quedó parloteando sobre el tema durante horas. 

Nos comentó que él ya conocía este bosque porque había participado en las cacerías que su tíos y primos en ocasiones organizaban. Para ser sincero, yo dudaba que alguna vez hubiera cazado algo. 

Según él, este bosque era un excelente lugar para pasar el día en contacto con la naturaleza, y lo mejor, no quedaba muy lejos de la ciudad, tal vez un par de kilómetros nada más. 

Su nombre era Swans, conocido por sus frondosos pinos y su abundancia de fauna silvestre. Yo nunca había pisado este lugar, pero sí escuchado nombrar. Además, por el corazón del bosque corría un arroyo también conocido por sus abundantes peces, cosa que encendió las ganas de acompañarnos a Gael, el fanático de la pesca, el cual no estaba tan convencido de ir, prefiriendo quedarse a beber cervezas en algún bar local, y no pasar el día en un bosque inhóspito. Discutió un buen rato sobre los pros y contras, hasta que, vencido, decidió acompañarnos.

Por último se sumó Kenia, la novia de Noah. Kenia era también compañera de la Universidad a la que íbamos. Una chica bastante amigable, aunque un poco miedosa. Lo pude comprobar por cómo reaccionó a la propuesta de su novio, ella era una amante de la naturaleza, debo agregar. Para alguien como ella ir a este lugar iba a ser como un pasaje a Neverland. 

No ajenos a esto, también estaban mis propios deseos. 

Me sentía bastante cansado, por no decir hastiado con los exámenes de mi carrera, que salir de picnic me sería de mucha utilidad para desconectar de la rutina al menos por un día y regresar con las pilas recargadas a la Universidad.

Nos reunimos esa misma tarde para acordar la excursión. Noah decidió que lo mejor era salir temprano, de esta manera llegaríamos a buen horario al sitio este como para tomarnos un buen aperitivo a la llegada, y después regresar temprano a casa. 

Kenia se comprometió a encargarse de la comida. Se le daba bien la gastronomía y acordó que llevaría sandwiches de miga, pollo cocido y ensaladas de fruta y verdura. Cuando mencionó lo que llevaría, imaginé que hambre al menos no pasaríamos. Noah, como siempre, dijo que se encargaría de las bebidas, un buen surtido de gaseosas y cervezas, esto último, su debilidad.

Yo me encargaría de tomar prestado el juego de picnic de mi madre, cosa que logré luego de explicar muy bien adónde iba.

La señora Yang era un poquito obsesiva con respecto a los actos de sus hijos, pese a que éstos ya tenían dieciocho años, como era mi caso. 

Lo bueno es que sí me prestó el juego de artículos, y así se lo hice saber a mis amigos esa tarde. Fue allí cuando también me enteré que Gael iba a llevar sus nuevos artilugios de pesca, unos que según él, le habían costado bastante dinero. La cuestión es que durante toda la semana me había estado apabullando con el tema de sus juguetes que ya estaba aburrido, sabía que esta oportunidad le venía de diez para estrenar sus condenados artículos de una jodida vez. 

Cuando terminó la reunión, nos despedimos, mientras acordamos cargar nuestras mochilas con todo lo necesario para reunirnos sin falta a la salida del pueblo, a eso de las ocho de la mañana. 

Antes de dormirme, doblé y metí el juego de mesa y sillas en mi mochila, para no preocuparme por la mañana. 

Esa noche me dormí impaciente, ansioso por el futuro picnic. 

Nunca en mi vida había visitado un bosque, y esta oportunidad era un lujo. 

Cómo me arrepentí después... 



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En el texto hay: muerte sangre terror misterio adolescentes

Editado: 10.02.2020

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